Espero la hora frente a un mezcal, entre fantasmas
Para Roberto Ruiz León
Frente a un bicuishe tumbado, de Sósimo Jiménez, de La Chaga, Mengolí, espero el desenlace. Hay informaciones encontradas, contradictorias. Los indicios me confunden, nadie sabe lo que vendrá. Las informaciones van y vienen; espero la hora frente a un mezcal, entre fantasmas.
Hay noches difíciles, de llanto y cobardía, donde las horas corren como si las viera un niño por vez primera; dentro del mayor de los asombros. En la hora de la impaciencia, la desesperación, crece una certeza que indica parar. ¿Cómo logro parar? Frente a un mezcal.
En la copa cargada de aromas encuentro la calma mientras crecen las preguntas. ¿Qué virtud tiene el mezcal que nos hace recuperar la paz del corazón? ¿ Quién le dió poder a esta bebida? Lo tengo claro, en el mezcal anida la memoria, los más gratos recuerdos, entre ellos, el petricor. La presencia de la lluvia advertida me regresa al sosiego de la infancia, soy el niño que insiste en volver. Hay cierto grado de la transparente alegría en el olor a tierra mojada. Pero, ¿quién le habló al mezcal de mi persona? ¿Cómo sabe tanto de mí? No lo sé, no encuentro palabras para designar ese aroma que gobierna al mezcal; bebo, espero el desenlace dentro de la mayor de los silencios mientras observo a las divinidades: el colibrí y el murciélago que revelan frente a un bicuishe tumbado.
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