Fotografía: DIEGO DÍAZ
OAXACA, Oax. (sucedióenoaxaca.com).- Escribió Octavio Paz que «Para el habitante de Nueva York, París o Londres, la muerte es palabra que jamás se pronuncia porque quema los labios. El mexicano, en cambio, la frecuenta, la burla, la acaricia, duerme con ella, la festeja, es uno de sus juguetes favoritos y su amor más permanente. Cierto, en su actitud hay quizá tanto miedo como en la de los otros; más al menos no se esconde ni la esconde; la contempla cara a cara con paciencia, desdén o ironía».
Y en Oaxaca, no solo eso, además, a la muerrte se la embellece. A la «huesuda», como se la llama jocosamente, se la viste de tehuana, de china oaxaqueña, de danzante de la pluma, de tiliche de Putla de Guerrero, de mujer serrana.
Pero la estética también se encuentra en todos y cada uno de los elementos que componen la ofrenda: en la colocación de las flores de Xempasúchitl y borla; en los panes y en los utensilios en los cuales se sirven cada uno de los manjares, cuya esencia, según la creencia popular, es absorbida por las almas que llegan de visita por estos días.
Así, podrán sentirse como en casa don Enrique Audiffred, estudioso y amante del arte popular, y uno de los fundadores de ARIPO, o el maestro Jun Manuel García Esperanza, artista de la filigrana, bordador de hilos de plata, quien falleció en enero de este año a causa de la pandemia. Lo mismo aplicaría para los maestro Magdaleno Fabián Melchor e Isidro Cruz.
Además de las obras galardonadas en diversos materiales como textiles, barro, fibras naturales, madera, hueso, carrizo, y cantera, entre otros, se exhiben la mayoría de las creaciones de las y los participantes de dicho concurso, las cuales se encuentran a la venta.
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