JOSUÉ SALVADOR VÁSQUEZ ARELLANES
Título original: La camarista
Año: 2018
Duración: 102 min.
País: México
Dirección: Lila Avilés
Ir al cine de entrada ya es un acto voyerista, y quien hace un cine intimista como el Lila Avilés en La Camarista, entiende que gran parte del sentido de las cosas radica en saber observar los detalles; y que el cine como el teatro, es una ventana para experimentar otros orbes, otras vidas, o en este caso, una vida encerrada en un mundo lleno de detalles, que a simple vista parecen nada, pero que con la mirada precisa, se entiende que lo son todo.
Aunque tímida, Eve cumple no sólo con las aptitudes de toda buena camarista: disciplinada, puntual y con un gusto por la limpieza; sino también con todas sus funciones de una manera meticulosa y vigorosa si es necesario. Sin embrago la vida de Eve se reduce a un constate tocar de puertas esperando que al menos una de ellas se abra: la de querer ser promovida a un mejor piso, o conseguir ese vestido rojo que alguien olvidó y no reclamó, la de querer estar con su hijo al que no ve por días y al que sólo oye por teléfono, la de querer estudiar y culminar la escuela abierta, o incluso, uno nunca sabe, la del amor.
Avilés emplea toda su formación actoral al proponer una narrativa visual basada en los planos fijos y prolongados, con tomas sumamente cerradas para mostrarnos acciones completas incluso con cuerpos que desbordan el encuadre, y que suceden en espacios interiores que nos sumergen en el accionar diario, repetitivo e interminable de la camarista. Aunado esto a un uso de profundidad de campo para que el espacio y la otredad se desdibujen, adquiriendo nitidez sólo en momentos en los que Eve se permite o tiene que romper su burbuja y abrir su soledad.
A estas alturas de la historia ya nada nos es indiferente y todo parece tan cercano, que donde creíamos que una puerta se cerraba para dar apertura a otra, resulta que junto con Eve nos percatamos que en este sitio, donde el día y la noche parecen interminables y siempre el mismo, las puertas como las ventanas no sólo conectan espacios y personas, sino que también las dividen, incomunican, encierran.
Aunque quizá lo interesante radique en eso, en nunca dejar de tocar puertas.
*Cinefágo: El que tiene el hábito de comer y devorar cine.