ÓSCAR JAVIER MARTÍNEZ
OAXACA, Oax. (sucedióenoaxaca.com).- Miguel Samperio ha sido para la música contemporánea de Oaxaca un verdadero revulsivo; ha formado a músicos que hoy tienen estatura internacional, como Arodi Martínez; fue el primero en llevar a un grupo local al Festival Nacional de la Escuela Superior de Música en 2002; fue fundamental en la puesta en marcha de la llamada Big Band del Teatro Juárez o Big Band Oaxaca; integró el extraordinario cuarteto Maximum Sax. ¿Cuál ha sido la retribución que ha recibido por esta labor de docencia y formación, más allá de sus honorarios? El ostracismo.
Ciertamente, la condición actual de Miguel se ha ido desencadenando por una serie de circunstancias que ni él mismo termina de entender. Así me lo ha expresado a mí en varias ocasiones, tal y como Elisa Ruiz lo consignó en su entrevista https://sucedioenoaxaca.com/2019/04/19/el-viacrucis-de-miguel-samperio/. Pero más allá de tan penosa situación, es una realidad que al maestro se le han cerrado las puertas institucionales con el estúpido argumento de que “no es oaxaqueño”. Me enferma y me avergüenza escuchar semejante tontería; muchas veces expresada desde la comodidad de un sillón de funcionario cultural, político o mal llamado gestor. A mí también me expresó Miguel en entrevista que ése fue el argumento para rechazarlo de la Banda del Estado y de la Orquesta Sinfónica. Como si la condición de nacer en esta tierra fuera esencial para obtener un puesto laboral. Oaxaca le debe tanto al talento de gente no nacida aquí que deberíamos callarnos la boquita e intentar estar a la altura de la generosidad de todos ellos.
Ante el negro panorama que vivimos en Oaxaca, donde las políticas culturales son producto de la improvisación y el “eventismo”, el caso de Miguel ilustra la indefensión en la que sobreviven muchos artistas. Dinero hay, por supuesto, para -por ejemplo- contratar a una agrupación de cumbia encumbrada por el “hype” para que actúe dos veces en la Guelaguetza con un caché millonario; pero no hay tal recurso para pagarle a un músico de la altura de Miguel Samperio por dirección musical, arreglos, clases, transcripciones y otras tantas labores tan necesarias en el ámbito de la formación musical de los más jóvenes. Ni hablemos ya de la producción de un disco donde el maestro pudiera dejar constancia de por qué se le considera uno de los saxofonistas más importantes de los últimos 40 años en la escena del jazz en México.
Hoy, con las facultades mermadas, Miguel pena como un fantasma por las calles de esta ciudad a la que le dio tanto. Los que lo apreciamos tenemos la sensación de no estar haciendo lo suficiente por despertarlo de su letargo casi suicida. En los despachos de nuestros flamantes funcionarios y funcionarias culturales ese nombre no les dice ni les dirá nada. Pero eso sí, de suceder lo que nadie desea, vendrán las palabras rimbombantes, los homenajes, las coronas, los sentidos pésames.
¿Ya para qué?