Descripción
En las partes alta y baja del quiosco construidas con lámina y cantera, de apariencia morisca, los tres niveles en que se divide la estructura ocupan el centro del Jardín de la Constitución. La base con figura octogonal está forrada con planchas de cantera verde, cada una de ellas lleva grabadas líneas y arcos que, al ensamblarse, forman círculos y segmentos en cada una de las piezas. Se distinguen ocho escalones que desembocan en cuatro cortas columnas de cantera, fustes estilo toscano, que resguardan el acceso a la plataforma.
Un espacio amplio, circular, forma el segundo nivel de la estructura que se concibe como un templete elevado sobre un podio de piedra, protegido por un barandal de hierro fundido que lleva, casi al borde sobre un piso de cantera, las bancas de hierro que miran hacia el tercer nivel y la techumbre del quiosco. Si el observador gira la mirada hacia alguno de los bordes de la plancha logra contemplar las fuentes y los jardines, así como el follaje de los grandes árboles que se levantan en el límite del zócalo.
El tercer nivel se eleva sobre bloques lisos de cantera, coronados por un segundo barandal de hierro. Son ocho los tubos pintados en verde oscuro que sostienen al techo, que reposa -a su vez- sobre una estructura tubular que cierra la trabe circular de carga. El techo de la estructura, de cubierta abovedada, está dividida por cuatro segmentos. Puede verse el fuste que sostiene la cadena circular de carga aloja a la pechina de hierro fundido; entre el fuste y la pechina encaja el círculo dividido por cuatro segmentos.
Los segmentos abovedados del techado rebasan con sus extremos finales la figura octogonal de la base; desde abajo se distinguen decorados con motivos arabescos, hechos de hierro fundido. La parte interior del techado pintada en blanco remarca -desde las bancas del primer y segundo nivel- el amplio espacio que se abre entre el barandal del tercer nivel y el techado. Los materiales usados en cada una de las partes quiosco son piedra cantera, hierro forjado, tubulares y lámina.
Comentario
Quien lo mira puede asegurar que el espacio en lo alto es el sitio para la música. El primer quiosco del zócalo de Oaxaca fue diseñado en 1881 por un arquitecto de origen italiano, Emilio Brachetti, durante la administración del gobernador Francisco Meixueiro. El diseño y la ejecución de la obra tuvieron como propósito dotar de un espacio limpio, higiénico en el que las familias dispusieran de solaz y esparcimiento, así como promover la siembra del arbolado urbano. El quiosco fue parte de las acciones que se iniciaron para remodelar el Centro, luego del terremoto del 11 de mayo de 1870, que dejó en ruinas la zona sur de la ciudad.
Para poder formarnos una imagen de aquella Oaxaca del siglo XIX, y del tamaño de la desgracia que azotó a la población, será necesario recurrir a la investigación que hiciera el doctor Carlos Lira Vásquez:
“El Palacio de Gobierno se cuarteó en todas sus partes, columnas y arcos, cayendo al suelo el reloj con todo el frontispicio hacia atrás sobre el salón del Congreso, que se destruyó totalmente. El exconvento de la Compañía sufrió notablemente, perdiendo sus dos torres el templo, lo mismo que el de San Agustín. Todas las bóvedas de Catedral se cuartearon. Los barrios de San Francisco, Consolación, La Defensa, San Juan de Dios, Los Príncipes, San Agustín, Las Nieves y La Merced quedaron convertidos en escombros, pues las casas que no se desplomaron quedaron inhabitables”.[1]
A los oaxaqueños les llovió sobre mojado en la segunda mitad de siglo. Trataremos de aproximarnos al periodo con un breve recuento de las fatalidades: “Cuando ya habían iniciado la primera reconstrucción de los barrios afectados por el sismo, la tierra volvió a temblar el 27 de diciembre de 1871. El nuevo movimiento telúrico derrumbó los muros que ya se habían levantado”.[2] En los campos se pudrían las cosechas, apenas y se lograba el autoconsumo por la falta de caminos y la escasez de mano de obra. Aunado a este panorama, “la revuelta” que originó el Plan de la Noria, firmado por el general Porfirio Díaz el 8 de noviembre de 1871, incrementó las condiciones adversas para la población.
En la ciudad se tenían instaladas 16 fábricas de jabón para ropa y once factorías producían bebidas alcohólicas; en el Capítulo V de su investigación, Arquitectura y sociedad Oaxaca rumbo a la modernidad 1790-1910, Lira Vásquez menciona un dato que aporta relevancia para esta investigación sobre el quiosco: el arquitecto Emilio Brachetti, junto con otro italiano, Carlos Sodi, y el austriaco Francisco Sakar, fue uno de los propietarios de las seis fábricas de aguardiente y cinco de cerveza.
“La ciudad fue trazada en 1529 de forma ortogonal o de damero (constituida por cuadrados), tomó como referencia los dos ríos que la atravesaban, Atoyac y Jalatlaco, el cerro del Fortín; cuenta con un desvío de los puntos cardinales que no van de norte a sur, sino que se ubican con una inclinación que favorece la iluminación solar en las distintas épocas del año”[3]. Manuel Zárate Aquino apunta en su Pequeño Diccionario Enciclopédico de Oaxaca que el área que ocupa el zócalo fue destinada para su objeto desde que Alonso García Bravo llevó a cabo el trazo de lo que hoy es la ciudad de Oaxaca.
Menciona que es probable que la horca en la época colonial haya existido en esta plaza de donde fue quitada a principios del siglo XIX. El piso fue de tierra suelta, cuando se construyó el acueducto que partía de San Felipe del Agua al centro de la población, en la plaza mayor se hizo una fuente de mármol veteado que se inauguró en 1739. El 15 de septiembre de 1868 fueron inauguradas las obras encargadas por el gobernador del estado, general Félix Díaz. En ese tiempo se plantaron árboles, algunos de los cuales todavía existen.
En 1881 el gobernador Francisco Meixueiro ordenó la remodelación del jardín, desapareció la fuente de mármol y en su lugar fue levantado un kiosco. Se construyeron fuentes en los ángulos, se mejoró el pavimento, se instalaron bancas de fierro y se trazaron camellones. La obra fue inaugurada por el gobernador Porfirio Díaz. Al correr del tiempo, en 1889, en el mandato del gobernador Albino Zertuche, se pavimentaron con cantera las cuatro calles que cierran el jardín y en la época del gobernador Martín González fue sustituido el quiosco por el que a esta fecha se conserva.
Zárate Aquino, gobernador de Oaxaca en el periodo 1974-1977, afirma que fueron las autoridades del gobierno y los miembros de la iniciativa privada local quienes lograron financiar la remodelación y reconstrucción del zócalo, y el sur de la ciudad. En el cuadro de José María Velasco (1840-1912) titulado Catedral de Oaxaca, óleo sobre tela pintado en 1887, aparece la fachada -pintada de norte a sur-, el atrio de tierra y al fondo, diminuto, el palacio de gobierno (INBA, Acervo Constitutivo, 1982). En la pieza podemos observar que entre la catedral y el palacio de gobierno se distingue un pequeño quiosco con techado en rojo, sobre esbelta estructura blanca; brotan del piso de tierra pequeños arbustos, frente al quisco una Columna de la vida y el portal de las Flores.
El cuadro del artista que fuera alumno, profesor y director de la antigua Academia de San Carlos, José María Velasco, nos permite trabajar la investigación sobre la construcción del quiosco en un tiempo donde prevaleció -como lo revela el cuadro de Velasco- la visión de la iglesia sobre la vida laica. Po su parte, el doctor Carlos Lira Vásquez narra un cuadro de la época que bien puede servir para ilustrar las costumbres de la alta sociedad en este periodo de finales de siglo:
“Cuando en 1874 llegó a Oaxaca una compañía italiana de ópera, la élite citadina se mostró dispuesta y algo entusiasta a asistir a las funciones que ésta ofreció. A mediados del mes de mayo, y en plena época de chubascos, se inició la temporada en el teatro Juárez, jerarquizado por la Plazuela de la Sangre de Cristo y que pertenecía entonces a los hermanos Maqueo, importantes empresarios durante la época porfiriana. Para facilita al público un acceso más cómodo y sin demasiadas molestias por las fuertes lluvias, se instaló en la Plazuela de San Pablo un sitio de carrozas de alquiler que pudiera transportarlo -principalmente a las damas- hasta el teatro y evitar con esto que mojaran y ensuciaran sus elegantes atuendos al cruzar las encharcadas y enlodadas calles”.[4]
El gobierno de Emilio Pimentel dejó de manifiesto, a través de una circular emitida por la Secretaría de Gobierno, publicada en el Periódico Oficial, firmada el 12 de octubre de 1885, su preocupación por el factor ambiental de la ciudad; instruía la creación del Jardín del Hospital General, de un jardín terapéutico: solicitaba por medio de la publicación “ejemplares de cada una de las (especies) que en su distrito se encuentra, agregando el nombre vulgar y las circunstancias de su cultivo”.[5]
El doctor Carlos Lira sostiene que “quizá fue la moda o el cambio climático debido a la deforestación de las montañas que rodean el valle”, el motivo que originó que las plazuelas de la ciudad se transformaran en jardines. La plazuela de la Soledad fue convertida en el Jardín “Sócrates” en 1881, “una gran fuente se colocó en el centro y el desnivel del terreno se salvó por una serie de amplias escaleras que conducían al jardín por el cual se ingresaba al atrio del singular templo de la Soledad”.[6]
Los espacios del primer cuadro de la ciudad, Alameda de Guadalupe y Plaza de Armas, guardaban la costumbre de plantar árboles, ya se había dado en los años 1868, en 1881 el gobernador Meixueiro encargó un nuevo diseño de ésta al ingeniero Emilio Brachetti. “Siguiendo la moda de aquel momento” -dice Lira Vásquez- Brachetti retiró la fuente del centro “por un gran zócalo sobre el cual se construyó un kiosco, que marcó el punto central de la plaza, y que posteriormente fue sustituido por otro”.
El jardín sufrió permanentes cambios y mejoras a lo largo del porfiriato, fue adornado con un primer monumento dedicado a Benito Juárez, inaugurado por las autoridades el 15 de septiembre de 1885. En 1889, en el Periódico Oficial, se indicó el “nuevo adorno del zócalo” de la plaza de la Constitución. Se proyectaba “elegante”, “que corran parejos en gusto y en lujos con el adoquinado”. Quien se acerca al quiosco se convence que son los árboles y la arquitectura el gran lujo de la ciudad.
Bibliografía
Cuadriello, Jaime, Catálogo comentado del acervo del Museo nacional del Arte, CONACULTA-UNAM, 1999.
Lira Vásquez, Carlos, Arquitectura y sociedad Oaxaca rumbo a la modernidad 1790-1910, Universidad Autónoma Metropolitana, 2008.
[1] Carlos Lira Vásquez, Arquitectura y sociedad Oaxaca umbo a la modernidad 1790-1910 (México, UAM, 2008), p. 125.
[2] Lira, Arq…, p. 126.
[3] Danivia Calderón Martínez, Un recorrido por la historia del zócalo de Oaxaca (primera parte), LA GACETA DEL INSTITUTO DEL PATRIMONIO CULTURAL No. 2, julio – septiembre 2005.
[4] Lira, Arq… p, 127.
[5] Lira, Arq…, p. 160.
[6] Lira, Arq…, p. 160.