La literatura de la región del Istmo se puede encontrar en la esquina, en los puestos de ‘cena’ donde cada noche las mujeres vuelven a elaborar el intenso relato del pasado o del instante reciente; la narración que va de la fundación mítica de los pueblos a los asuntos cotidianos sin aparente trascendencia; una narración destinada a saborearse, que crece desde las papilas gustativas, que entra por la nariz, la piel y se instala en el alma -los recuerdos- de quien la escucha.
El pensamiento salvaje
Para acercarnos al tema sobre aquello que no tiene respuesta, ¿qué es la literatura? quisiera proponer el camino largo, un largo recorrido para esta tarde en Tehuantepec, que atraviese los conceptos de realidad, ficción y el de los libros en la biblioteca.
Italo Calvino en sus Seis propuestas para el próximo milenio[1] propone “Levedad” como primera propuesta para la escritura futura. Me detengo en esta aseveración: “la escritura futura”; estoy de acuerdo, lo primero que el autor deberá saber es que no escribe para la gente de su época sino para el lector del futuro, el que vendrá. Con este principio -de alguna forma un allegarse a cierta tradición literaria- intento acercarme a la definición de literatura.
Terry Eagleton aclara un poco el punto, dice el crítico inglés, “No existe una forma de presentarlo ‘neutral’ o ajena a los valores”. En la acepción de Eagleton encuentro otro elemento que propongo seguir esta tarde: No habrá manera de abordar el asunto de forma “neutral”; esto es tener entre nosotros un acuerdo, una convención en cuanto a gustos literarios, temas, autores, desarrollos de la estructura. La literatura nace de un acuerdo[2].
Contamos ya con dos elementos para mirar la tarde -uno, el que escribe lo hace para el lector del futuro, dos, parte de un acuerdo del presente para la gente del futuro-, con estos elementos una noche antes de esta conversación me levanto del asiento y voy a la ventana, respiro la noche de Tehuantepec. El pensamiento se pierde entre recuerdos. ¿Quién soy? ¿Por qué este olor, la noche me resulta conocida? ¿Qué me dice la noche de Tehuantepec de los asuntos que esta tarde vine a comentar ante ustedes?
El círculo hermenéutico
Para responder a mis preguntas busco un libro, voy a la biblioteca. ¿Cómo orientarme ante tantos títulos? Dice Roberto Calasso, editor, escritor, que una de las formas para orientarse entre los libros de la biblioteca será seguir la propuesta de Aby Warbur -teórico de los asuntos de la historia del arte-: “la única regla áurea es la del buen vecino”. En la biblioteca perfecta, cuando se busca un libro determinado se termina por tomar el que está al lado, que se revela más útil que el que buscamos. Tenemos pues dos escritores de la tradición latina, italianos que asumieron una lengua nacional en el siglo XIII -Dante pasó del toscano al latín. Y un autor inglés, Eagleton. Descubro pues que esta noche en Tehuantepec tenemos dos tradiciones literarias, o una sola: la europea. ¿Y qué me dice esta tradición sobre Tehuantepec? Escribo en español, que se fundió con nuestra lengua indígena. Y tengo en forma clara algo que brotó de las preguntas. Esta conversación, esta escritura.
El tema de esta charla gira sobre la novela; regreso a la biblioteca, encuentro un libro de ensayos de Virginia Woolf. Con su lucidez, sobria y contundente, la inglesa me orienta[3]: Menciona de los escritores ingleses Brontë, Meredith, Hardy, habla de sus alcances y sus limitaciones. De su forma de novelar. Habla de Foster, “que puede visualizar a los novelistas ingleses como si flotaran esa corriente que se lleva por delante a todos sus hijos a menos que anden con cuidado”. Foster -dice Virginia- posee el arte de decir cosas que permanecen en la memoria”. Anticipa, a través de su tradición literaria, que la ficción abordada en los libros “pasa por aprietos”.
Así pues, encuentra que “no se han encontrado reglas fijas que sean aplicables” y de una buena vez”, la novelista inglesa adelanta: “la ficción le abre camino a la realidad civilizada”, a partir de su texto cruza la calle y enfrenta la ecuación de la teoría literaria desde la obra acera: la realidad. “¿Qué será la realidad? ¿Por qué está ausente de un patrón novelesco y presente cuando algunas personas se reúnen a tomar el té?”
Conclusión
Quizá aquello que conocemos como literatura sea sólo el hecho de sentarse a escribir, concretar en símbolos “aquello que restringe la interpretación”.
La ficción recibe el trato del “parásito” que se nutre de la vida y que “en justa gratitud, debe asemejarse a la vida”. Bajar a la biblioteca, saber orientarse entre libros, tener la fortuna del encuentro requerido hacen la suerte del escritor. La suerte y la desdicha, pienso; porque entre más hallazgos afortunados registre más será el nivel de su exigencia con su propia escritura. Más serán los cuestionamientos hacia su trabajo. Me detengo en esto, creo que en esta tarde fresca de Tehuantepec ya contamos con algunos elementos para dialogar sobre la novela del Istmo, más precisamente, sobre la novela tehuana. Sobra decir que estas palabras son para Angélica, que generosa aceptó compartir con ustedes en esta tarde -toda escritura busca eso, la dicha de crecer en otros ojos para otro tiempo.
- Intervención en el Contencioso de Literatura del istmo de Tehuantepec, celebrado el 26 de dic, del 21.
[1] Italo Calvino, Seis propuestas para el nuevo milenio, Siruela, 1997. “Estamos en 1985: quince años apenas nos separan de un nuevo milenio. Por el momento no veo que la proximidad de esta fecha despierte una emoción particular. De todas maneras, no he venido aquí para hablar de futurología sino de literatura”.
[2] Terry Eagleton, Una introducción a la teoría literaria, Fondo de Cultura Económica, México, 1988.
[3] Virginia Woolf, Horas en una biblioteca, p.230.
- Paul Ricoeur, El conflicto de las interpretaciones Ensayos sobre hermenéutica, Fondo de Cultura Económica, 1969: “Si la hermenéutica es una fase de la apropiación del sentido, una etapa entre reflexión abstracta y la reflexión concreta, si la hermenéutica permite recuperar, por medio del pensamiento, el sentido en suspenso en la simbólica, sólo puede considerar el trabajo de la antropología estructural como un apoyo y no como un contaste; uno sólo se apropia de aquello primero ha mantenido a distancia para considerarlo”. p. 33.