Los priistas que están pidiendo la quema de Alejandro Moreno Cárdenas en la plaza pública están tratando de manera intencionada de desviar la atención del punto clave: el cambio de rumbo del PRI como partido histórico hacia el neoliberalismo lo decidieron Carlos Salinas de Gortari, Luis Donaldo Colosio y Enrique Peña Nieto.
El punto de inflexión ocurrió en marzo de 1992 cuando Salinas fue el PRI de Colosio a anunciar que se terminaba el ciclo del partido de la Revolución Mexicana que construyeron Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas y que en su lugar nacía el partido del liberalismo social de corte ideológico empresarial, proestadounidense y panista.
El último presidente priista que tuvo un enfoque ideológico-histórico del partido fue Javier García Paniagua en los escasos meses de 1981 que dirigió el partido a partir del proyecto original, pero en ese mismo año fue desplazado por la decisión del presidente López Portillo –“fui el último presidente de la Revolución Mexicana”– de optar por el tecnócrata Miguel de la Madrid Hurtado como el candidato presidencial para 1982 como el punto de quiebre ideológico del PRI.
Salinas de Gortari colocó en el PRI a Colosio para consolidar su contrarrevolución neoliberal y el sonorense se perfiló como el candidato de la continuidad de ese nuevo grupo; y cuando Colosio dejó de servir los intereses de Salinas, su desplazamiento fue contundente para imponer a Ernesto Zedillo como el garante del proyecto neoliberal transexenal.
El PRI terminó su corto ciclo en el 2000 cuando Zedillo optó por la alternancia partidista en la presidencia ante la imposibilidad de imponer a sus candidatos neoliberales –José Ángel Gurría Treviño o Guillermo Ortiz Martínez– y decidió por la figura sacrificable desde el principio de Francisco Labastida Ochoa. La derrota presidencial condujo al descabezamiento del grupo ideológico histórico del PRI y quedó en manos del pragmatismo de Roberto Madrazo Pintado y su aliada Elba Esther Gordillo entonces ya infiltrada por el PAN.
Peña Nieto fue la última oportunidad política para que el PRI recuperará sus orígenes históricos, pero su función real fue la de consolidar el proyecto neoliberal salinista con las reformas de 2013. Los presidentes peñistas del PRI –Humberto Moreira, Pedro Joaquín Coldwell, César Camacho, Enrique Ochoa y la sobrina salinista Claudia Ruiz Massieu– tuvieron dos presidentes de la vieja guardia más para someter a los priistas históricos que para recuperar el pasado perdido: Manlio Fabio Beltrones y René Juárez.
El ascenso de Alejandro Moreno Cárdenas a la presidencia del PRI en agosto de 2019 fue una decisión directa del expresidente Peña Nieto para representar al grupo peñista que trataría de buscar el regreso al poder en 2024. Alito era un gobernador de un estado no estratégico, pero cumplía los requisitos de un perfil activista, agresivo, lleno de nervios, disciplinado, pero sin ninguna idea estratégica de la política ni del proyecto político y económico del PRI neoliberal.
El problema de Alito fue suponer que el cargo era de a deveras y que encabezaba al partido para darle su perfil y, como se vio cuanto inició su participación en la alianza opositora, llegó a la conclusión de que –¿por qué no?– podría ser candidato a la presidencia de la República en el 2024 como propuesta del PRI a la alianza y hasta el PRI por sí mismo. A este replanteamiento del papel de Alito contribuyó la fuga de Peña Nieto al exilio y todas las versiones respecto a un pacto de impunidad con el presidente López Obrador que se basaba en la aceptación de la permanencia por un sexenio más de Morena en la presidencia.
Alito rompió el proyecto político de Peña, no tanto sobre la presidencia de la República sino sobre su bastión en el Estado de México y el presidente del PRI confrontó a los peñistas cuando aceptó negociar la candidatura aliancista con un panista a la cabeza en el territorio mexiquense del decadente, corrupto e ineficaz grupo Atlacomulco. El presidente del PRI se fue por su cuenta en las negociaciones con la alianza aceptando ir detrás de su enemigo histórico el PAN y un poquito adelante del grupo de disidentes priistas en el PRD.
Pero el fondo real del conflicto del PRI hacia su interior, con Peña Nieto, en la alianza y la tentación presidencial de Alito se encuentra en que el PRI perdió su proyecto histórico con De la Madrid, Salinas, Colosio, Zedillo y Peña Nieto y hoy aparece solo como un cascarón con unos cuantos votos.
En este escenario, la caída de Alito es inminente, y no por él sino por los intereses del bloque dominante en el PRI.
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Política para dummies: la política debe aprender de la política, aunque a veces lo olvide.
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