El profesor Robert Markens, sabio canadiense, en su tiempo universitario fue
alumno de Javier Urcid, estudioso de la escritura zapoteca; con alegría, brinda
sus clases a los alumnos de Historia del Arte en la UABJO. Confía en que un día
los oaxaqueños sean los auténticos poseedores de su pasado de gloria y
esplendor.
Hoy, que se celebra el 92 aniversario del descubrimiento de la Tumba 7 de
Monte Albán, recuerdo las lecciones de Markens, a manera de celebración, va
este saludo que busca levantar el presente desde la efeméride, el 9 de enero en
que Alfonso Caso bajó al banco para sacar el recurso para la raya de los
trabajadores y ,a su vuelta al cerro donde realizaba su investigación en aquel
1932, le dieron la noticia que anticipó el descubrimiento del tesoro.
Y acá vengo a narrar.
Aquel mar, mi mar, nuestro mar saltó como un tigre, un jaguar de la selva.
Bello y veloz, inesperado; rugiente, fulgurante.
Hermoso y aterrador como una fiera que emerge en medio de la nada. De lo que
vine a hablar aquí es de un mar mínimo, ágrafo, que no aparece en las
literaturas, sin héroes y sin tiranos poblado de tristeza y olvido.
Aquí vengo a narrar, a esta hora, a esta edad, sobre las aguas ocultas tras
el olvido. El mar del Golfo de Tehuantepec. ¿Sabían que sus corrientes
alimentas algas jamás estudiadas por el ojo humano?, pequeños organismos
fotosintéticos que se alimentan de nada y producen oxígeno. ¿Qué forma tuvo la
Tierra que en la división Pamgea hiciera el Istmo de Tehuantepec?
Quién puede navegar el Mar Muerto atravesado por aguas ausentes, singular;
de tan singular, ese mar permanece en el olvido. Quiero iniciar la historia,
nuestra historia desde el comienzo pues.
Hay dos momentos en que interviene el asunto literario, cultural, en nuestro
mar: en un viaje que realiza el poeta y banquero norteamericano Wallace
Stevens, y en el viaje de regreso a Londres que realizó el escritor y ebrio
inglés, Malcolm Lowry; ambos, efectuados en la primera mitad del siglo XX,
viajes perdidos entre el océano de la obra escrita de esos autores.
La letra que todo lo cubre el olvido, silencio.
¿Quién lo diría?, aún quedan asuntos por nombrar.
Luego de estas dos menciones nada se sabe, nada fue escrito ni por
extranjeros ni por mexicanos. Ah, sí, casi lo olvido, lo pasé por alto: el
Golfo de Tehuantepec también es conocido -en algunas cartografías marítimas-
como el Golfo de Chiapas.
Esto ocurre con las geografías, hay gente que roba el nombre del vecino por
maldad, por mala suerte o por tristeza.
No soy cartógrafo, soy lector, dejo pues a los especialistas que aclaren lo
que haya que aclarar con respecto a propiedades, abusos y extravíos. Sigo. Los
dos autores antes citados coinciden en resaltar la belleza del mar de plata,
las aguas del Istmo infestadas de irreverentes tiburones. El primero escribe un
poema, una navegación nocturna; el segundo, narra su derrota al mediodía de su
regreso a casa.
Hago la práctica literaria, un sobrevuelo por los recuerdos de aquello leído en
bibliotecas, escuchado en pláticas de cantinas, burdeles. No pretendo más.
Una mujer istmeña me dijo, “tiene aire tu cabeza”; no tengo por qué dudar de
sus palabras. En mi cabeza baila el aire fuerte del Istmo de Tehuantepec. Hay
que decirlo, nuestro mar no es el mar de las aventuras, de corsarios, de las
islas con tesoros ocultos.
Quisiera contar una historia más.
El mar del Istmo sirvió para los trabajos forzados, la locura. Vean ustedes
si no. Nuestro mar fue un sitio especial para la Corona española, fue puerto
astillero. En Bahía la Ventosa salieron a marear las naves a surcar lo se
conocería después como el océano Pacífico; desde este punto, La Ventosa, hoy
simple agencia municipal que recibe los desechos de la refinería petrolera, se
armaron las cartografías marinas que dan travesía hacia el Mar Bermejo, el Mar
de Cortés que une el macizo continental con la península de la baja y la alta
California.
De acá salieron los marineros que en un 3 de mayo de 1535 descubrieran una
bahía que denominaron De La Santa cruz, hoy conocida como ciudad de puerto de
La paz.
Desde nuestro mar se carteó el Océano Pacífico.
Amigas, amigos:
Con estas dos historias quisiera ante ustedes remarcar un hecho: son los
relatos los que hacen a nuestra comunidad y esas mismas comunidades las que
narran las historias que escucharemos en este día, porque algo saben ya de las
narraciones del progreso.
Feliz Cumpleaños Monte Albán!