Trepamos a Monte Albán. Al llegar a la Tumba 5 tenemos el presentimiento que bajo nuestros pies se levantan escalones de seis ciudades que otros también llamaron Monte Albán nos agobió.
Como si el rayo que te libra del mal existiera, como si los dioses hablaran para ti, como si el Demonio murmurara a tu oído, “escucha esto”.
La espina de pescado brilla opaca como un campo de concentración entre la niebla.
Sobre la página legal del libro del escritor aquincense Imre Kertész, encontré un apunte hecho a lápiz -lo menciono de memoria, extravié el libro en un cambio de casa-: “una espina de pescado atravesada en la garganta”.
Lo mencionó Kertész, “atravesada en la garganta”.
Así las ruinas de Monte Albán para los gobernantes actuales -y para los escritores oaxaqueños que se atoran ante su nombre, impotentes; algo se les atora, se quedan mudos.