Fotografía | EL PAÍS
Yo deseaba ser rubia, porque mi padre era blanco. En la televisión y en las revistas, vemos que las mujeres bellas son rubias y los hombres guapos son güeritos. Yo aspiraba a verme como ellos, pero era una ilusión porque soy morena, mi cabello es negro.
La nieta del Ticuayo
Mi padre se llamó Allen Downs y mi madre es Anastasia Sánchez Sánchez. Mi padre era biólogo, hizo una maestría en escultura y fue profesor de cinematografía, fotografía, acuarela y dibujo, era una persona multifacética. También estudiaba arqueología. En esos medios se movía mi padre. Su familia era escocesa-inglesa. El apellido Downs es escocés.
Mi madre es hija de los indígenas mixtecos Casimiro Sánchez y Matilde Sánchez. A Casimiro le decían El Ticuayo, que es un gusano negro que tiene muchas espinas. Era un señor muy bravo y de un carácter así, muy fuerte. Ellos, los dos, mixtecos de San Miguel el Grande, un pueblo situado a dos horas de Tlaxiaco, en la región mixteca de Oaxaca.
A mi mamá la casaron sus padres a los 18 años, pero huyó de su marido. Se fue caminando descalza de Tlaxiaco a la ciudad de México y llegó allá sin conocer a nadie; creo que después se enteró de que tenía algunos parientes por allá. Trabajó como doméstica, niñera, y después estudió cosmetología, fue entonces cuando conoció a mi papá. Él estaba haciendo un documental sobre los patos que emigran de Canadá a la Península de Yucatán. En ese momento él era casado pero se enamoró de mi mamá, se divorció de su esposa en los Estados Unidos y se casó con Anastasia. Cinco años después nací en la Ciudad de México. Crecí entre los Estados Unidos y México, tengo doble nacionalidad. Soy hija única; mi madre también es hija única.
La niña morena quería ser rubia
Dice mi mamá que desde los cinco años ya cantaba yo en las reuniones de mi pueblo o cuando llegaba gente de visita a nuestra casa. Después empecé a escuchar discos de Lola Beltrán y a los catorce años inicié estudios formales de canto en la ciudad de Los Angeles, en los Estados Unidos.
La preparatoria la estudié en la ciudad de Oaxaca, en una escuela que se llamaba La Salle y seguí aprendiendo canto con la maestra Reyna Vásquez, en la escuela de Bellas Artes de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, donde estudie tres años. Retorné a los Estados Unidos, seguí estudiando y terminé la carrera de vocalista clásica, que quiere decir cantante de ópera, e hice la carrera de Antropología, en Minessota. Mi tesis para obtener el título de antropóloga fue un trabajo entre filosofía, arte y antropología, sobre los textiles de la etnia triqui de San Andrés Chicahuaxtla.
Esta carrera propició mi reencuentro con mi raíz indígena. Antes había negado esa raíz porque yo aspiraba a ser algo que no era. Mucho tuvo que ver que mi padre fuera blanco y también porque en México somos muy dados a eso. Vemos en la televisión, en los periódicos, en las revistas, que las mujeres bellas son rubias y los hombres guapos son güeritos; yo aspiraba a verme como ellos, pero esa era una ilusión porque yo soy morena de cabello negro. Me pintaba el cabello de rubio y así lo tuve un buen tiempo. Fue cuando estudiaba la preparatoria la época en que sentí un fuerte rechazo hacia mi origen.
Cuando murió mi padre, mi mamá empezó a tener una influencia más fuerte sobre mí. Porque se podría decir que ella estuvo un poco alejada de mí durante mi niñez, por su trabajo y además porque pensaba que mi padre me iba a dar una mejor educación que ella. Para mi mamá que solo estudió la primaria, la educación es muy importante.
Soñé con el Metropolitan de Nueva York
Mi sueño más grande era cantar en el Metropolitan Opera House de Nueva York. Sí, sí, totalmente. Mis maestros estaban muy enojados cuando decidí dejar la ópera. Había ganado una competencia para ir al Metropolitan a competir a nivel nacional y había dado varios conciertos de arias. Me gusta mucho La Bohemia, Carmen y también las óperas de Mozart. Hay obras de Richard Strauss que me parecen increíbles. Pero nunca hice ópera, hasta hace poco que me invitaron a participar en una ópera en Francia.
La música clásica me enseñó a apreciar el poder de la voz; un poder que transforma y que debe ser controlado, porque de pronto, cuando estás cantando ópera, es tan intenso que la voz se apodera de ti, de modo que tú ya no eres ese ser que está cantando, sino el personaje, la obra que se manifiesta y esa es una parte muy profunda de la música que llegué a entender.
No lamento haber dejado la ópera porque el ambiente que la rodea es muy hipócrita. Mi maestro de canto era de Misisipi, un estado muy racista. Había en mi grupo una compañera negra que también estudiaba canto y le hacía comentarios que no me gustaban porque reflejaban discriminación. Además, yo tuve un padre liberal, comunista, y mi madre también es una persona muy liberal; deseaba poner un restaurante nudista en Zipolite. Esos son los ideales que había visto en mi familia y definitivamente no encajé en la ópera, tan conservadora.
Reencontré mi ombligo
Mi ser indígena mixteco, el de la tierra donde está enterrado mi ombligo y del cual ahora me enorgullezco, se empezó a proyectar en mi segundo disco, Yutu Tata, para el cual escribí una serie de canciones en las que narro la mitología de mi gente. A diferencia de la canción zapoteca que se manifiesta de tiempo atrás, permanece y se está cantando continuamente, la mixteca está un poco en el anonimato. Tenemos un banco de canciones, no tan grande como el de los zapotecos, del que extraemos temas, historias, personajes. Con la idea de dar a conocer ese legado hice unas canciones con las formas tradicionales que se manejan hoy en día, como las rancheritas, el corrido, la chilena de la costa, en las que hablo sobre esos temas, historias, personajes.
Sin tener una clara intención de ello, este disco posee un ingrediente espiritual que atrae mucho. Cuando lo estaba preparando, de pronto escribía piezas que hablaban de un misterio que incluso ha influenciado mi religión personal. Ahora cuando le rezo a la virgen de Juquila, le rezo igualmente a la Nube Yerba, eso me ha transformado en lo personal porque me ha acercado a la naturaleza y la percibo tal como la percibía mi abuelita Matilde Sánchez. Ella me platicaba de la culebra que venía y era algo muy bueno. Cuando ella soñaba culebra, significaba que algo muy bueno iba a suceder. Y así ocurría.
De modo que sin pretenderlo empecé a formar parte del movimiento musical conocido como The World Music, música del mundo, una corriente que difunde la música de miles de etnias de todo el mundo, distintos modos de pensar, varias maneras de ver la vida.
Esta corriente musical surge en un momento en que mucha gente se interesa en el movimiento indígena, que ya se ha tornado en movimiento político. Yo creo que podemos aprovechar esta circunstancia para revalorar las culturas indígenas, no sólo su música, también sus textiles, por ejemplo.
En mi opinión, si usas un huipil sin saber qué significan los símbolos que se bordan en él, pues para ti no va a significar tanto ese huipil. En cambio si tú profundizas y buscas un libro que explique exactamente el significado de esos símbolos que vienen desde tiempos prehispánicos, que no son cosas inventadas de ahora, y que son hechos por mujeres autónomas de comunidades indígenas en la montaña, lo aprecias en verdad.
No quiero adoctrinar a nadie sobre el indigenismo porque finalmente solo soy una artista, pero creo que hay muchas cosas que tenemos la obligación de comunicar a la gente que se interesa en el tema indígena. En algunos conciertos a veces hay niñas de catorce años que llegan porque les gusta cómo canto o simplemente porque les gusta mi traje. Par mí eso está bien porque si les atrae la estética de mi vestuario puede ser que con el tiempo ellas profundicen, se enteren del significado de un huipil, de un rodete o de los bordados indígenas.
Estoy contra el capitalismo salvaje
Al principio, cuando se empezaba a manejar el tema de la globalización, yo no me sentía agredida porque pensaba: Es muy lógica la idea de que compartamos muchas cosas como las computadoras, los jeans que son muy prácticos. Ahora sí me siento agredida por las corporaciones que obtienen billones de dólares a costa de la explotación de millones de gente. Claro que todos tenemos que ver con esa cadena económica porque a todos nos gusta ir a Tepito, porque las cosas son más baratas y compramos esos artículos que se producen en medios infrahumanos. Yo creo que debemos hacer un poco de conciencia en ese sentido.
En cada lugar al que yo voy a cantar en Estados Unidos, Canadá, Francia, Italia o en otras partes del mundo, donde arrasa el capitalismo salvaje, ya hay una comunidad alternativa, gente que defiende hasta la muerte sus convicciones a favor de la ecología, la historia, las etnias que nos enseñan el respeto hacia la naturaleza. Hay escritores que como Walt Whitman, están en contra del capitalismo salvaje.
En la música, artistas como Manu Chao están ganando cada vez más popularidad porque abanderan el movimiento alternativo que va en contra de ese río de consumismo al que no queremos entrar.
Los migrantes in border
Un día llegó a buscarme un señor de un pueblo que se llama Ticuá, de la mixteca alta de Oaxaca. Yo estaba trabajando en la tienda de mi mamá, una refaccionara. Mi paisano me trajo un certificado de defunción escrito en inglés y quería que yo se lo tradujera para saber cómo había muerto su hijo, porque tuvo que ir a recoger su cuerpo a Acapulco. Se lo trajo desde allá hasta mi pueblo a donde se hacen siete u ocho horas de camino. Quería saber cuál fue el motivo de la muerte de su hijo. Leí el certificado, decía que había muerto por ahogamiento. Era un joven de veinte años ahogado en el canal que está en la frontera muy cerca de Mexicali.
Esta anécdota es verídica, ésa es la realidad de los migrantes, y ésa fue la historia que me obligó a grabar Border, un disco que contiene canciones sobre el sufrimiento y el racismo que padecen los migrantes en la frontera con los Estados Unidos.
La región mixteca de Oaxaca, de donde yo soy, expulsa miles de migrantes todos los años. Hay un pueblo llamado San Juan Mixtepec que parece un pueblo fantasma porque el 80 por ciento de sus habitantes han emigrado para trabajar en los Estados Unidos.
Centro Histórico, Oaxaca, Oax., octubre 2001.
Este material forma parte del libro “Aproximaciones a la desmesura del alma, crónicas personales de diez artistas de Oaxaca” disponible gratuitamente en PDF en: https://www.oaxaca.gob.mx/seculta/wp-content/uploads/sites/73/2021/03/PAJ-Aproximacionesaladesmesuradelalma-15-02-2021.pdf
1 comentario
La gran Lila, bella historia inspiradora.