En fechas recientes un grupo de personajes de la política del municipio de Juchitán, en la región del Istmo de Tehuantepec, hicieron publicar en periódicos y redes sociales una Carta donde protestan por los nuevos pilares de la Casa de la Cultura de la localidad.
Con la carta surgió el debate, la polémica entre grupos a favor o en contra de los nuevos pilares que sostienen los corredores de la Casa de la Cultura.
El debate en tiempos de pandemia resulta temerario porque distrae los esfuerzos que se realizan para superar las horas de contagios y fallecimientos; pero, al final, podría resultar algo bueno, nos permite durante la emergencia de salud mirar las distintas caras que tiene la realidad.
Vamos por partes, dijo mi amigo Jack.
La figura de la protesta es una realidad del lenguaje, ni siquiera es una forma de expresión de quien o quienes la redactan y quien la publica, es algo que se da en la forma del lenguaje escrito. Las formas escritas existen con y sin los firmantes, pongamos por caso que la figura de la Carta de Protesta, que es un modelo, un machote que se rellena y se hace circular.
Poco menos que un libelo, de causas pueden diversas, suscrita por nombres con intereses conocidos como los abajo firmantes.
En la Carta Abierta de Juchitán un grupo de personajes ligados a la Coalición Obrero Estudiantil del Istmo (COCEI) habla de una modificación arquitectónica en la reconstrucción de la Casa de la Cultura, afectada por los sismos de 20017, el cambio de los pilares de concreto y ladrillos por una estructura madera. Este es el hecho de protesta en la Carta, la inconformidad por aquello que los firmantes dicen es un ataque al patrimonio edificado.
La Carta Abierta es una carta muy utilizada por políticos, gestores y promotores culturales en Oaxaca, en ésta que nos ocupa se menciona con insistencia un nombre: Francisco Toledo. Y la historia de Juchitán y Toledo nos da pie para acercarnos a la realidad real, no a la realidad formal de la Carta.
La primera acción de Toledo, a su regreso de sus estudios en París, fue apoyar el desarrollo cultural de Juchitán, donó su acervo de obras plásticas, hizo gestiones ante Bellas Artes para que el pueblo tuviera Casa de la Cultura. La historia es vieja, pero rememoro: lograda la Casa de la Cultura, en el poder Leopoldo de Gyves dirigente de la COCEI, Toledo se marchó de Juchitán. El pintor Soid Pastrana, regidor de Cultura en el Ayuntamiento, le organizó en Juchitán los festejos por el 70 aniversario del maestro, pero Toledo no asistió.
¿Por qué se fue? Su esfuerzo estaba con esa localidad, sus trabajos de promoción cultural. ¿Por qué se fue si la COCEI ya estaba en el poder municipal? Los gobiernos coceistas se sucedieron por treinta años consecutivos, sin rendir cuentas, no le agregaron ni una piedra, ni un ladrillo a la Casa de la Cultura gestionada por Francisco Toledo.
Jack insiste en retomar los comentarios de la estructura formal.
Regreso al presente, la reconstrucción del edificio Casa de la Cultura, regreso a Juchitán, el año del sismo: 2017. La administración de Gloria Sánchez López, hermana de Héctor Sánchez López, fundador de la COCEI, estaba cuestionada por el uso de los millones de pesos que habían pagado las empresas eólicas como “cuota” municipal. ¿Dónde quedó ese dinero? Llegó el sismo, la destrucción, la emergencia, la presidenta abandonó el puesto para ir a la campaña por un escaño en el Congreso local; de la reconstrucción y de los recursos, nada se supo, dejó el pueblo en ruinas.
La emergencia, lo comprobamos todos en este presente de terror, causa olvido.
¿Por qué los abajo firmantes no le reclaman a Gloria Sánchez la falta de definición para destinar prioridades, recursos y rendición de cuentas?
Gloria Sánchez dijo que el terremoto destruyó todo, hasta la nueva obra del drenaje que había realizado Mariano Santana. Claro, volvieron a pedir recursos para el drenaje.
Ahora discuten por unos pilares, aluden al daño de “su patrimonio edificado y emocional”.
Juchitán se manejó -se maneja- como una ínsula. Llegó el sismo del 17, muchas fueron las naciones y los grupos empresariales que bajaron recursos para la reconstrucción. La Fundación Harp se comprometió con dos obras, la biblioteca y la Casa de la Cultura; decidió aplicar recursos, dar respaldo a la cultura municipal. Pero con una ruta de trabajo: no tocarían ni un peso los coceistas.
Hay gente que habita el pasado, que vuelve con los mismos métodos del chantaje, las mismas formas.
El formato de la Carta Abierta resulta un hecho del lenguaje, una forma del lenguaje narrativo. Se publican muchas, de asuntos varios. La forma específica del lenguaje, como un poema, una reseña, una novela, la puede escribir cualquier persona. El en caso de la apasionada protesta por el cambio de los pilares que sostienen el techado -el cambio de ladrillo a madera- da el motivo para que los abajo firmantes vuelvan a escena.
Pero olvidan un pequeño detalle: la reconstruir hace falta dinero.
El dinero para la reconstrucción lo aplican particulares porque el gobierno municipal, el estatal y el federal no se ocupan de los trabajos de la reconstrucción (su argumento es el siguiente: no hay dinero).
Los gobiernos levantan su narrativa desde el presente, el discurso; los hechos del pasado poco o nada les interesan, más si se trata de liberar dinero. Que se ocupen otros, parece ser su pensar, su decir. Hay gente que habita el pasado. En Juchitán las aves de hace treinta años conocen el olor del dinero y quieren volver con un nuevo argumento: ¿dónde quedaron los pilares de la Casa de la Cultura? ¿Por qué no nos consultan? parece ser el temperamento que los anima.
Levantan polémica donde están las cosas muy claras.
En Oaxaca, entidad de tantos rezagos y carencias, de pronto, inesperadamente a los políticos les dio por apoyar al sector Cultura. Descubrieron que también ahí se liberan cuantiosos recursos, y se arrojan al abismo de las protestas, abrigados por sus banderas.
Jack dice, complacido:
Bien.
Vaya, vaya.