Las informaciones se han conocido a pedazos: de un lado, el interés parcial del nuevo gobierno PSOE-Podemos con intereses ideológicos sólo en la Venezuela de Maduro y en la Bolivia de Evo Morales, ambos en repliegue. De otro, una canciller española experimentada en comercio. En medio, una Iberoamérica jaloneada por problemas de democracia y un gigante estadunidense que sigue viendo a los países abajo del Río Bravo como su “patio trasero”.
El periódico El País dio una información en ese contexto: la nueva ministra de Relaciones Exteriores, Arancha González Laya -enimagen de portada-, reorganizó la dependencia y prescindió de la Secretaría de Estado para Latinoamérica como oficina de vinculación política estratégica, para consagrarla a temas de cooperación económica y comercial. Nadie desdeña la necesidad del comercio para ayudar a muchas naciones a salir de niveles bajos de desarrollo, pero la relación histórica de España con los países de Iberoamérica y con la comunidad hispana de los EE. UU. es la que establece la identidad cultural.
A 528 años de la articulación España-América y 210 años de las luchas por la independencia americana del reino de España siguen prevaleciendo los resentimientos. Aunque no hacía falta, el mensaje del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador al reino de España exigiendo una disculpa por la forma de dominación 1492-1810 quiere retrotraer la identidad cultural a 1808-1810. Aquí mencionamos hace poco el enfoque del poeta Octavio Paz en Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe en el sentido de afirmar que España no fue una colonia opresora y esclavizante en América, sino un reino, y que el objetivo de la presencia fue crear en América el Reino de la Nueva España, aunque sin interés por Fernando VII. Al fracasar esa propuesta, México exploró sin éxito la creación del Imperio Mexicano, ofreciendo el trono a Fernando VII. La salida final fue el modelo estadunidense de una república federal, aunque sin estructura histórica.
Antes del proceso de consolidación de su nuevo gobierno, Pedro Sánchez realizó varios viajes a países de Iberoamérica, pero sin una agenda estratégica. Por ejemplo, estuvo en México con el presidente López Obrador. Sin embargo, Sánchez no ha podido construir un discurso de identidad cultural más allá del idioma. Lo que ha salvado la relación ha sido la vinculación literaria. Al final, Sánchez vino en viaje de promoción de negocios sin propuestas culturales.
Iberoamérica se encuentra en el limbo geopolítico, subordinado a los intereses de los EE. UU. en base a la doctrina Monroe de 1823 de que todo el territorio americano es propiedad geopolítica de la Casa Blanca. Las posibilidades de desarrollo de los países iberoamericanos no dependen de su potencial basado en recursos naturales, sino de la exacción de la economía estadunidense. En el siglo XX Iberoamérica es para los EE. UU. una pieza del juego geopolítico ideológico, antes con la Unión Soviética, después con Cuba y ahora por la presencia creciente de China, Rusia e Irán en el continente americano.
El comercio exterior es bajo. México, con un mercado potencial de 120 millones de personas, tiene un intercambió comercial del 1% del total, aunque España ha preferido la presencia de grandes negocios y sobre todo la banca. En cambio, el libre comercio ha sido dominado por la economía y las necesidades de exportación de la economía estadunidense. Los EE. UU. se han dedicado a explotar a los países iberoamericanos como productores de materias primas. Y España no aparece más que en la especulación financiera y de construcción.
La presencia cultural de Iberoamérica fue muy fuerte en años pasados por la influencia de importantes escritores, sobre todo en la segunda mitad del siglo XX: Octavio Paz, Carlos Fuentes, Fernando del Paso, Pablo Neruda, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, casi todos ellos lanzados a la circulación masiva en España vía la representante literaria catalana Carmen Balcells. El llamado boom de escritores iberoamericanos de los años sesenta estuvo determinado por el aprovechamiento del mercado de lectores de España.
Los años que vienen en los EE. UU. con Donald Trump o algún demócrata pintan malos tiempos para la comunidad hispana iberoamericana, lo mismo dentro de los EE. UU. que fuera: en los EE. UU. hay una represión contra el lenguaje español. No debe olvidarse que en materia de deportación de hispanos sin documentos legales fue magnificado nada menos que por el presidente Barack Obama, quien prometió en dos ocasiones regularizarlos y sólo se convirtió en el presidente que más hispanos ha echado del territorio estadunidense.
Los hispanos en los EE. UU., los mexicanos y los iberoamericanos del sur del Río Suchiate necesitan de un factor cohesionador que no se encuentra en el comercio, sino en la cultura. Ahora que España necesita volcarse más sobre Iberoamérica vemos con preocupación que la Secretaría de Estado para Iberoamérica se repliega a negocios, es decir, a intercambio de productos. Las Cumbres Iberoamericanas perdieron su sentido por el descuido del rey Juan Carlos I y por la radicalización ideológica de grupos populistas e izquierdistas que reinstalaron el concepto de conquista.
El rey Felipe VI tendría la responsabilidad de proyectar con mayor fuerza cultural la relación España-Iberoamérica por encima de los compromisos del gobierno PSOE-Podemos con la Venezuela de Maduro y la Bolivia de Evo Morales, sin duda alguna las posiciones políticas más desgastadas, más antiespañolas y menos culturales.
La alianza cultural España-Iberoamérica podría crear un polo, pequeño pero importante, que sirva de dique a la agresión imperial de los EE. UU.
@carlosramirezh
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