¿Cómo está eso? ¿Agarras tu marca textos antes de salir por la cerveza? ¿Qué, vas a rayar las paredes? Ya no existen las paredes. Las costumbres de la borrachera son múltiples y variadas; cada persona tiene su propia estrategia para armarse de y salir por las cervezas valor en la madrugada.
El relato nace en la almohada en que depositas la cabeza. El relato almohada es la puerta de tu sueño, el espacio que gira sobre lo sensible y crece como la luz de una lámpara; el sueño permanece alerta al mínimo ruido de la tierra.
En alboroto del insomnio elaboro este embalaje-almohada, para hacerlo tengo limitaciones propias del quehacer, estoy impedido de utilizar relleno. Escribo relatos-almohada, no soy tapicero. Elaboro artefactos que conducen al sueño. En el tiempo del desafío y las pocas fuerzas nadie entiende que antes de iniciar el pleito habrá que pasar por la báscula para no pelear contra invisibles (el terremoto tiene nombre, se llama mal gobierno).
Andar por los caminos armados con lápiz y papel es una forma de ejercer el poder. La gente del gobierno se obstina en imponer la marcha fúnebre como canción de moda, cierto canon que inunda los atardeceres.
Yo digo no a la policía, a la presidenta municipal y sus pases de feria. Cientos, miles de almas adoran la marcha fúnebre como si fueran pingüinos que andan tras una boda en una costa sola. Los vemos en las noticias de todos los días, circunspectos; hasta en los camiones cantan con desenfreno la marcha de la muerte.
Lo escuchamos en el discurso de los políticos; cada campaña es un racimo de fotos del candidato sonriente abrazado a una anciana (¿de qué se ríe?, nunca me lo he explicado).
En la cátedra universitaria sólo hablan de la obra de los muertos. Todos tratan de intervenir con su humilde opinión en ese gusto juvenil por la muerte. Rayo, subrayo (mal rayo me parta). Escribo entre las páginas del libro. Mi lectura es un surtidor de colores donde se distingue la cera azul. Hay autores que piden a gritos el subrayado rojo, yo escucho la voz de los ausentes que anda pegado a las resentidas paredes (en realidad hay más muertos de los que podemos contar, toda memoria genera su propio duelo).
La madrugada lleva al texto este distinguido subrayado amarillo. En una ocasión observé que el maestro Alejandro Santiago pintaba sus cuadros con marca texto negro, hacía su firma con marca texto blanco. ¿Qué elementos de la existencia hace nuestra elección de colores con los que fijamos los pensamientos? Hay una nomenclatura de los colores que nos llega del estado prenatal. El conocimiento y la voz tienen origen nonato, acuático, multicolor. Los intentos para distinguir el pensamiento llegan por ríos ocultos bajo tierra.
El amor verdadero acepta falsificaciones, raspaduras o enmendaduras como un cheque al portador. El instante del amor persigue los cuerpos reencarnados en el amor; el amor demanda subrayados intensos. Puedes identificar al amor por el número de las rayas repetidas sobre la experiencia con que su tímida figura se acerca a tu persona. Sólo elije el color de marca textos de tu preferencia y gana la calle para a llenar los muros con el color de tu preferencia, será la seña de tu amor.
Empuña tu marca texto, entre los colores de los muros se oculta número de tu suerte. El azul marino del lápiz de cera me recuerda el color de los pulmones de mi madre. La presión inversa cargada de venas azules, bolsa de piel húmeda, rosada. ¿En el principio fuimos peces? Tengo preferencia por el sepia de los fondos arenosos, el azul de mar, el gris de los pensamientos.
Trabajemos con este principio: Hay una ruta sobre la que camina esta vida de ficciones, obviedad y redundancia; armemos el texto subrayado desde estos elementos para lograr el estilo (el estilo es la confirmación de la redundancia).
___ ¿Y las caguamas? Se te olvidaron las cervezas –dije con sorpresa.
Ella dijo:
___ Desprecio mi empleo, tener que saludar a los viejos profesores cada mañana, soportar a niños infelices, desayunar con compañeras insatisfechas; todo hace que quiera me quitar la vida.
___ Estás en posición inmejorable –dije, aunque no sabía bien lo que decía-, el gobierno cubre tu quincena.
___ Me avergüenza del gobierno –dijo ella antes que todo se perdiera tras una nueva réplica del sismo.