Como cada año, los días 23 de marzo se recuerda el asesinato de Luis Donaldo Colosio, candidato presidencial del PRI en 1994. Y no faltan las dudas sobre la investigación oficial. Para abonar a la tesis de que no se sostiene el argumento del asesino solitario, aquí enumeraremos cuando menos tres puntos que debieron de tener una investigación más exhaustiva:
1.- El 16 de marzo, Colosio tuvo un desayuno con un grupo de columnistas políticos en casa de Raúl Cremoux. Entre otros, estaban el autor de Indicador Político, Miguel Ángel Granados Chapa y José Agustín Ortiz Pinchetti, además, claro, del anfitrión. Colosio estaba tenso, medio desencantado, desanimado. Granados Chapa lo percibió y le hizo la pregunta de por qué la campaña no prendía y por qué el contexto de violencia estaba opacando la campaña.
La respuesta de Colosio fue una frase que circuló bien en el ambiente político, pero que no preocupó a las autoridades ni se contextualizó en el asesinato. “Soy victima de las perversidades del sistema”. Granados, incisivo, le pidió nombres. Colosio, en silencio, cerró el puño con el pulgar hacia arriba señalando; los asistentes concluimos lo mismo: el presidente Salinas de Gortari tenía a Colosio atado de manos.
El contexto fue de cada uno. Colosio no era un candidato con movilidad; después del discurso del 6 de marzo, Salinas cerró el cerco. Una semana antes del asesinato habían arrecido las versiones de querían quitarle a Colosio la candidatura presidencial. La versión más consolidada señalaba que Salinas ya no confiaba en Colosio para sucederlo en la presidencia.
2.- El 19 de marzo, al regresar de una gira, Colosio vio venir hacia el avión a Ernesto Zedillo Ponce de León, impuesto por Joseph-Marie Córdova Montoya como jefe de campaña –Colosio quería a otro–. Al bajar del avión, Colosio endureció el rostro. Zedillo se le acercó y le entrego una carta; le dijo que la leyera y platicaban después. Luego se publicó el texto íntegro de la Carta y ahí estaban dos puntos muy precisos: Zedillo le pedía a Colosio insertar la campaña en la presidencia de Salinas; y otra muy enigmática: “tal como te lo propuse desde enero, debe establecerse clara y precisamente una alianza política con el Señor Presidente”.
¿Por que era necesario una alianza con el presidente si Colosio había sido el candidato de Salinas? En enero, mes y medio después del destape, Colosio estaba harto del control de Salinas, Córdova y Zedillo no sólo sobre la campaña, sino sobre su propia persona. Zedillo usó la palabra pacto: “celebrar este pacto es independiente de mi admiración y agradecimiento por el Señor Presidente. Es una recomendación elemental, yo diría de libro de texto, de estrategia política”. Zedillo era visto por Colosio y su equipo como un candado de Salinas.
Salinas estaba más que preocupado del alejamiento de Colosio, con mayor intensidad después del discurso del 4 de marzo. Colosio, diría la lógica política del poder salinista, ya no era el candidato de Salinas, otra línea de investigación nunca explorada. Y al final, el candidato real de Salinas y de Córdova fue Zedillo, quien apareció como el beneficiario del crimen.
3.- La gira a Tijuana le iba a permitir pasar de regreso a Sonora, donde el gobernador Manlio Fabio Beltrones le había preparado varias concentraciones masivas que, en análisis de columnistas, iban a ser el verdadero destape de Colosio como candidato de si mismo y ya no de Salinas. Luego de Sonora, Colosio sólo haría campaña para Colosio; es decir, después de Sonora ya no habría punto de retorno: Colosio nunca iba a traicionar a Salinas, pero sí tenía entre sus planes marcar su independencia.
Un de ellas fue adelantada a cuando menos tres columnistas: si le preguntaban sobre Córdova, iba a responder que “el doctor Córdova colaboraría con el gobierno hasta el 30 de noviembre”. El superasesor salinista no estaría en el gobierno de Colosio. En Los Pinos tomaron nota.
Por eso era clave Sonora. Beltrones le dijo a Colosio que suspendiera Tijuana, pero todo estaba arreglado. El evento en Lomas Taurinas careció de estrategia de seguridad, pusieron al candidato al fondo de un callejón de gente, la aglomeración no fue controlada y el candidato Colosio perdió a sus guardias de seguridad. Ahí apareció Mario Aburto y su pistola.
Estos tres datos, entre otros, pueden hacer dudar la tesis del asesino solitario. Pero la PGR y sus funcionarios salinistas realizaron una investigación para probar la tesis del asesino único. Pero la importancia de rehacer la investigación deja sólo tres caminos; reabrir las pesquisas con un investigador autónomo, crear una Comisión de la Verdad o crear un tribunal civil con un investigador no oficial con calidad moral.
Carlos Salinas, su hermano Raúl, Zedillo, Córdova, los ex CISEN Eduardo Pontones y Jorge Tello Peón, el líder priista en 94 Fernando Ortiz Arana, el presidente de la Fundación Siglo XXI José Narro siguen vigentes y algún pedazo de la verdad pudieran tener u ocultar. El particular de Colosio en 1994, Alfonso Durazo Montaño, ya habló: no cree en el asesino solitario.
Por eso el caso Colosio, en la realidad, sigue abierto.
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Política para dummies: La política en crisis depende de hechos, no de palabras.
@carlosramirezh