ERNESTO REYES
El 31 de enero de 2009, fuertes rachas de viento derribaron tres ramas del milenario árbol del Tule. Autoridades del ramo realizaron cortes apropiados a las ramas dañadas, además del retiro de ramas secas y limpieza de los cortes de podas anteriores. Hubo preocupación y alarma por los peligros a que está sujeto siempre.
Embates como éste, (ahora la intensa sequía le sigue amenazando), fueron preocupación constante del comité “Mi amigo el árbol”, Asociación Civil que integraban María Isabel Pérez Martínez, Jesús Muñoz Martínez, Daniel Bautista Hernández, Arcelia Yañiz y Jorge Augusto Velasco. Este último presidió el comité, fue su vocero y gestor durante muchos años. Apenas el 28 de marzo dejó este mundo el ingeniero Velasco, una mente lúcida y un oaxaqueño ejemplar. Este 6 de abril cumpliría 96 años.
Salvo el cuidado que le presten vecinos y autoridades de Santa María del Tule, siempre harán falta voces desinteresadas para no dejar a su suerte a esta maravilla natural que identifica a Oaxaca mundialmente.
Conocedor de la cuestión hidráulica, el ingeniero Velasco era una de las voces que con conocimiento científico siempre luchó por la preservación de este ser vivo. Su insistencia por mejorar el sistema de irrigación y que no le siguieran colocando planchas de cemento a su alrededor, chocaba con el recelo de la población nativa, como ilustra Paola Flores en su artículo “Jorge Velasco, hombre árbol”, o en los recuerdos de Zandra Martínez y Soledad Jarquín, entre otras colegas.
En el año 2005 el comité publicó el folleto: “Árbol del Tule, mi voz clama compasión: ¡No quiero morir!”, firmada por la periodista Arcelia Yañiz. Era un llamado urgente a cuidarlo porque el clima y la irresponsabilidad humana algún día nos lo pueden quitar.
Jorge Augusto Velasco era un gran activista del ambientalismo oaxaqueño, no de los falsos que hoy se asesoran del exministro José Ramón Cosío o reciben recursos de dudosas fundaciones, comenté apenas. Tuvo varias facetas en su vida largamente productiva.
Dejó una obra escrita en la que reivindica la lucha por la tierra en la que su abuelo, el profesor Juan Velasco Martínez (1867-1959) encabezó las gestiones a fin de que se autorizara la dotación de 3 mil 140 hectáreas en beneficio de mil 85 solicitantes de tierra en la Villa de Zaachila.
El libro se titula. “Un maestro de pueblo y el movimiento agrarista: Zaachila, Oaxaca”, que en agosto de 2010 fue presentado y prologado por los historiadores Anselmo Arellanes Meixueiro y Francisco José Ruiz Cervantes. Estaban presentes su esposa, Guillermina Hernández, y su tía, ya desaparecida, Dea Esperanza Velasco, hija del profesor Juan Velasco, abogada y sindicalista, cuya trayectoria ocupa un lugar en esta historia.
El texto incluye aportaciones de la investigadora, Odilia Torres Ávila, pruebas documentales e históricas, una cronología y comentarios sobre esta lucha comunitaria para obtener justicia agraria en el periodo 1916-1926. Estaban frescos aún los disparos de la Revolución Mexicana.
Es un gran aporte a la historia regional oaxaqueña, dijeron los presentadores. Escrito “con la memoria y el corazón” a fin de exaltar la vida del patriarca de la familia, cuenta que el historiador, Manuel Martínez Gracida, descubrió que ellos eran descendientes directos del rey Cosijoeza, por lo que la familia cambió su antiguo apellido por el de Velasco.
La idea de esta investigación histórico-regional explicó el autor entonces, expone el paralelismo entre una memoria familiar y la historia agraria de Zaachila la cual permite entender el contexto de la vida del profesor Juan y las vicisitudes de su gestión porque se reconocieran los derechos de los campesinos.
Producto de largas conversaciones con su abuelo y la familia, el texto sigue la ruta del maestro federalizado a favor de la educación en varios pueblos. Su estancia en Valle Nacional de muy chamaco, le afina el carácter para enfrentar ya de adulto este reto, que no estuvo exento de amenazas y presiones por parte de hacendados y autoridades, y hasta de sus propios paisanos.
Jorge Augusto Velasco debería ser nombrado oaxaqueño ilustre y distinguido. Tiene sobrados méritos a favor de la conservación y cuidado de la naturaleza. Hombre de una gran cultura, de izquierda y amigo del Maestro Toledo, tributó un gran amor por Oaxaca y la salud de las fuentes de agua y arbolados en riesgo; no había iniciativa genuina por causas ambientales donde no estuviera presente, a pesar de indolentes funcionarios ante sus reclamos a favor de la preservación del cerro del fortín, los ríos Atoyac y Salado y la ciudad de Oaxaca de Juárez.
Recordaré con aprecio a quien representó el alma y corazón de “Mi amigo el árbol”. Abrazos a su esposa Guillermina; a sus hijos: Jorge, Carmen, Micaela y Soledad, y demás familiares y amigos. El Tule estará triste ante la ausencia de uno de sus amigos.
@ernestoreyes14