Coco | Amor en braille | Perdidos en París | Geotromenta | Los Meyerowitz: La familia no se elige
JOSUÉ SALVADOR VÁSQUEZ ARELLANES
⋆ ⋆ ⋆ ⋆ Deje todo y corra a verla
⋆ ⋆ ⋆ No se la pierda
⋆ ⋆ Vale la pena
⋆ Puede verla
- No se moleste
- • Evítela como la plaga
Porque así son los perros, buenos amigos.
¿Cómo tu perro?
Sí, como Jack’s Perrou
Q.E.P.D.
El Entremés
⋆ ⋆ ⋆ No se la pierda
No es que es algo que deba de ver, pero si ya decidió ir a ver Coco, traté ya ni siquiera de llegar temprano, sino a tiempo, sobre todo si va con niños: hijos, sobrinos, nietos, inquilinos, hijastros, “bendiciones”, chaperones… o no sé qué; ya que antes de la película hay un cortometraje navideño con los personajes de Frozen. Así que esas ‘criaturas’ con las que va se lo agradecerán.
Ya que si va sólo o sin niños, tiene ese margen de tiempo para comprar y/o colar palomitas o chucherías.
El Plato Fuerte
⋆ ⋆ Vale la pena
Tan escéptico como quien va a comer una hamburguesa con guacamole, así fue éste Cinéfago a ver Coco, la nueva película de Pixar que a todo México le va a encantar, y de la que salí, debo admitirlo, menos escéptico pero tampoco tan creyente.
Coco es un gancho al hígado, duro y limpio, al público mexicano, dándole en donde más le duele, en el pilar de las familias mexicanas: las abuelas. Muchas de las personas que tengo la fortuna de conocer, tienen o tuvieron una relación estrecha con sus abuelos, siendo la figura de la abuela una de las más respetadas y queridas, la que representa sabiduría, tradición, y el último eslabón con nuestro pasado aquí en la tierra.
Así que cómo no encantarse con una película que gira alrededor de esta figura, al menos que como éste Cinéfago, literal (y figuradamente), no haya tenido o no tenga abuela(s), lo que me hace un poco menos vulnerable a este gancho, y lo que nos permite poder verla con cierta objetividad.
Lo que es indudable es el gran inicio que tiene la película, al contextualizarnos no sólo en la historia sino en el marco en el que se da, la festividad de los Muertos, a través de una animación que simulan e papel picado. Tan bien efectuado que hacen reducir todo escepticismo y dejarse llevar por la historia.
Mis alumnos, jóvenes entre 19 y 20 años, estaban emocionados de poder ir a ver esta película, argumentando que los creativos de Pixar se vinieron a vivir a México casi 2 años para poder empaparse de la cultura mexicana. Y sí, es un excelente trabajo de apropiación de los elementos culturales de la idiosincrasia mexicana, y de la festividad de Muertos, que aunque raya en lo barroco, lo saturado, tampoco es que le sobren cosas. Y es que eso es el mexicano, un amontonadero de un sinfín de apropiaciones heredadas y adquiridas, que le dan sentido a su existir o a las que trata de dar sentido durante su vida.
Lo interesante es saber cómo público de otros lugares, de otros países, entenderán está película y todas los “chistes locales” de la que echa mano como el famoso, certero y siempre infalible, “chanclazo”. También se echará mano de otros estereotipos pero que apelan a la parte emocional del espectador dentro de una fiesta que muchos respetamos y disfrutamos, de tal manera que no se cuestionan.
La historia no es nueva, pero es muy efectiva al cumplir con el esquema de “El viaje del héroe”: Miguel se sitúa en un mundo ordinario, y es llamado a la aventura, dudará de dicho llamado, pero comenzará una travesía por umbrales (el mundo de los muertos), donde conocerá a sus aliados, enemigos y enfrentará pruebas; y le será revelada una verdad, que hacen que algo en él muera y que al mismo tiempo lo harán resurgir, adquiriendo un nuevo conocimiento (una verdad), que lo llevarán a una lucha final para finalmente sucumbir o vivir, para finalmente retornar al mundo ordinario pero con el elixir del conocimiento de su verdad.
Y es que aunque la historia se vuelve predecible en varios momentos, es a lo que llamo el efecto bet-seller: ¿a quién no le gusta ir haciendo suposiciones sobre la trama de la historia, y que la historia misma las vaya confirmando? Y es que cuando esto sucede el espectador-lector se dice a sí mismo: “ajá, tenía razón”, y dígame, ¿a quién no le gusta tener la razón?; y que en el peor de los casos, lo ande pregonando durante toda la función en la sala de cine: “ya ves te lo dije, el Charolastra es el papá”. #GiñoGuiño
Es decir, fórmula ya conocida y efectiva, más un buen trabajo de dirección de arte como sólo un presupuesto como el de Disney puede dar, más excelentes gráficos y animaciones como sólo Pixar ha perfeccionado, lanzados en las fechas correctas, dan como resultado un éxito en taquilla. Los expertos tiene un nombre, anglosajón, para esto: marketing.
Lo cual no está mal, pero esperaría que así como mis alumnos mueren por ir a ver Coco por sentirla tan “mexicana”, así mismo se animaran a ver todas las producciones nacionales, comerciales y no comerciales, en las que también hay mucho talento involucrado, tanto nacional como extranjero; y que a veces son películas que les cuesta tanto llegar a tan pocas salas de cine, que es triste ver cómo, al igual que muchos de nosotros, pasan y mueren en este mundo sin dejar algún rastro.
Porque más allá de lo que hagamos en este mundo, lo que trasciende, el último derrotero, la última frontera a la que nos enfrentamos, es poder vivir en la memoria de los otros. Vivir en el recuerdo de alguien, en su memoria, nos hace pensar que no hay peor muerte, más que la material, que la de ser olvidado, que la de no ser recordado. Porque una vida, además de lo que hacemos y decidimos, también se construye a base de recuerdos.
El Postre
⋆ ⋆ ⋆ No se la pierda
Y aunque a destiempo pero al fin llegó Amor en braille, película francesa sobre un amor adolecente, pero que no por ello resulta boba, sino todo lo contario, tendrá ante sus ojos una historia amena, divertida y original. Y es que como dice la sabiduría popular: “No hay peor ciego que el que no quiere ver”. Así que haya de usted si se la pierde.
No por eso está exenta del por antonomasia tema en las historias de adolescentes: el primer amor. Pero más allá de caer en las convenciones de lo que podría ser cómo dos chicos se enamoran, lo sobresaliente es la condición de uno de los personajes que será el marco en el que se desarrolle esta historia.
Marie es una chica de 12 años que quiere ser chelista, pero una enfermedad ocular degenerativa, hacen que sus padres la quieran mandar a un instituto para ciegos. Sin saber (o sabiéndolo, quién sabe), que terminará enamorándose, hará que Víctor, un compañero de clase, pase de ser su involuntariamente lazarillo, a ser su amigo y por último su amante… digo, su primer amor.
Y más allá de retomar el tema de cómo el mundo de los adultos no comprende el mundo de los adolescentes, o de cómo estos últimos comienzan a crecer y a decidir por ellos mismos, lo conmovedor es ver cómo dos personajes que pudieron haber sido o son discriminados en su entorno escolar o social, él por ser “medio burro” y ella por su enfermedad, eso no exime que sean seres humanos con problemas y necesidades tan humanas como las de cualquier otro, y que quizá lo único que se necesita es poder entablar los adecuados puentes de comunicación.
Porque al final de cuentas eso es el sistema Braille, otro idioma nuevo, otra forma completamente distinta de poder comunicarse, más allá que si lo usan o está enfocado para personas con problemas visuales (y mire que tome un par de clases y no es nada fácil).
Y es lo que pasa entre Marie y Víctor, logran ver las necesidades del otro, y ponen en la mira las oportunidades y fortalezas de cada quien, apoyándose mutuamente para lograr lo que cada quien busca (al menos ella); pero sin importarles, sin mirar la condición del otro.
Porque al final de cuentas el amor es así, ciego, pero palpable, como la escritura braille.
La Gula
⋆ ⋆ Vale la pena
Soy muy malo para mentir, así que le soy honesto, fui a ver Perdidos en París, y me dormí en una parte de la película. No porque estuviera aburrida ni porque fuera mala, sino porque iba desvelado y la comodidad de la butaca, la semioscuridad de la sala y la cuasi anuencia de personas, vencieron a mis párpados. Todo fue algo fisiológico, porque ganas me sobraban de ver la película.
¿Por qué valdría la pena ver Perdidos en París? Pues porque aunque es un tanto obvio, lo que intenta la película es no sólo contarte una historia, sin rescatar retomar, apropiarse de la forma clásica en la que se hacía comedia, a partir de gags bien planeados y ejecutados, como los que Chaplin, Keaton o Mr Bean han logrado volver inolvidables.
La vara con que se mide la misma película es alta, pero la intención de querer rescatar un aspecto que le dio esencia a la comedia del cine es tan válida como las risas que logra sacarte. No es la comedia del año, pero es mejor que algunos desastres en cartelera. Como por ejemplo…
El digestivo
- No se moleste
Y pues aún un tanto friqueados que por los sismos o que por las réplicas, muchos valientes o sin que hacer (yo fui porque es mi labor como Cinefágo), nos animamos a ir a ver Geotromenta, película de ciencia ficción que lllama(ba) la atención por el enfoque de su tema: el humano (jugándole como siempre a querer ser Dios) capaz de poder controlar el clima de la Tierra.
Obvio EU es la mano de Dios, pero los vicios humanos como la ambición por el poder, nos recuerdan que no somos más que simples intentos de Ícaros posmodernos, con más tecnología pero tan ingenuos y tan vulnerables como nuestro primer día en este mundo.
Así que ni el protagónico de Leonidas vuelven épica esta mediocre película que tenía todo para poder hacer, sino es que al menos lanzar, pequeños visos de la relación que guardamos cada quien en nuestro actuar diario y el medio ambiente, la condición en la que tenemos al planeta, o el papel tan vulnerable que tenemos en una Tierra que tan fácil podría prescindir de la humanidad.
Pero no, lo que decidieron hacer es usar la premisa del control del clima para poder contar de lo que más les gusta hablar o preocuparse a los gabachos: historias sobre espionaje y conspiraciones que pone en peligro a su democrático y siempre salvador país, suponiendo que será la tecnología la que nos salve de las furia de la naturaleza, y no nuestro actuar diario a conciencia.
Que mire, lo que vemos en la película es que los que se salvan son los empresarios árabes que están en lo más alto del edificio Burj Khalifa de Dubái, porque los ciudadanos de a pie pues nada más no. Así que la moraleja es: en caso de desastre natural se salva o quien trabaje para el Gobierno, o quien tenga el control de la tecnología o del dinero. Ah sí, o si tienen un perro todo feo. Y es que termina la función y no sabes qué es peor, si una posible Geotormenta, o que Eugenio Derbez salga en la película. #ÓigameNo
Dice mi amigo que la quiere ir a ver en 4DX, ya sabe, que por el asunto de los efectos de agua, aire y movimiento; pero créame, no hay que ir tan lejos, deje de usar suéter en la mañana o en la noche y sentirá todo el rigor de la Madre Naturaleza. Además nada más 4DX que lo que nos tocó vivir el 7, 9 y 19 de septiembre. Más bien lo que se debe volver y mantener como 4DX es el apoyo a los damnificados que aún no salen de ésta.
La Sobremesa
⋆ Puede verla
Pese a que va a subir sus tarifas, Netflix sigue dando de qué hablar, sobre todo en el pasado Festival de Cannes [no de canes, no de cans, ni de can (lat)], donde causó polémica con dos de sus producciones originales: Okja (que ya se comentó en esta columna y que puede leer aquí), y Los Meyerowitz: La familia no se elige, que le valió una ovación de pie al mismísimo Adam Sandler. (“O ya no entiendo lo que pasa, o y ano pasa lo que entiendo”).
Paradójico, pero al igual que la película del Plato Fuerte, en Los Meyerowitz el asunto de la memoria cobra un papel importante en una familia, tan disfuncional como la suya o la mía, al momento en que el legado de un padre está a punto de desvanecerse junto con él, y que obligará a dos hermanos y un medio hermano, a tener que limar sus rivalidades, rencores y traumas; producto como siempre de los actos de los padres.
Basada principalmente en el diálogo, en un tono de humor parco y seco, sin mayores intenciones que hacer ver la condición decadente de sus personajes más que hacer reír, y por momentos ofrecernos situaciones conmovedoras, la película gira en torno a qué es lo que nos une y qué es lo que nos separa de nuestra(s) familia; cuáles de nuestras decisiones afectarán a los que nos rodean, y cómo eso repercute en la vida adulta en mayor o menor medida. Pero también la posibilidad que se tiene de poder afrontar todo eso con algo tan simple como son nuestras acciones, y el sentido que les damos a éstas. Porque ya sabe lo que dicen: “infancia es destino”. Pero como dice Borges, un hombre más que su destino, son sus circunstancias.
#BonAppétit
*Cinefágo: El que tiene el hábito de comer y devorar cine. #SeValeLaGula
Titulo retomado de un tuit de @MelinaAcevedo