QUERIDO JAVIER VALDEZ:
Ayer recordé aquello que leímos en nuestros años de prédica: “Los hijos de la obscuridad son más astutos que los hijos de la luz”. No, reparo, los hijos de la obscuridad no son más inteligentes, son más cínicos, son creaturas monstruosas que destruyen y corrompen lo que encuentran a su paso. Bestias insaciables e insensibles. Lo que les molesta es justo que se eche luz al mundo de opacidad y confusión en el que viven.
Tu muerte ha encendido todos los reflectores. Luciérnagas de nuevas y refrescantes ideas recorren las mesas de redacción, los paneles y los micrófonos de todo los medios de comunicación.
No me da tristeza tu muerte, porque sé que si algo tenías claro es que aquel momento iba a llegar; tarde o temprano, iba a llegar.
Me da coraje la cobardía. No coincido en el “que nos maten a todos”, ellos no son dueños de la vida de nadie. No pueden disponer de la vida de las personas como si fueran dioses o demonios.
Javier, sigues presente en la luz y el grito de justicia que recorre el país. La crónica de este infierno sigue, hasta que se acabe el último grano de maíz y de esperanza subversiva.
MIGUEL ÁNGEL VÁSQUEZ DE LA ROSA
*Leída durante la velada dedicada al periodista sinaloense fundador de Docerío y corresponsal de La Jornada, el viernes 19 de mayo frente a la catedral de la capital oaxaqueña.