Aún en el hipotético caso de que todo lo publicado sobre la Operación Berlín contra López Obrador en la campaña presidencial del 2018 fuera verdad, nada hay en esos hechos que configure un delito. Lo importante, en verdad, radica más bien en el nuevo papel de los intelectuales ante la crisis de las ideas, el colapso de los partidos y el resurgimiento de los políticos providenciales.
La parte más importante de la participación de Enrique Krauze en el debate electoral no fue –si acaso tuvo alguna– en la Operación Berlín, sino en sus posicionamientos intelectuales como historiador: los ensayos El mesías tropical y El presidente historiador, una extensión más militante, por cierto, de su ensayo-venero Por una democracia sin adjetivos de enero de 1984.
Aunque pueda negarlo, Krauze podría localizarse en el escenario del intelectual orgánico que definió Gramsci vis a vis la sociedad en procesos de cambio. El intelectual orgánico es el que participa en la reconfiguración de la sociedad desde su espacio cultural llamado superestructura, aliada a la estructura de las clases sociales. Sólo que desde hace tiempo intelectuales activos, críticos y se quedaron sin estructura porque las clases sociales fueron borradas del mapa por la burocracia de los partidos.
El activismo intelectual de Krauze va más allá de sus ensayos y lo condujeron a la participación en el debate de opciones. Intelectuales como Octavio Paz o Gabriel Zaid han escrito ensayos sobre temas de coyuntura, pero los dejan en el circuito de los lectores. Krauze ha potenciado sus ensayos con conferencias, declaraciones y activismo en las zonas de combate político-electoral, sólo que sin la existencia de una base social liberal. Se trataría, por tanto, de un intelectual orgánico carente de estructura, Gramsci señalaba que la suma de estructura de clases sociales y superestructura cultural con intelectuales orgánicos creaban un bloque histórico para el cambio de sistema.
El tema central de la Operación Berlín se localiza en la evidencia de que la dinámica de las clases y los partidos entró en una zona de dominación institucional –antes fue el PRI y hoy Morena, con el mismo presidencialismo dominante y absolutista– que ha llevado a algunos intelectuales a entrarle al debate de trincheras de poder. Ya no se trata del intelectual y el poder –diría Paz– como una “pasión desdichada”, sino del intelectual activo en el debate de las coyunturas sin perder su distancia del poder.
En 1996, antes de la debacle del PRI 1997-2000, Krauze escribió un ensayo en Proceso: Los intelectuales y el Estado: la engañosa fascinación del poder, y su último párrafo fue una definición propia:
“La clave –como escribió Cosío Villegas– está en “rehusarnos a participar en un juego cuya primera ‘regla de caballeros’ es renunciar a ser intelectual”. Ni príncipes poetas, ni avatares del cihuacóatl, ni letrados de la corte, ni teólogos del dogma revolucionario, ni consejeros áulicos, ni gallos que quieran máiz, ni agarrados de las tripas, ni firmantes de pactos tácitos, ni becarios del presupuesto, ni embajadores de lujo, ni ministros sin (o con) cartera, ni viajeros de primera clase en “aviones de redilas”, ni tinterillos a sueldo, ni ideólogos, ni voceros, ni asiduos. La misión de los intelectuales no es gobernar, sino criticar”.
Y ahora llegó el paso adelante: hacer activa su crítica, porque los ensayos de los intelectuales suelen ser botellas echadas al mar. Ahora no, ahora se trata de un activismo crítico, ante la ausencia de partidos reales, la carencia de una sociedad liberal activa y el alejamiento de los ciudadanos de la política a la mexicana. Y se ha tratado de un activismo sin partido, en nombre del pensamiento liberal democrático, o jugando con sus propias palabras, un activismo sin adjetivos.
Octavio paz escribió al final de Posdata: “En nuestra época la imaginación es crítica. Cierto, la crítica no es el sueño pero ella nos enseña a soñar y a distinguir entre los espectros de las pesadillas y las verdaderas visiones, La crítica es el aprendizaje de la imaginación en su segunda vuelta, la imaginación curada de fantasía y decidida a afrontar la realidad del mundo. La crítica nos dice que debemos aprender a disolver los ídolos: aprender a disolverlos dentro de nosotros mismos. Tenemos que aprender a ser aire, sueño en libertad”.
Krauze ha ejercido la crítica al PRI, al viejo PRI, al ancien régime, al modelo autoritario priísta; ahora endereza esa crítica al modelo político de Andrés Manuel López Obrador y su proyecto de poder, el cual, desde el punto de vista del historiador, reproduce los viejos de ese PRI que se niega a morir. En este punto pone énfasis Krauze como critico del poder, no un posicionamiento como presunto candidato presidencial en el 2024, algo que negó con fuerza en elecciones presidenciales anteriores.
La campaña mediática contra la conspiración de la Operación Berlín 245 quiere distraer el debate sobre el proyecto político de López Obrador. Los intelectuales tienen la función de agitar conciencias y desperezar realidades. Ahí es donde hay que analizar –no juzgar– a Krauze: sus ensayos críticos reabrieron el debate sobre el corto plazo mexicano, pero ahora se quieren tapar esos espacios.
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Política para dummies: Muchas veces la política puede ser la inteligencia.
@carlosramirezh
—30— m Shadin