El asesinato de Luis Donaldo Colosio truncó la configuración de un movimiento similar al de la Corriente Democrática de 1987-1988, estableció la prioridad a cualquier precio del modelo económico por encima de la democracia y será el marco de referencia del 2018.
Colosio sí había pactado con Manuel Camacho Solís apoyo a cambio de la Secretaria de Gobernación para instrumentar una reforma política, o, como le llamaba Colosio: la reforma del poder. De haber sido la política la prioridad de Salinas, entonces hubiera escogido desde el principio a Camacho.
La reforma democrática fue el común denominador en los asesinatos de Colosio y José Francisco Ruiz Massieu. Antes de su asesinato, Ruiz Massieu filtró su objetivo: secretario de Gobernación de Zedillo para hacer la transición democrática sacrificando el neoliberalismo; Zedillo profundizó el modelo neoliberal salinista, no democratizó al país y sólo aceptó la derrota del PRI sabiendo que Fox no variaría el modelo económico neoliberal; la alternancia sin transición desestabilizó más al país.
Ante la prioridad económica y del modelo neoliberal de una élite tecnocrática, la reforma democrática en la sucesión presidencial de 1994 significaba el fin del salinismo. Al escoger sucesor Salinas tenía el objetivo de la continuidad, pero con tres condiciones estrictas: continuidad personal, de proyecto y de grupo.
Camacho representaba el demonio político en el salinismo: en reuniones de gabinete chocaron siempre el grupo de Joseph-Marie Córdoba Montoya –Zedillo y todo el gabinete salinista– con un Camacho sin grupo. Córdoba había sido el brazo económico de Salinas y Camacho el brazo político estabilizador. Pero a la hora de la sucesión el conflicto Córdoba-Camacho llegó a la ruptura porque Córdoba bloqueó a Camacho con una frase que caló en el subconsciente de Salinas: “Salinas es más camachista que Camacho es salinista”.
Por eso la furia de Salinas al saber del pacto Colosio-Camacho y los intentos que sí existieron para quitarle la candidatura presidencial al comenzar marzo. Una semana antes del asesinato, Colosio se reunió con varios columnistas en casa de Raúl Cremoux y ahí –como lo hicieron público Miguel Angel Granados Chapa, José Agustín Ortiz Pinchetti y el autor de Indicador Político— Colosio nos dijo una frase amarga: “soy víctima de las perversidades del sistema”; ante la insistencia de Granados para identificar autores de esas perversidades, Colosio sólo hizo un gesto con la mano señalando hacia arriba con el pulgar: la autoridad máxima política era Salinas.
El 22 de marzo Camacho finalmente mostró el resultado de su acuerdo con Colosio y anunció públicamente que negaba cualquier intento de ser candidato independiente y se sumaba a Colosio. La mañana del 23 Colosio le llamó a Camacho para leerle el elogioso boletín de prensa en el que el candidato reconocía la decisión de Camacho; al terminar la lectura, Camacho dijo: “bájale contenido (elogios) porque si no nos van a romper la madre a ti y a mí”. Horas más tarde, Colosio fue abatido por un asesino en Lomas Taurinas,
La primera versión de la investigación por fiscales avalados por la viuda de Colosio determinó el asesinato como una “acción concertada”, un asesinato planeado; Salinas destituyó a ese grupo y puso al propio para probar como consigna el crimen de un asesino solitario.
El PRI se olvidó del Colosio real y de su proyecto político y social. Y desde 1988 quedó claro que la prioridad en las sucesiones presidenciales priístas es el modelo neoliberal salinista.
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