“Vivir y morir jugando béisbol”
-Alfredo Harp Helú
Cuando comienza la temporada hay mil y una ideas sobre qué sucederá este año y todos los asiduos al deporte de la bola de las 108 costuras comenzamos con un ritual casi religioso sobre planes para lo que corresponde. “Este año quiero visitar todos los estadios”, “Esta temporada voy a aprenderme las reglas”, “Este año ya voy a apostar en serio”. El aficionado de cada equipo se prepara para lo que espera de su escuadra e incluso los sotaneros, aquellos equipos que en algún momento fueron leyenda esperan despuntar, volver a ser clásicos y revivir aquellos momentos de gloria.
Para el aficionado de la tropa bélica sin embargo parece haber un ritual en especial, una expectativa por cumplir y revivir aquel año sagrado en el que se levantó el campeonato de manos del “Almirante”.
En tierras Zapotecas sabemos que podemos llegar a playoffs, es casi un requisito de cuna, por lo que el objetivo es aun más específico, un tema de familia por verlo de cierto modo, atiborrar el estadio bajo cualquier circunstancia y vencer al acérrimo rival, poder destronar al hermano mayor y sacar de su infierno a los pingos, los últimamente tan temidos Diablos Rojos del México.
No es para menos, es un equipo de historia, de cábala, no juegan a perder y en su objetivo siempre permanece ver el infierno arder, hacer las cosas a la diabla…
Quienes son hermanos menores lo saben mejor, no hay peor que vivir a la sombra del primogénito, que exista un estándar no por lo que has hecho sino por lo que hizo alguien más antes que tú, y que, como en tantos otros deportes, papá tenga la tan deseada casaca partida, con los dos escudos, con los dos colores. Es el único que nunca pierde.
Un momento histórico del béisbol
2025 llegó con muchas sorpresas, una de ellas fue el boom del deporte de pelota, en sus ramas varoniles y femeniles, con estadios atiborrados y cada vez más aficionados. Los puristas desgastan sus lenguas al asegurar que es solo un momento de moda, que quienes asisten ahora solo van a embriagarse, tomarse la selfie y no saben quien mete gol o por qué no hay tiempo reglamentario. Por el contrario quienes apoyan la expansión del béisbol celebran que deje de ser un deporte relegado, y es que el fútbol ya es más negocio, más chanchullo, y ya da pereza (ojo aquí diablos) que siempre gane el mismo.
Lo cierto es que un deporte familiar, matemático y hasta religioso es ahora del agrado de tantos y vaya que es agradable mirar a mas niños, a mas señores a más jóvenes asistir al estadio, comprar los boletos, corear las canciones y celebrar los hits de quienes son puramente atletas profesionales y sobre todo ejemplos para la sociedad que añoramos en un país de desilusiones.
Guerreros vs Diablos
Pero volvamos a lo que nos trajo a este momento, ya se habían visto las caras en una serie anterior en el Harp, estadio hogar de los rojos, y ahora Oaxaca presenciaba una edición más de lo que los titulares llamaron “La Guerra del Sur”. El primer juego no decepcionó y aunque los Diablos resultaron victoriosos no se fueron sin probar el madero, los guerreros dieron batalla.
Para el segundo juego las cosas fueron diferentes, mucho más emocionantes, los diablos (vaya sorpresa) comenzaron ganando. Aunque lamento rendirme cuenta de que no son los diablos invencibles del año pasado, algo en su rotación de pitcheo no convence y no termina de embonar en un engranaje que busca el bicampeonato. Los Guerreros aprovecharon y empataron para luego ponerse adelante ante un estadio pletórico de aficionados sedientos de revancha, de buen béisbol, porque no se trata de humillar al rival pero sí de hacerle saber que aquí también vuela la bola, y que nos miraremos las caras nuevamente en playoffs.
El tercero entonces se antojaba como carnada para tiburones. A media tarde los medios locales anunciaban que en el templo bélico no cabría ni un alfiler, todas las localidades vendidas y sabedores de que la única localidad disponible sería el cielo, el parthenon zapoteco también quiso hacer su acto de presencia. Bendito entonces el deporte que reúne a mortales con sus deidades juntos, al calor de dos escuadras líderes de su liga, luciendo las armas para más adelante pelear por la corona.
Sentado desde las alturas Cocijo, dios zapoteca del trueno, la lluvia y la fertilidad tomó su lugar para ver bates encendidos y quizá, si se pudiera, poder atrapar una bola de Home Run, con sus tambores se hizo presente para apoyar a su escuadra. Bajo un sostenido telón de lluvia el juego dió inicio y Guerreros de Oaxaca puede presumir que su estadio estaba a tope, nadie temió a la lluvia, todos querían escuchar el play ball.
Los jugadores aguantaron lo debido, los umpires decidieron jugar con la condición adversa y los aficionados firmes ante una lluvia que no daba tregua sostenían sus vasos de cerveza en proceso de diluirse, sostenían sus tacos dorados que más pronto que tarde serían tacos ahogados y entonces, al filo del nervio el Home Run llegó, la afición festejaba como si el sol brillara y entre errores y malos fildeos una carrera más llegó a la registradora.
Pero la lluvia no cesó y fue complicado continuar, el partido fue detenido y una inmensa lona cubrió el diamante. Entonces, a boca de quienes decidieron aguantar en su asiento con una sonrisa y ganas de que el evento continuara comenzaron a rumorear “Así se diferencian los verdaderos aficionados de los que vienen por moda, nosotros resistimos, no tenemos por qué convertir los pasillos en cantina o simplemente huir” y la afición se partió en dos, quienes eligieron permanecer en sus asientos viendo el espectáculo de las mascotas mojándose y deslizándose por la cubierta del campo y los que eligieron buscar refugio, sumar un par de cervezas a su cuenta o simplemente partir para no volver.
Estoy seguro de que cuando Cocijo, Cozobi y Cozana acudían a los juegos de pelota mixteca celebrados en su honor, no había condición meteorológica que los detuviera de un gran espectáculo, al final el digno ganador sería sacrificado por el bien del pueblo, pidiendo por la lluvia y dando inicio a la siembra, hidratada por la bendición de parte de los dioses benevolentes. Pero los tiempos han cambiado, la sangre que corre por las calles ya no es para disfrute de los dioses y ya no se juega deporte bajo las trombas incesantes.
Para bien entrada la noche parecía que Cocijo se retiraba, la lluvia cesaba y un muy reconocido equipo de mantenimiento del estadio comenzaba las labores para dar reinicio a las hostilidades entre escuadras. Quienes permanecimos pedíamos por mas juego, aquellos que en su pasión al deporte está demostrado en un campo perfectamente arreglado laboraban y fue bien aplaudida su labor, pero la lluvia como bendición popular regresó y es que no se trata solo del disfrute de unos cuantos, una tierra caliente pide por humedad, un clima despiadadamente cálido clama por frescor y un pueblo agradecido entiende que habrá momentos para volver a ver la pelota rodar. Al final de la noche la tromba volvió, había cortes eléctricos en la ciudad y las personas sentían frío, el juego fue oficialmente cancelado sin alcanzar el estatus de oficial y dejando en boca de todos solo un leve sabor a victoria.
La noche sucedió entre viento y agua. Vimos todos un buen juego, el béisbol no decepciona, y como con la cerveza, los tacos o la vida siempre hay oportunidad para otra ocasión, oigan Diablos, nos vemos en PlayOffs!