“Era luminoso y profundo
como era hombre de buena fe”.
RUBÉN DARÍO
WILLY LÓPEZ TORRES
“Pasando la pandemia nos echamos un mezcalito”, me dijo el Jefe Abundio la noche gélida del agonizante enero. Su voz afable, vía celular, era clara, no había huella de enfermedad respiratoria alguna. Hoy sábado 6 de febrero me enteró que ha partido, que nos ha abandonado, que ya no hubo oportunidad de estrecharnos en un abrazo, ni un apretón de manos de amigo fiel y verdadero.
Me dicen que ha sucumbido, posiblemente de Covid, esa enfermedad devastadora que ha dejado huérfanos a muchos, sin hermanos ni amigos, a otros. Esa pandemia que nos aísla, que nos esconde, como si huyéramos de nuestro propio destino.
No sé cuánto tiempo, todavía, habremos de derramar lágrimas, de despertar angustiados por el contagio de los nuestros o el fatal desenlace de los conocidos. Es la realidad amarga y triste que nos ha alcanzado, inermes y desvalidos.
El Maestro Abundo Núñez Sánchez fue un periodista comprometido y un académico notable, egresado de las filas de la UNAM.
Fue pulcro y exigente, consigo mismo, en la elaboración de un texto periodístico y en la búsqueda de la nota: un verdadero maestro con los reporteros a quienes enseñó lo que aprendió en la academia.
“Buenas tardes a todas y a todos”, era su saludo al llegar al diario Tiempo de Oaxaca para hacerse cargo de la redacción -en donde hizo historia-, hasta la madrugada del día siguiente. Marchaba a su casa con un ejemplar en la mano, como un padre que regresa del colegio, con su hijo.
En la Asociación de Periodistas de Oaxaca, fue participativo, entrón en los debates de los sábados, antes de la pandemia, y muy solidario en las buenas y en las malas. Muchas veces, su opinión fue definitiva para enderezar el barco.
Fue titular de Comunicación Social en diversas dependencias, en donde se hizo de más amigos, aunque también de uno que otro adversario pues en esta vida, hay de todo.
El Maestro Abundio, “Abundis”, oriundo de Itundujia, Putla, ha muerto. Su familia y todos sus camaradas lo echaremos de menos.
¿Quién asciende hasta el último suspiro? ¿Quién bebe la cicuta del agua entre la muerte?, se pregunta el maestro Alí Chumacero, en su poema “Anestesia Final”.
“Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas. Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta”, dice Roque Dalton en un párrafo de su poema “Alta hora de la noche”.
Yo te digo, Abundio, en medio de la tristeza que ennegrece este inmenso cielo azul de febrero:
Ve tranquilo con tu laptop al hombro, que hay mucho que escribir en donde sea. Cuando te alcance no beberemos un mezcalito, sino la copa de la paz profunda y verdadera, con una bella crónica de cómo te fue en el camino, en ese viaje en donde todos somos forasteros.
¡Hasta pronto, Jefe Abundio!
Oaxaca, Oax., 6 de febrero 2021