MOISÉS MOLINA*
En el reinicio de las clases en las escuelas de derecho flota cierto desánimo en el ambiente.
Alguien ha deslizado la pregunta si aún vale la pena estudiar derecho.
Hay que decirlo, una reforma constitucional no puede vaciar de contenido a la ciencia del derecho, ni condenar al mundo a vivir sin abogados.
Mucho de lo que se dice en torno a la reforma judicial es discurso político.
Más allá de los términos de la reforma, el derecho se seguirá estudiando y cientos de miles de jóvenes seguirán queriendo ser buenos abogados.
La operatividad de la reforma, independientemente de cuáles sean los resultados estructurales, seguirá dependiendo de los abogados.
Abogados jueces, abogados litigantes, abogados activistas, docentes y abogados investigadores son quienes seguirán teniendo en sus manos el destino de la justicia en México.
Porque las normas jurídicas seguirán siendo estudiadas, aplicadas, interpretadas y controvertidas.
Probablemente algo que cambie será el papel preponderante de los abogados postulantes llamados a “arrastrar” a los nuevos jueces a su ritmo y a sus exigencias.
No se podrá cancelar de un plumazo toda una tradición jurídica del país más “adorador de la ley” en latinoamérica.
Y es que la abogacía está en nuestro Adn histórico. Los abogados son los que han movido a México y a su historia.
No hace falta que el Presidente o la Presidenta sean abogados. Y es cuestión de tiempo para que otro abogado llegue a la Presidencia.
No es el fin de la historia. México siempre ha vivido entre tensiones. Y el tiempo presente es, para bien o para mal, el tiempo de la abogacía.
La abogacía está llamada a tomar un segundo aire, más cuidadosa, más activa, más demandante, tanto en el foro jurídico como fuera de él.
Y los estudiantes deberán estar prevenidos ante la nueva realidad.
Si quieren ser los nuevos jueces habrán de formarse en consecuencia.
Y las escuelas habrán de abrir asignaturas relativas al Derecho Judicial a sabiendas de que sus egresados podrían ser elegible para ocupar los cargos de la judicatura.
Esta reforma podría ser un parto de futuro con todos sus dolores.
Pero podría también ser reversible. Ello depende de cómo cambie el electorado y de cómo cambien las expectativas en las opciones políticas.
Pero el Derecho está llamado a renovar bríos.
Juárez nos dejó una severa advertencia en tiempos de la invasión francesa:
“Malo sería dejarnos desarmar por una fuerza superior, pero sería pésimo desarmar a nuestros hijos, privándolos de su buen derecho, que más valientes, más patriotas y más sufridos que nosotros, ese derecho lo harán valer y sabrán reivindicarlo algún día”.
*Magistrado Presidente de la Sala Constitucional y Cuarta Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca