La caída de Peña Nieto, al menos en los índices de popularidad, se acelera estrepitosamente. Lanzado al vacío, desde la cúspide del poder, y sin paracaídas, el presidente podría empezar a hacer maletas. Dos años antes que termine su mandato podría irse. La mayoría de los analistas coinciden en que atraviesa por la peor crisis política desde que tomó el poder, el primero de diciembre de 2012.
Frente a este escenario, resulta paradójico que los actores más críticos a su gestión, AMLO y la CNTE, se mantengan al margen o, incluso, se replieguen. Andrés Manuel, el día que se anunciaron los cambios en el gabinete (miércoles 7 de septiembre) escribió en su cuenta de Twitter: “Importa frenar la caída de EPN. No queremos construir a partir de escombros”. Por su parte la CNTE, anunció, esta misma semana, el regreso a clases, dando vuelta a la página del conflicto iniciado, por los hechos de Nochixtlán, el pasado mes de junio.
La radicalidad se modera podría llamarse este capítulo. Mientras esto pasa, los moderados se radicalizan. Carlos Marín, periodista que se ha distinguido por su férrea defensa a la gestión de Peña Nieto, realizó una de las entrevistas más duras que haya tenido el presidente de la república. Jesús Silva-Herzog Márquez, en un artículo publicado en Reforma llamó a EPN estúpido y traidor. A todo esto se refirió Raymundo Riva Palacio como “la paliza a Peña Nieto”.
¿En verdad estamos ante un despeñadero? En un video promocional del año pasado AMLO señaló: “Lo advertimos, dijimos que nos iban a llevar al despeñadero”. Tiene razón, la crisis que hoy enfrenta Peña Nieto y su equipo compacto, era una crisis anunciada. Por otro lado, la caída del presidente afectaría al país entero. Hay sectores que están convocando a una gran concentración nacional, el 15 de septiembre, que exija la renuncia del presidente.
También existen líderes de opinión que se están pronunciando por una tregua. “Creo que nos hace falta una tregua en la refriega contra Peña”, escribió Rafael Pérez Gay en Milenio. En lo personal, no sé si nos falte una tregua, o más bien generar acciones críticas y propositivas en medio del caos que es el país.
Necesitamos cambiar la inercia del país. La inercia tanto de radicales como de moderados. Hace unos días escribí lo que considero que podría ser una agenda de los cambios que necesitamos hacer: a).- Juicio político y destitución a cinco gobernadores investigados por actos de corrupción, para sentar precedente; b).- Esclarecimiento de los casos de Ayotzinapa y Nochixtlán, y que rueden las cabezas que tengan que rodar; c).- Agenda de derechos humanos, retomando las recomendaciones de los grupos de trabajo de la ONU y la CIDH; d).- Estrategia financiera contra el crimen organizado y e).- La conformación de un espacio plural y polo crítico que genere las condiciones políticas rumbo a 2018, que frene las ambiciones de la partidocracia y que construya una agenda de largo plazo para el país.
No sé si esto se logre concretar algún día. No creo tampoco que EPN vaya a renunciar. En todo caso estamos ante un despeñadero silencioso, tan silencioso, que quizá no va a ser televisado.