Como ha ocurrido desde 1976, las sucesiones presidenciales en el PRI son movidas por los hilos presidenciales en dos escenarios: el real del proyecto económico y el de distracción política. Ahora no puede ser diferente.
Mientras el doctor José Narro Robles, secretario de Salud y presidente de la República UNAM, trataba de rescatar al Luis Donaldo Colosio populista para despertar a los priístas, en Acapulco el presiente Enrique Peña Nieto daba uno de sus más importantes pronunciamientos para fijar el escenario de lo que viene: la reconfirmación del neoliberalismo frente al avance del populismo.
Y como para que no hubiera duda sobre los parámetros políticos del escenario sucesorio, Claudia Ruiz Massieu Salinas de Gortari fue nombrada secretaria general del PRI para reforzar el manejo del partido en la línea del proyecto neoliberal que lleva el dirigente nacional Enrique Ochoa Reza, pieza del grupo de Luis Videgaray Caso.
El verdadero mensaje del PRI en el poder y en proceso de designación de candidato presidencial estuvo en Acapulco, en tanto que el homenaje a Colosio careció de significado político real. En todo caso, sirvió para percibir que la figura populista de Narro Robles y el Grupo UNAM serán parte del telón de fondo de una decisión que de ninguna manera cederá espacios al populismo, por más priísta que pudiera ser.
Las claves sucesorias priístas se dieron en una coyuntura marcada hasta ahora por la tendencia en las encuestas sobre las elecciones presidenciales del 2018: el posicionamiento adelantado de Andrés Manuel López Obrador y su estrategia para construir de una oximonórica alianza populista-neoliberal. El tabasqueño encontró que comprometerse con la continuidad del modelo salinista neoliberal de estabilidad macroeconómica y globalización le adjudicaría el apoyo de la derecha empresarial neoliberal, como en efecto está ocurriendo: empresarios y banqueros ya no ven en López Obrador al demonio populista sino al garante de la prolongación del salinismo económico.
En estas redefiniciones de estrategias sucesorias ante el avance en encuestas de López Obrador los que menos cuentan son los priístas porque pueden hablar y hablar a un Colosio desconocido para la generación de priistas y jóvenes que se incorporaron a la política en el último cuarto de siglo y que han disfrutado la globalización. El viernes 24 los priístas regresaron a sus labores oficiales y Colosio volvió al olvido político.
Si se revisa el discurso del presidente Peña ante los banqueros en su convención titulada “el dilema global: populismo vs. liberalismo”, se encontrarán razonamientos exactamente iguales al discurso salinista de liberalismo social y sobre todo al del 4 de marzo de 1992 en el que Salinas, con el apoyo, aval y compromiso de Colosio, dio el giro partidista de la Revolución Mexicana al “liberalismo social”: el fin del Estado social de desarrollo.
En este contexto, el escenario de la sucesión presidencial priísta será el del dilema populismo-(neo)liberalismo; y por cómo se siguen jerarquizando las posiciones de poder en el sistema político priísta, la decisión sobre el candidato será facultad del presidente de la república en función de que lo que se encuentra en juego es el modelo económico. El Colosio neopopulista de marzo de 1994 fue asesinado en Lomas Taurinas y su crimen permitió la corrección sucesoria con la candidatura de emergencia de Ernesto Zedillo como el garante de la continuidad neoliberal que Colosio ya no representaba.
Así que las claves de la sucesión priista se dieron en Acapulco y no en el PRI.
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@carlosramirezh