Por desdén diplomático o por razones médicas del presidente Joseph Biden debido a su edad, los desplazamientos y la concentración mental, el caso fue que la Casa Blanca rebajó en nivel de relaciones con México, su principal socio comercial y su vecino estratégico geopolítico vital, al grado de la vicepresidenta que de manera oficial carece de funciones operativas.
Como vicepresidente de Barack Obama en 2009-2017, Biden también fue usado por el presidente para delegar expedientes no prioritarios. En este contexto, el presidente López Obrador pareció entender esa lógica imperial y le dio el avión a la funcionaria.
Biden perdió la oportunidad de encabezar una visita de Estado con su vecino de más de tres mil kilómetros, sin entender que el presidente Donald Trump obtuvo más beneficios con una diplomacia personal. Sin embargo, en la reunión vía internet en marzo entre Biden y López Obrador se vio a un presidente estadunidense ajeno al ejercicio del poder, sin un conocimiento estratégico de la agenda bilateral y sin decisión para usar la relación personal.
La vicepresidenta Harris se encuentra en el peor de los mundos: carece de funciones ejecutivas, tiene que supervisar las reuniones de Biden por los errores de pérdida de la realidad del presidente debido a su edad y en los hechos ejerce la presidencia virtual a la espera de que sea la candidata presidencial formal en 2024.
Lo que firme la vicepresidenta tiene valor de Estado, pero a sabiendas que se debe tratar de compromisos formales. Las verdaderas decisiones estratégicas que no se plasman en documentos son producto de conversaciones privadas. Y ahí la vicepresidenta Harris no asume ninguna autoridad real que pueda ser reclamada en las instancias de supervisión legislativa.
La verdadera agenda de la vicepresidente no fue México, sino Centroamérica. Y llegó con la cartera vacía y con un garrote tipo chipote chillón del Chapulín Colorado: una amenazante decisión de supervisar… la corrupción en los países centroamericanos y México. Y a condición de que no habrá más que cuatro mil millones de dólares en tres años para cuatro países, con el propósito de que el dinero y la honestidad de los gobiernos disminuyan el flujo de migrantes hacia EE. UU. con caravanas formadas por pobres, familias sin futuro, personas huyendo del crimen organizado en sus países y desde luego delincuentes que se quieren colar en territorio estadunidense cobijados por la política de asilo humanitario.
En este contexto, el gran garrote (big stick) de Roosevelt en 1901 para golpear a los enemigos de EE. UU. y someterlos a los intereses estadunidenses se reduce a una presión light en modo Casa Blanca sobre corrupción. En cambio, México de manera histórica ha señalado que Centroamérica necesita de un nuevo modelo de desarrollo y de inversiones industriales. En 1989 el presidente Reagan recibió el Informe Kissinger que concluía que la región centroamericana carecía de viabilidad de desarrollo y que nunca estaría estable. Más de treinta años después Biden concluye que la crisis centroamericana –una zona que, usando el concepto del poeta Roque Dalton, sería la Pulgarcita de las regiones estratégicas del mundo– se resolvería con cuatro mil millones de dólares y la vigilancia amenazante de Washington para que políticos y funcionarios no se roben ese dinero.
En este contexto, el viaje de la vicepresidente Harris a Centroamérica y México fue un fracaso para el presidente Biden, si es que alcanza a comprender y racionalizar de manera estratégica lo ocurrido en estos días en la zona sur del imperio. El tema del narco mexicano y el fentanilo apenas alcanzó una frase en tantos discursos protocolarios vacíos y sin ningún compromiso estadunidense para combatir con fuerzas de seguridad el contrabando de ese producto a EE. UU., el procesamiento y la venta al menudeo en todo el país. La estrategia de narcotráfico de Biden es la misma de siempre: desentenderse de la corrupción estadunidense para contrabando, venta y lavado y centrarse sólo en atender adicciones.
México ganó espacio geopolítico al ser sacado de la agenda geoestratégica de la oficina Oval de la Casa Blanca y arrinconado en la Rotonda del Observatorio No. 1, residencia de la vicepresidenta estadunidense lejos de la Casa Blanca. En entre cuando menos diez expedientes sensibles que Biden le ha encargado a la vicepresidenta Harris, el de México en realidad no es prioritario.
Al final, la vicepresidenta ya dijo que no ha viajado a la frontera desde que le asignaron la tarea, pero no importa porque también ve asuntos europeos y no conoce Europa.
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Política para dummies: La política es cuestión de jerarquías. Faltaba más.
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