Aparte de los sentimientos nacionalistas que en política no existen y menos en estrategias de geopoder y de seguridad nacional, el presidente Donald Trump castigó a México con aranceles por los engaños en la política migratoria mexicana.
El juego de México fue fallido: le apostó a que Trump iba a aceptar el enfoque nacionalista mexicano de migración en el Suchiate, sin entender que el tema migratorio mexicano-centroamericano es clave en estrategia de reelección del presidente de los EE. UU.
O el canciller Marcelo Ebrard Casaubón no ha logrado convencer a la Casa Blanca que es el canciller mexicano o en Palacio Nacional existe una estrategia personal de percepción sobre Trump. En ambos casos, el costo político por una no-política exterior y una no-relación diplomática con la Casa Blanca derivó en un castigo arancelario que fue en los hechos un rechazo de Washington a la estrategia migratoria centroamericana de México.
El gobierno mexicano quedó muy satisfecho con la propuesta de desarrollo de la región centroamericana que presentó la directora de la Comisión Económica para América Latina, la mexicana y ex subsecretaria del gabinete de Carlos Salinas de Gortari, Alicia Bárcena, pero en la Casa Blanca la vieron utópica, muy costosa y sin resultados de corto plazo que le urgen a Trump.
Una cosa es que el nacionalismo mexicano repudie la estrategia de cierre de fronteras de Trump y otra que la Casa Blanca esté harta de las evasivas mexicanas para impedir el cruce de centroamericanos en la frontera chiapaneca, su traslado con apoyo gubernamental a la frontera México-EE. UU. y la facilidad con la que los migrantes cruzan el río y se internan ilegalmente en territorio estadunidense.
La presión migratoria centroamericana ha reventado la estructura de seguridad de los EE. UU. con México. Ahí se localiza el principal reproche de la Casa Blanca. Ven que México ha sido desdeñoso con la aplicación de medidas reales de seguridad en el control fronteriza. Y en Washington están furiosos por la falta de enfoque de seguridad nacional mexicana en su frontera con los EE. UU.
A pesar de las advertencias de Trump, en México supusieron que se trataba de bravatas, sobre todo después de amenazas de cierre militar de la frontera. Al jugar a la estrategia de la orilla –llevar los problemas al borde del abismo y obligar a Washington a ceder–, no vieron en el tablero el tema arancelario, sobre todo después de que Trump distrajo con el anuncio el envío del TCL-2 al Senado estadunidense para su aprobación.
La lucha de estrategias en la orilla del abismo bilateral estaría apostando a que México anuncie algún plan radical para cerrar su frontera migratoria sur y regrese deportados a Centroamérica a los migrantes que cruzaron Chiapas sin documentarse. Si no hay una respuesta migratoria, Washington aplicará el arancel crecente y el daño comercial y sobre todo de estabilidad tendría efectos en el segundo semestre del año, de suyo ya en rumbo a un PIB de 1.2%… y bajando.
México no entendió –no quiso hacerlo o jugó a un poco de desdén exploratorio– el mensaje enviado por Trump cuando el canciller mexicano Ebrard Casaubón llegó el viernes 24 de mayo a la Casa Blanca a entrevistarse con el secretario de Estado Mike Pompeo –por cierto: director de la CA antes de ser jefe de la diplomacia guerrera de Trump– y se encontró con el recado de que el funcionario tuvo otras cosas importantes qué hacer y no podía recibirlo.
El problema radica en que, como todo, la diplomacia mexicana también se maneja desde Palacio Nacional y con criterios unilaterales mexicanos. Pero en respuesta, la Casa Blanca respondió con otro enfoque unilateral: sin anunciarlo antes, Trump decidió el castigo arancelario.
La estrategia comercial mexicana quiso unificarse al designar a Seade, el negociador invitado en el TCL-2 que le tocó al gobierno de Peña Nieto, como subsecretario de para América del Norte en la Secretaría de Relaciones Exteriores. Esta oficina, en realidad, apenas supervisa acuerdos comerciales y su función es –debería ser– la de establecer relaciones especiales geopolíticas y de seguridad estratégica con los EE. UU. Seade sólo sabe de acuerdos comerciales y, en consecuencia, a él se le debe endosar el conflicto arancelario porque no habría cumplido su función diplomática ni comercial.
A su manera, Trump llevó a México a la orilla del abismo: o México cede o la caída arancelaria le costará a la economía mexicana un tropiezo de cuando menos dos años.
-0-
Educación. De los pocos gobiernos estatales que están haciendo parte de su chamba para apoyar la nueva reforma educativa, Guerrero le entró de lleno a la rehabilitación de aulas y escuelas. Guerrero es sede de la segunda sección sindical del SNTE más radica en la CNTE después de Oaxaca. La meta inicial son 171 escuelas. Y en Guerrero existen aulas y escuelas propias del quinto mundo por sus condiciones deplorables en las que los niños toman clases. La siguiente etapa estará en la profesionalización de maestros.
Política para dummies: La política es juego de estrategias, no de sentimientos.
@carlosramirezh