ZAGREO YACO*
Hay una corriente de escritores que se atreven a hablar de su obra ya sea por la necesidad de contrarrestar lo que se dice de ella, por la urgencia de guiar la lectura, para que no se les “malinterprete” o simplemente porque nadie habla de ella.” Usigli me dijo que era bueno con los diálogos, pero no me dijo que sería pésimo para dialogar con gente de teatro”, decía Ibargüengoitia cuando le preguntaban por qué sus obras de teatro se tardaban tanto en ser estrenadas. En esta ínsula amplísima de soledades que es el oficio de escribir, no es raro dialogar con uno mismo o con aquel que fuimos por falta de lectores.
Hay quien afirma que un buen cuento tiene la potencia de un buen chisme pero con un poco más de detalles. En esa misma línea están los que indican que lo mejor de un cuento está en lo que no se dice. Un libro inquietante genera preguntas que emergen desde la noche de cualquier lector y que distinguen cada lectura.
Estas dos ideas son las que emergieron en mí cuando leí Viaje a Monpratior (Matanga, 2022), de Kurt Hackbarth. El libro de cuentos recoge el título de uno de sus relatos. Sorprende el prólogo irónico del libro escrito por el mismo autor a través de su heterónimo Guillermo Veronesi, en el cual se describe atinadamente el locus motivatio del autor: “Quizás se trate de una reiteración de la llamada más vieja de la historia: la de la aventura”.
Visto desde ese punto particular los cuentos de Hackbarth son antes que cualquier otro intento escenarios que nos invitan a la aventura. Momentos fantásticos, desconcertantes y complejos que buscan la sorpresa del lector, como si se tratase de un aventurero en un nuevo mundo. El cuento Viaje a Monpratior da cuenta de esta puesta en escena (que humildemente el autor compara con Calvino), que va desde las entrañas de una ciudad hasta la intimidad de una relación sexual.
La ejecución de los elementos que componen el cuento, desde los personajes hasta la descripción de los lugares o el dominio de las diversas temporalidades dentro de la historia revelan una pluma sólida y rigurosa. Ciertamente, como el mismo Veronesi se atreve a señalar, la tradición de la cual abreva Viaje a Monpratior bien puede establecerse en la fantasía en lengua inglesa o el más variopinto realismo mágico latinoamericano.
Al margen de la técnica y la tradición, las preguntas que me genera el cuento Viaje a Monpratior son de carácter temático y simbólico. El personaje principal, una mujer, vive en un sueño hasta que el sueño se rompe y la gris realidad en que vive no la deja escapar. La terrible fantasía propuesta por Hackbarth no se encuentra tan ausente de lo que viven mujeres y niñas en todo el país. Mujeres atrapadas en un sueño de cambio que nunca llega. Cegadas por la promesa del dinero (el Conde) y/o el idealismo de los feminismos (Pratash), para terminar sometidas al mejor postor.
Certera o errada mi lectura es apenas una aproximación a una obra en busca de más lectores. Termino con otra de las interrogantes que tuve al leer el libro: ¿podemos llamar literatura oaxaqueña a lo que hace Kurt? Mi respuesta es que la obra de Hackbarth es tan oaxaqueña como el mezcal, y a quien no lo crea, habría que pasarle un poco de limón y sal.
*El autor es integrante del Colectivo Cuenteros, y esta es una colaboración especial para el BLOG literario Todos los fuegos.