Rito Marcelino Rovirosa, compositor de más de un centenar de piezas para banda de música de aliento, entre sones, jarabes, valses, marchas, pasos dobles, danzones y misas, nació el 7 de abril de 1908 en Santa María Asunción, Cacalotepec, Mixe, y falleció a los noventa y dos años de edad, el 5 de julio del año 2000, en su tierra adoptiva, Santiago Zacatepec, Mixe, donde fue sepultado entre las montañas al día siguiente.
Sus padres, Marcelino Valentín Rovirosa, campesino, y María Salomé, ama de casa, fallecieron siendo él apenas un niño. Su hermano mayor, Romualdo, le enseñó las primeras notas musicales. Posteriormente, fue discípulo de otros músicos de la región Mixe, en donde la música de aliento se transmite de generación en generación como parte de un sistema de servicio comunitario.
De acuerdo con los usos y costumbres, la ciudadanía de la Sierra Mixe tiene la obligación de tocar, por lo menos, un año en la banda de música del pueblo, de la misma forma que deben dar servicio de vigilancia como topiles (vigilantes o policías).
Don Rito fue integrante y fundador de numerosas bandas de música en la sierra oaxaqueña. Se estima que empezó a componer a los dieciocho años. En particular, se le reconoce por el arreglo del Fandango y Jarabe Mixe, piezas que, al igual que el “Dios nunca muere”, de Macedonio Alcalá, la “Canción Mixteca”, de José López Alavés y la “Sandunga”, de Máximo Ramón Ortiz, son consideradas emblemas de la música tradicional oaxaqueña.
Con base en fuentes orales, se presume que el Fandango y Jarabe Mixe fueron interpretados por primera ocasión en Zacatepec con instrumentos robados de la iglesia de Atitlán, saqueada en 1942 por el cacique Luis Rodríguez, hombre temido en la región mixe por su caudal de crímenes y robos, amén de explotar a sus paisanos a quienes cobraba impuestos y sometía a trabajos forzados
Sin embago, fue este sanguinario personaje, el legendario cacique Luis Rodríguez, quien proveyó a don Rito de papel pautado y tinta para que, desde la cárcel, escribiera las partituras de varias composiciones. También le facilitó músicos e instrumentos para que ensayara sus nuevas creaciones. Las dotes musicales del indígena mixe solían subyugar al cacique, quien se convirtió en su protector y mecenas.
En su vejez, y luego de vivir varios años al lado de su hijo, Pedro Rovirosa, párroco de la comunidad de Zimatlán de Álvarez, en el valle de Oaxaca, el maestro Rito pidió que lo llevaran de retorno a las montañas de la Sierra Mixe para despedirse de sus paisanos y vivir ahí sus últimos días.
Aquí puedes leer la entrevista completa del maestro Rito Marcelino Rovirosa que forma parte del libro «Aproximaciones a la desmesura del alma» de Elisa Ruiz, editado por la Secretaría de las Culturas y las Artes de Oaxaca: https://www.oaxaca.gob.mx/seculta/aproximaciones-a-la-desmesura-del-alma/