El único deber que tenemos con la historia es rescribirla.
OSCAR WILDE
Fotografía de portada: TERRITORIO SCORE
Veinticuatro horas de lluvia previas sirvieron para sembrar el temor y cosechar la duda. ¿Se jugaría beisbol la noche del viernes 22 de junio de 2024 en Oaxaca?
Los titulares en las redes sociales divulgaban inundaciones, cortes de la electricidad, hospitales en crisis y juegos cancelados por todo el país. La noche previa, los Saraperos de Saltillo y los Charros de Jalisco habían jugado bajo lluvia intensa, y aunque tuvieron una pausa, retomaron donde lo dejaron para dar muestra de un partido trepidante y cerrado. Pero la historia nos tenía algo preparado en Oaxaca, solo había que esperar.
Amaneció en la capital oaxaqueña con una fría mañana gris. Los hogares exhalaban aromas a café, a mantequilla, a pan. Y aunque parecía secar, pronto la lluvia arreció y permaneció, hasta media hora antes de empezar el esperado juego, entonces aún teníamos una ensalada de esperanza aderezada con mucha duda.
Sabíamos que sería un compromiso sin igual en el Estadio Eduardo Vasconcelos. Los tantos que asistimos empapados pero animosos sabíamos que sería especial. La nación Guerrera de la Verde Antequera enfrentaba al Infierno rojo de la Capital. Diablos vs Guerreros, duelo de hermanos.
Don Alfredo Harp, propietario de ambos equipos, acudió puntual al estadio y, desde su palco, notó con alegría lo que a todos nos exaltaba. El terreno estaría listo en 20 minutos posteriores al cese de las gotas celestiales. Tláloc también quería ver el partido sin contratiempos.
Y entonces, salió y comenzó a calentar, estiraba y se movía mientras los fanáticos clamaban su nombre: ¡Trevor! ¡Trevor fírmame la pelota! ¡Vamos Bauer!
El lanzador de 33 años oriundo de la unión americana habría hecho una singular aparición en un juego de demostración junto antes de iniciar la temporada regular. Ganador del CY Young, ex jugador de los Dodgers y portador con orgullo de la franela escarlata, había vencido en su primer juego en la Ciudad de México a nada más y nada menos que a los Yankees de Nueva York.
Entonces el partido dio inicio, y pronto los Guerreros se ponían adelante en la pizarra, el estadio gritaba alegre creyendo que la victoria era la tan ansiada sorpresa, pronto, la afición se daría cuenta de una realidad diferente, no menos impresionante. Oaxaca tenía una nueva cita con la historia deportiva para estos momentos.
Resultó entonces que el lanzador americano dejó de ser beisbolista y se convirtió en chocolatero. De a poco, los asistentes, más que notar las carreras de diferencia, notaban la permanencia del serpentinero en el montículo, superando la sexta, la séptima entrada. No había nadie calentando para su relevo y entonces alguien lo dijo, la noticia se esparció virulentamente. Bauer quiere romper una marca.
Sin duda los Guerreros no se quedaban expectantes, calculaban los lanzamientos y abanicaban sin encontrar sus maderos el tan deseado tronido del beso con “doña blanca”.
Un strike, tres, dos outs, una nueva entrada, y otra, luego otra más.
Ya cuando todos habían entendido el hecho, y una ligera llovizna repasaba el estadio llegó el ponche 19 en fila, un nuevo récord, el nuevo mejor lanzador de la liga y aun faltando un out para finiquitar el juego, Trevor Bauer enfundó la espada y levantó los brazos en señal de júbilo. Con una afición enfadada con los locales, pero asombrada con lo que acababa de presenciar, comenzaron los aplausos, los vítores y de uno en uno el estadio se puso de pie. Sus compañeros se acercaron Bauer para felicitarlo. Se había reescrito la historia, y qué grandioso es poder presenciarlo.
“¿Por qué siempre a Guerreros es a quienes les hacen récords? ¿Lo hizo en Oaxaca porque estaba arreglado? ¿No les dieron batalla porque la orden vino de arriba?” las bocas estallaban en la duda, en el agradecimiento por presenciar semejante duelo, aunque también en el duelo de ver a los locales perder. Cuando las mentes se enfriaron y los comentarios se relajaron comenzó a ser aceptado con mas calma, como si hubiéramos visto pichar a los Yankees, a los Dodgers.
Oaxaca clama con urgencia por un nuevo título de beisbol. La tribu zapoteca le debe a su afición un agradecimiento de ese calibre luego de tanto apoyo, de tanto esfuerzo. Las aficiones que beben lluvia y cenan frío son aquellas que merecen sin duda a un equipo de calidad sobre el terreno de juego.
Ese viernes memorable se cumplió un nuevo sueño para muchos. Ver un juego con un picheo de calidad. Aguarda expectante en lo alto del muro de lonas publicitarias el mayor sueño de la fanaticada local, volver a ver a sus Guerreros triunfar, pues luego de ese triunfo, seguro vendrán muchos más y quien sabe, quizás un día, pronto, Oaxaca tenga su propio “chocolatero”, también.