ZAGREO Y.
¡Dios vehemente de una raza de acero,
automóvil ebrio de espacio,
que piafas de angustia, con el freno en
los dientes estridentes!
MARINETTI
Es complejo encontrar símiles poéticos que logren brillar cuando se habla de automóviles o carreras de motor. El futurismo no envejeció bien y su desdén al feminismo, junto a la simplicidad de sus composiciones no colocó al movimiento en el centro de las vanguardias.
Aunado a esto encontramos que el mundo automotriz en México ha tenido más relación con los talleres mecánicos, la suciedad y el erotismo que con el glamour de otras latitudes.
Todavía recuerdo que la primera publicación de una mujer semidesnuda que vi fue en un taller mecánico. En ese mismo taller me subí por primera vez en el asiento del conductor de un vochito. Pocos años después, a los siete, choqué ese mismo vochito contra una panadería. Mi precocidad hizo que me enseñaran a manejar a los doce años.
A los quince años tuve mi primer accidente en el Tule. Saqué sin permiso el chevy de mi tío Héctor y rayé la puerta al golpear un volteo. Escapé y pasó un año para que volvieran a dejarme conducir un carro. Ya con dieciséis años tuve mi primer gran accidente. Cuando ampliaban el antiguo camino a Tlacolula sufrí una volcadura cerca de Teotitlán. Venía del Istmo y esa era la primera vez que manejaba el trayecto de la mítica Carrera Panamericana.
Otra vez salí ileso y sin multas, sin embargo, el accidente me dejaría secuelas.
Durante años el trayecto que va de Oaxaca a Tehuantepec se fue convirtiendo en el trayecto de mi vida. El mismo pasaje que los pilotos montados en ferraris, mercedes y porsches hacen desde hace décadas, es el que llevó a toda mi familia a salir del pueblo. Es también el camino que recorro mensualmente para ir al campo y disfrutar de la tierra.
Mucho antes de mirar los autos clásicos cruzar el andador turístico o de fotografiarlos en los campos de la UABJO atrás del estadio de beis, recuerdo un accidente en las curvas que llevan de Totolapan a San José de Gracia. El accidente nos retrasó casi dos horas y cuando logramos pasar pude mirar un Studebaker Champion 1953 color blanco siendo arrastrado por una grúa.
Como veinte años después y ya metido en el mundo del periodismo deportivo. Como editor viajé para cubrir un pequeño tramo de la carrera. Hay que decirlo, la Carrera Panamericana es para un público conocedor. Se tiene que salir muy temprano y colocarse en una zona específica para ir viendo pasar los bólidos. No es como una carrera de circuito donde miras pasar en todo momento a los competidores. La Panamericana es un placer de pocos minutos por su naturaleza gratuita para los aficionados.
Por esos mismos años fue sonado el accidente de Víctor Hugo Villanueva, reportero del Noticias de Oaxaca, quien fue arrollado por Hilaire Damiron y Laura Damiron. El accidente le causaría múltiples fracturas, principalmente en rodillas y pelvis.