Hola buenas tardes, quizá ustedes no me conocen, pero como me acaban de presentar mi nombre es Luisa, sobrina de Willy, para él Lumy, o nena, y el último día de su vid, su hija. Sí, sin saber que ese sería su último día, al doctor le dijo “sí, es como mi hija”. Pero bueno, hoy les leeré una pequeña carta que le hice a Willy o Bilirumiento como yo le decía.
Hoy hace justo un año tus ojos se cerraron, tu corazón se detuvo, tus respiraciones cesaron, es algo extraño, tú no querías irte de este mundo, pero ya estabas cansado. Sigo sin entender qué pasó ese día. Nunca me imaginé recibir esa noticia y mucho menos tener que despedirme de ti para siempre, y bien dicen que no ves lo que tienes hasta que lo pierdes, y no lo digo porque no hubiéramos visto tu valor o tu amor hacia nosotros, pues te conocí cuando tan solo tenía 9 años y mira ahora tengo 25, ha pasado un año y esa niña de 9 años nunca pensó el impacto que tendrías en su vida y mucho menos en su familia, porque aunque siempre dijiste que no te lo merecías, nuestra familia te quiso y quiere más de lo que imaginas, te extraña y créeme que dejaste un vacío muy grande que a cada uno nos cuesta trabajo intentar llenar, imposible creo yo.
Aún recuerdo cuando te conocí, no sabías qué hacer al recibir un abrazo y mucho menos el primer 14 de febrero que te regalé un globo y una galleta, pero con el tiempo tú eras el que nos abrazabas, es más, hasta nuestros gustes te aprendiste, el detalle de cantarnos las mañanitas en nuestros cumpleaños.
Te tengo que admitir que te extraño mucho, extraño el poder entrar al cuarto y molestarte, acostarme en la cama mientras tu escribías y hacerte plática para que dejaras un poco lo que estabas haciendo, o entrar rápido y decirte “ya vamos a comer, qué tanto escribe, ya salga”, y escuchar el dulce grito de mi mamá decirte «Willy a comer», y el “sí Chofi, ya voy”, la única voz a la que creo le tenías miedo, y, claro el respeto a tía Katy, a la única que no le hacías bromas, con la que te comportabas o acusabas a Tatito de que te molestaba, aunque una vez le dijiste “Ay, Katy, cómprese mejores zapatos”. Y también algo irónico, te despediste de ella ese 19 de septiembre del 2024 con un “con permiso Katy ahorita regreso, me siento un poco mal”,.
¿Sabes? Hay cosas que creo que todos dejamos de hacer cuando te fuiste, por ejemplo, ver el box, no tengo con quien discutir de técnicas o si el Canelo está inflado, y solo le ponen costales de papas para pelear. Y ¿Qué crees? Justo este año peleó en tu cumpleaños y le ganaron, hubieras estado tan contento de molestarme, y, sobre todo, de comer las palomitas que siempre pedías que te hiciéramos para ver el box o el partido.
Tantas cosas que decías que no harías o que no eran para ti, creo que por un tiempo te aferraste al “yo no he hecho eso”, o, “no estoy acostumbrado”, y las terminaste haciendo, el jugar Uno el domingo por la noche con la familia, y gritar ¡Uno Verde señores, sí, uno verde. Les voy a ganar! El jugar con Maribel, tu mamá, y salir de la habitación pintarrajeados, llenos de calcomanías, escuchar risas, cuentos, canciones, historias o como cantabas el “queremos pastel, pastel, verdad mamá que queremos pastel”. Y, cámo olvidar los viernes botaneros con el amor de tu vida, y pensaran que hablo de Sandy, pero no, amaba más a Tatito que a mi tía (Tatito es mi hermano).
Por eso me sorprendió mucho que, durante tu deceso, la gente decía » yo no sé de qué Willy o Wilfrido hablan, él no era así», y me dio tanta tristeza saber que no tuvieron la fortuna de conocerte en esa etapa de tu vida, tu lado cariñoso, amoroso, castroso, burlón, pero sobre todo, fraternal, donde fuiste una gran persona, un amigo, compañero y sobre todo un tío.
Me enseñaste que una persona ajena a ti puede quererte más que cualquiera, gracias por siempre estar en cada momento de nuestras vidas, por demostrarnos que el amor puede cambiar a las personas, por ser un soporte cuando lo necesite, por esos abrazos a los que te acostumbraste, por ese cariño que nos dabas, por esos consejos que te salían del alma, por esas inmensas pláticas después de comer, por siempre sentirte orgulloso de nosotros y demostrarlo, por ser el primero en la fila en mis eventos, por hacer feliz a mi tía 15 años, y por también hacernos felices a nosotros. Gracias por dejar una huella en nuestras vidas. Te extrañamos mucho, pero me aferro a la idea de que donde sea que estés, estás bien.
Te quiere, Lumy.