Este viernes 14, el Dr. Martín Vásquez Villanueva presenta en la Biblioteca Fray Luis de Burgoa, a las 5 de la tarde, el libro La pandemia de Covid-19 en Oaxaca, apuntes semanales.
La primera noticia que tuve como registro o referencia literaria de una pandemia en Oaxaca, fue con El retrato de mi madre (1938), de Andrés Henestrosa. En uno de los párrafos iniciales, dice: “Cuando pregunté su edad, me ha respondido que al ocurrir el cólera del 83, era ya grandecita. Con este dato he deducido su edad. Si en 1883 cinco años antes, que es cuando ya se puede tener memoria, ahora irá teniendo sesenta años”.
Oaxaca está llena de fechas fatales, su registro.
El paso del tiempo, para el pueblo, ocurre por el recuerdo de la desgracia. Si escuchamos a la abuela, al tío, a los padres, habrá una historia donde el tiempo se ubica entre accidentes, terremotos, hecatombes o pandemias.
El tiempo del infortunio es parte de la memoria porque, para los mortales, la existencia se mide por las desdichas. Aunque, para no generalizar, diré que se mide también por el paso de los amores, las pasiones; bodas y bautizos.
De El retrato de mi madre, escribió Paz:
“En 1938 todos nosotros éramos principiantes y lo que escribíamos era casi siempre un balbuceo, aunque ese balbuceo no careciese de emoción y de profundidad en ciertos casos, como el de Revueltas. Pero El Retrato de Henestrosa no parece escrito por alguien que comienza: revela esa maestría que sólo se adquiere en la madurez. Tampoco parece escrito hace cuarenta años. Dije antes que esas páginas no tienen una sola arruga: poseen la juventud sin edad de las obras que se acercan a la perfección. Un lenguaje nítido, nunca excesivo, a un tiempo reservado y tierno, sobrio y luminoso. Una prosa de andadura ligera, que nunca se precipita y nunca se retrasa: una prosa que llega a tiempo siempre. La historia, simple y honda con palabras transparentes, provoca en el lector una emoción en la que se alía lo más antiguo a lo más fresco, como oír ‘un cuento de otra edad del mundo’. Pocas veces la prosa de nuestra lengua ha logrado tal fluidez de agua corriente.
Nos parecerá extraño que, en tiempos de la 4T, un funcionario público tenga la práctica del periodismo como lo tiene Martín Vásquez Villanueva (Tehuantepec, Oaxaca, 1965), que lleva esa práctica escritural como forma de fijar su tiempo, la memoria; el tiempo en Oaxaca. Médico de profesión, cuenta con desarrollo en la administración pública desde hace un poco más de 30 años, ocupó diversos cargos, desde presidente municipal de su pueblo hasta la presidencia del Congreso local; con su libro nos convoca a revisar el pasado inmediato de terror y muerte, desgracias que se vivieron en Oaxaca.
Encuentro relación entre el libro de Martín y el de Henestrosa, los dos istmeños: se ocupan de la memoria, de la forma de registrar el tiempo para una población en buena parte analfabeta y bilingüe, como lo fueron nuestras abuelas y madres.
Qué rápido pasa el tiempo frente a la desgracia, apenas ayer era marzo del 2020. Al paso del tiempo hablaremos de la pandemia del COVID-19 como referencia de un tiempo en que nos enteramos de la muerte de familiares, amigos, vecinos, pero que no pudimos acudir a entregar nuestra condolencia ni vimos pasar por nuestra calle el cortejo fúnebre.
Hay libros que se convierten con el tiempo en referentes icónicos de un tiempo singular; anticipo que este será el caso de la obra que el próximo viernes presentará Martín Vásquez.