Si pudiera olvidaría los recuerdos, pero me es negada la facultad del olvido, no lo sé bien, quizá porque resulta imposible desprenderse de las imágenes de la infancia o, tal vez, porque ese tiempo forma algo más que las ociosas palabras de la memoria cuando sean dichas por otro, con sus propias palabras y con esa narración se forme aquello que conocemos como las imágenes de nuestro pasado. Como sea, acá vengo a contar la historia de Adelaido Orozco Peña, el famoso músico de Tehuantepec también conocido por su nombre artístico, el Negro Laido.
– Cuenta, esperamos tu relato.
En Santo Domingo Tehuantepec, en el barrio Santa María Reoloteca, pasaba puntual el tren de pasajeros de las 7:30; venía de Salina Cruz con destino final a Puerto México, Coatzacoalcos, Veracruz. Por unos instantes paraba en el mercadito de Santa María, que a esa hora de la mañana crecía con olores de comida, flores, frutos.
Voces, pregones.
De ese sonido se alimentó Laido.
Del mercadito, unos 20 metros hacia la playa del río -el Guigo Roo Guisii– se abría el atrio de la iglesia de Asunción de María, que celebra sus fiestas patronales el 14 de agosto, cuando en los campos se siembra el Cempaxúchitl, la flor de Muertos.
Una casa de material, con tejavana de dos aguas mantenía abierta sus puertas los siete días de la semana.
Ésa era la casa del Negro Laido, que se ganó el pan como sastre.
Laido fue amigo de mis padres, José y Facunda, que fueron mayordomos de la fiesta de agosto; lo conocieron mis hermanos Miguel Ángel, José Luis, María Guadalupe, finados todos.
Por las tardes el músico arrimaba el butaque a la banqueta -calle Plutarco Gallegos-, capoteaba la hora dura del calor entre puntada y puntada, afuera de casa le gustaba recibir a las visitas, acordar los adelantos de la música, los contratos.
– Famoso El Negro Laido y su Gran Combo.
Hace años llegué a visitarlo, me acompañó el fotógrafo Juan Cortázar, le tomamos una entrevista, Juan hizo fotos con Laido en la sastrería, con la enorme tijera entre las manos, entre cortes de tela.
El Negro tocó el saxofón tenor como Dios. No tuvo competencia.
En el mercadito de Santa María pude ver bailar por primera vez a mi madre. Lo recuerdo. Amenizaba la fiesta de Agosto el Negro Laido (por ahí habrá una foto en blanco y negro de un niño de no más de cuatro años, los ojos abiertos como platos, los cabellos ensortijados; con zapatos tenis Canadá).
¿Cuántos años pasaron?
No quisiera saber. El niño que aparece en esa foto viste pantalones cortos, no aparta sus ojos de la persona que soy, a esta edad -con este oficio de escribir historias.
En la entrevista dijo Laido que le enseñó la música un señor de San Blas, que fue niño abandonado, que trabajó desde pequeño.
Las cosas, la gente, cambian. ¿Y la música? ¿La música también cambia?
No, resulta imposible cambiar el recuerdo que guardamos de esa música, de ese tiempo.
En la cabeza guardo el recuerdo de los bailes donde amenizó El Gran Combo del Negro Laido, su orquesta; en la cabeza tengo la letra de Por cobardía, canción de amor escrita por el Chino Fredy León Coy-Coy.
– Ésa canción la bailaron mis padres.
Escribo Coy-Coy y aparece en el trasto de las palabras la imagen del viejo compositor, su casa de la colonia San Juan, Playa Abierta, en Salina cruz.
La Escuela Secundaria Técnica Pesquera estaba en la misma colonia San Juan, frente a Playa Abierta -una calle sin pavimentar separaba el edificio escolar de la reventazón de las olas-, con la mujer de Coy Coy, Pola, los alumnos comprábamos tortas y refrescos (guardo la imagen del compositor en camiseta sin manga, frente al órgano melódico).
– Era el mar y era la música, eso no se puede olvidar.
Ahora que lo pienso, fueron Adelaido Orozco y Fredy León los primeros artistas a los que pude tratar de forma directa en mi vida, allá en el Istmo de Tehuantepec.
– Ahora sufre enfermedad Laido, duerme en una banca, frente al palacio municipal de Tehuantepec.
– No te creo, Laido tuvo muchos amigos.
Lo dicho, si pudiera olvidaría la historia de los artistas populares del Istmo, me quedaría con el recuerdo de su obra -ayer frente a la pantalla del Karaoke me preguntaron qué canción pedía.
– Por Cobardía, del Negro Laido -dije sin dudar.
Adelaido Orozco Peña tocó en la fiesta de Quince Años de mi hermana Guadalupe, en el Salón Mirna. Mi padre vistió un traje en tono beige, corbata azul cielo, a rayas blancas; relucía la barra de oro del pisa corbata.
– Pude ver su libreta donde escribía las canciones, me dijo que tenía más de 300 piezas.
-Ahora todos están muertos. Excepto Laido, quien espera la muerte recostado en una banca del parque, frente al palacio municipal.