GUILLERMO MARÍN *
Me preguntaron cómo llegué a la Casa de la Cultura Oaxaqueña (CCO). La verdad, de una oreja.
Estudié en la UNAM para LAE, a los 21 años era gerente de crédito de una filial de acumuladores LTH, y a los 25, gerente de crédito de una trasnacional dedicada a los aditivos para el concreto. Así que decidí ir a buscar mis raíces a Europa, como me lo había inculcado una educación eurocéntrica de la clase media de la CDMX. Después de dos años de buscar esa raíz por algunos países europeos no la hallé y decidí buscarla en la provincia de México.
Gracias al ingeniero Jorge L. Tamayo inicié las actividades de la Casa de la Cultura de Tuxtepec. Después de tres años de intensos y fructíferos trabajos, logramos ser modelo de organización a nivel nacional y ser autofinanciables al 75%. Un sueño maravilloso.
Gracias a la invitación del ingeniero Juan Roberto Salinas Solís, que me invitó a Fabricas de Papel Tuxtepec, empecé a trabajar en la gerencia administrativa. A los dos meses me llamó el gobernador Pedro Vázquez Colmenares para dirigir la CCO. No quería venir a la ciudad de Oaxaca, estaba en el DF, mi tierra, y con un excelente sueldo. Pero si no aceptaba me quedaba como el perro de las dos tortas, porque el gobernador era jefe de mi jefe.
Llegué a una institución tomada por unos vivales protegidos por un político resentido, que sabotearon el inicio de la gestión del periodista don Néstor Sánchez. Así inició mi trabajo en esta noble institución. En ese tiempo, jamás pensé que me quedaría a vivir en Oaxaca. No conocía a nadie del gobierno, comenzando por el propio gobernador. Nunca he pertenecido a ningún partido político o secta religiosa. De modo que estaba solo en Oaxaca, solo con mi soledad.
En los primeros meses de trabajo, atendí a un invitado del gobierno y como me preguntaba muchas cosas sobre la historia y las culturas de Oaxaca, me escudaba diciéndole que yo no era de aquí. Este bendito hombre me puso en mi lugar y me dijo que mientras fuera el director de la CCO estaba obligado profesionalmente a ser un experto. Aprendí la lección y me dediqué a estudiar e investigar, pero también, me propuse ser un verdadero profesional de la promoción cultural. Estudié, me preparé, hice una maestría en desarrollo cultural por la UNESCO en Venezuela y escribí el primer manual de promoción cultural por un mexicano.
Todo esto me llevó a amar a Oaxaca desde lo más profundo. Porque para AMAR se debe conocer íntimamente. Pero esto se convirtió en un camino de doble sentido. Oaxaca, su gente y sus culturas ancestrales me civilizaron, le dieron conciencia y significado a mi existencia y descubrí por qué Oaxaca es la reserva espiritual de México.
En muchas partes de México y el extranjero, en donde doy conferencias y capacitación, la gente me toma como oaxaqueño, menos en Oaxaca. Encontré el camino al Oaxaca profundo, a su ancestral raíz y a su maravillosa civilización del Anáhuac, a la cual pertenece. Soy un promotor de Oaxaca.
Lo más importante del trabajo que realicé en la CCO fue, sin lugar a dudas, gracias al apoyo que recibí del gobernador. No se hubiera podido lograr encumbrar a la CCO como una de las más importantes instituciones culturales en provincia de los años ochenta, sin la voluntad política de Pedro Vázquez Colmenares, y después de Jesús Martínez Álvarez. La CCO no ha vuelto a tener ese apoyo por ninguno de los gobernadores posteriores, quienes no comprenden la dimensión cultural del desarrollo en la administración pública y eso es uno de los problemas más grandes del estado, tener políticos ignorantes de la riqueza del pueblo que desgobiernan.
Se inició el programa de creación del Sistema de Casas de la Cultura, el Festival de Primavera, la Bienal Rufino Tamayo; la instauración de los premios estatales de la Canción Popular, de Artes Plásticas, de Dramaturgia, de Poesía, y se crearon seis galerías, así como un programa editorial con la impresión mensual de 500 ejemplares de las plaquetas de la colección «Siete Venado», en coordinación con la Casa de la Cultura de Juchitán y del inolvidable Maestro Macario Matus.
Se imprimió el periódico Guelaguetza Oaxaca en la Cultura. Se realizaban las embajadas culturales con representaciones diplomáticas, se realizaron los encuentros estatales de poesía. Se invitaron a grandes artistas e intelectuales, nacionales y extranjeros, se realizaban un promedio anual de 700 eventos culturales, se crearon grupos representativos, pero, sobre todo, lo más importante, se abrieron las puertas a la educación artística de miles de niños y jóvenes de esos tiempos a través de becas porque el gobierno es responsable de la educación artística y no se debe de lucrar con ella.
Se contó con cinco unidades de iniciación artística financiadas por el INBA. Se formaron artistas muy sólidos en la CCO en esos años. Se abrieron las galerías a los artistas populares de las comunidades. Se reconocieron a personas que contribuyeron a la cultura oaxaqueña. Se rescató al CEDART de su desaparición, por no tener instalaciones y se les hospedó por varios años. Se profesionalizaron los trabajadores y directivos de la institución.
Sin embargo, como sucede en este país, el trabajo logrado fue desmantelado, no solo por la ignorancia, ineptitud y corrupción de quien me substituyó, sino por la perversidad política de no dejar rastro del anterior gobierno.
Aunque me había ratificado el gobernador Heladio Ramírez, tengo el honor de ser el único director que renunció al puesto por su propia decisión, al sentir que me había hecho daño personal el ejercicio del poder. Era yo muy joven.
Guillermo Marín es presidente de Educayotl A.C. Educar para el futuro con la sabiduría del pasado. www.toltecayotl.org