ANTONIO PACHECO ZÁRATE*| Fotografía: XANTS GALGUERA
En tiempos de inmediatez una entrevista puede surgir de una conversación vía WhatsApp, sin formalidades ni otro motivo que dar expresión al pensamiento. Es el caso de esta plática con Fernando Amaya, uno de los narradores, poetas y cantautores más prolíficos de la costa oaxaqueña.
-¿Cómo se define Fernando Amaya?
-Como una persona tranquila que procura ser atenta y razonable con todos. Un artista aficionado de por vida, más dado a ponderar la obra ajena que la propia.
Justo lo que dice en una de sus coplas:
A pesar de estar contento
no canto solo alegrías,
doy consuelo a las tristezas,
sean de otros, sean las mías.
-¿Escribe para los demás?
-No, escribo con los demás, para todos y para nadie.
-Eso suena muy críptico, muy acá. ¿Cómo la lleva con el rollo intelectual?
-Mal, ellos beben café en taza propia y yo en una taza compartida con la gente de a pie.
-¿Y en lo políticamente correcto cómo andamos?
-Es un desastre. Soy de otra época, de cuando se vivía bien con lo políticamente incorrecto. Lo políticamente correcto es bueno para hacer rifas y tómbolas. Muchas veces es una simulación para encubrir desmanes y oprobios.
-¿Cree que eso termine por aniquilar el repertorio de canciones calificadas como incorrectas?
-No, la defensa a ultranza de los dizque derechos preferenciales va a pasar de largo, es un discurso cómodo. La lucha verdadera por la dignidad humana está en otros lares y contextos.
-¿Como en cuáles?
-La lucha por la reivindicación de los obreros y campesinos, la construcción de un sindicalismo no alineado con la patronal. La verdadera lucha de los pueblos indígenas incluyendo el negro, por ejemplo.
De eso también habla en una de sus coplas:
En la copla soy abierto
no la quiero para mí
la copla es un bien común
así yo la conocí.
-¿Será que es un luchador romántico o desde el romance?
-Es probable, pero también me han tocado los chingadazos por andar metiendo la nariz en donde no debo, ja ja. Y eso ya no es tan romántico. Los madrazos duelen, eh.
-Hablando de dolor, estas frases son de dos de sus canciones corta venas:
“Hoy me llega del pasado, quejumbrosa la caricia que no me quisiste dar…”.
“Este alejarme ya de ti lo escribo con punto final. Al fin y al cabo que de amor no he de morir…”.
¿De dónde salieron esas líneas? Dígame quién le rompió el corazón, quién le hizo tanto daño.
-La primera es de “Azucena”, una canción dedicada al pueblo de mi madre. En realidad me refiero a que no pude vivir ahí por el clima, esa fue la caricia que no pude recibir. La otra es de “Con punto final”. Esa la grabó Silvia María y la canta con una emoción inigualable. Fue, tal vez, de alguna experiencia por ahí que llegó y pasó. No creo que haya ingratitud en el amor, simplemente hay tiempos que no coinciden. Olvido casi todo, menos mis deudas porque me las notifican cada mes, jajaja.
-Tiene una obra muy extensa —cuatro libros publicados, uno por publicar, dos en borrador y un centenar de canciones—. ¿Para qué escribir tanto?
-Escribir se vuelve una forma de vida, aún cuando no se ejecute algún accesorio para hacer aparecer las letras, las palabras y el texto, se escribe de memoria, se piensa la escritura; muchas veces se queda ahí, en un plan simbólico, en una pausa latente.
-¿Y cuál es la meta?
-Dejar una mínima crónica de lo vivido, alentar con eso a los de mi entorno, contagiarlos de esperanza.
-¿Quién lo hizo con Fernando Amaya, quienes fueron sus grandes maestros?
-Mi abuela y mi padre, narradores orales. Aunque mi padre dejó algunos apuntes por ahí; mi abuela no sabía leer ni escribir, pero sentía un especial gusto por contarnos mitos, leyendas e historias. También los del canon, creo…: Homero, Cervantes, Sor Juana, Altamirano
-También se ha codeado con los grandes maestros contemporáneos…
He podido hacer equipo con Silvia María, Hebert Rasgado, Rodolfo Villegas, Jaime Luna y don Luis Martínez Hinojosa, entre otros. Conviví con ellos e intercambiamos ideas. Y alguna vez pude conversar un rato con Sergio Ramírez —autor de Margarita, está linda la mar— y Luis Eduardo Aute.
-De los jóvenes compositores oaxaqueños, ¿a quién le ve usted el talento y el talante para convertirse en uno de los grandes?
-A Giovanni Gutiérrez, del Istmo y Víctor García, de la Costa.
-Un libro:
-Juntacadáveres de Juan Carlos Onetti. Es el parangón de nuestra literatura, su cima y su sima.
-Un disco:
-La banda sonora de “Effedià – Sulla mia cattiva strada”, un film de Wim Wenders sobre Fabrizio De André. Todos los tiempos y épocas de la música reunidos. Una especie de máquina de la vida cantando para los sueños y los desvelos.
-Una película:
-“Las actas de Marusia”, de Miguel Littin. La veo de pie.
–¿Qué tienen en común esas tres obras?
-La pasión de la vida, el espíritu rebelde del arte frente a lo políticamente correcto.
-¿Si hubiera podido ser otro, quién sería?
–Mi tío Daniel, que era feliz comiendo frutas y pastando a su mancuerna de toros.
-Hay homenajes que se rinden cien años después de que se fue el artista y con un derroche de todo, pero no podemos saber lo que piensa el homenajeado. ¿Qué les dice usted a los organizadores del homenaje que le harán dentro de cien o doscientos años?
–Como dice el verso aquel del rollito:
Si es puro disimulo
que se lo atasquen por la puerta trasera.
*Antonio Pacheco Zárate es integrante del Colectivo Cuenteros. Autor de la antología de cuentos Sol de agosto y de la novela Centraleros.