ERNESTO REYES
Cuenta Luis Hernández Navarro, articulista del diario La Jornada, que mientras viajaba por la región mixe-zapoteca del Istmo de Tehuantepec, el padre Frans tuvo una teofanía (manifestación de la divinidad de Dios) que lo llevó a vivir el resto de sus días en el mundo indígena oaxaqueño. “Recorría una brecha con un pequeño vehículo junto a un par de agrónomos holandeses que querían ver (cómo funcionaba) la UCIRI, cuando, en medio de la nada, se topó con una señora mayor de edad, con un bulto de leña. Se encontraba entre dos pueblos, distantes 30 kilómetros uno del otro. Le preguntó dónde vivía.
“La mujer respondió que lejos. Él quiso saber por qué ella estaba allí. La indígena le dijo que nadie la veía. ‘Solamente mi diosito pobre del campo me ve’. Le pidió que le dijera qué debía hacer. Ella le contestó:’ Quédate con nosotros y olvídate de todo esto”. Esta especie de revelación de un acto divino convenció al sacerdote holandés de integrarse a un ambiente social que desconocía, en el cual finalmente falleció el pasado 13 de febrero. Contaba con 84 años y era un hombre lúcido, fuerte, incansable y amoroso, como lo describieron sus compañeros de organización y de iglesia durante sus exequias. En una sencilla tumba del panteón de Barranca Colorada, en jurisdicción de Ixtaltepec, Oaxaca, se le cumplió el deseo de integrarse para siempre a la tierra que lo vio caminar al cabo de más de 40 años.
Como había prometido que se quedaría allí, las cosas se fueron dando para que así sucediera. Esto ocurrió a principios de los años 80, cuando llegó a la zona, perseguido por la policía política, después de una interesante historia que llevaría al sacerdote del Sagrado Corazón a viajar por diversos países, conocer los sentimientos de la gente pobre y forjarse, con la influencia de importantes pensadores marxistas, una ideología expresada en una práctica social al servicio de los más necesitados. Perteneció a la teoría de la liberación de la iglesia católica.
Destaco del padre Frans Van der Hoff Boersma (1939-2024), su inmensa capacidad para dedicarse a múltiples actividades laborales, vinculando su concepción religiosa al deseo de hacer algo por los demás, no importando si fuera en tiempos de Salvador Allende, que entre grupos obreros y campesinos de México, hasta que halló el espacio que andaba buscando entre las personas productoras de café, minifundistas, para aportarles ideas y experiencias sobre el comercio justo y la agricultura orgánica.
Su integración a la UCIRI, de la que fue socio y fundador desde 1983, se dio como resultado de conocer la injusticia del negocio del café donde los intermediarios se quedaban con las ganancias mientras que los indígenas percibían muy poco. Ya sin la tutela del gubernamental Instituto Mexicano del Café, los productores se habían quedado sin apoyos para que no les robaran el producto de su esfuerzo. Entonces con la organización Solidaridad y junto a Nico Roozen – con quien redactó varios libros para difundir su pensamiento – el padre Frans comenzó a generar un vínculo comercial directo entre los productores organizados de la UCIRI-México y los consumidores conscientes de Holanda, vínculo que permitió a las familias cafetaleras comenzar a ver los frutos de sus esfuerzos.
La Coordinadora Latinoamericana y del Caribe de Pequeños (as) Productores (as) y Trabajadores (as) del Comercio Justo (CLAC), recuerda que mientras ellos se organizaban, en los países consumidores se comenzaron a ofrecer productos bajo el esquema de comercio justo a través de las tiendas del tercer mundo en Europa. En Holanda, el padre Frans, Nico y Solidaridad fundaron en 1988 la primera certificación de Comercio Justo con el nombre de Max Havelar, inspirados en un libro sobre la explotación de productoras y productores de café en Indonesia durante la Colonia.
El Comercio Justo o movimiento Fair Trade – explica CLAC-es un movimiento global, cuyas experiencias pioneras empezaron a finales de 1940. “Busca promover patrones productivos y comerciales responsables y sostenibles, así como oportunidades de desarrollo para los pequeños agricultores (as), campesinos (as) y artesanos (as) en desventaja económica y social respecto a los actores dominantes del mercado”.
El padre Frans estaba seguro de que “un mundo con más solidaridad es posible, apoyados en una ética del bien común que se preocupa por el planeta Tierra y por toda la humanidad”. Con el cariño y agradecimiento de quienes se beneficiaron de su orientación organizativa, se fue a acompañar al padre obispo, Arturo Lona Reyes, quien lo adoptó en su diócesis cuando, perseguido, llegó a poner su vida al servicio de mixes y zapotecos. Y cumplió con creces.
@ernestoreyes14