Fotografía: LA SILLA ROTA
Si en política también se aplica la sabiduría popular de que la tercera es la vencida, el PRI encara esta última posibilidad de mantenerse en la lucha por el poder: el PRI revolucionario se fue aguando hasta desaparecer y el PRI neoliberal fue aplastado por López Obrador. Ahora viene el desafío de un partido que quiere salir del fondo la derrota, luego de ser el partido de las victorias históricas.
La ventaja de 70 puntos porcentuales del candidato Alejandro Moreno Cárdenas Alito sobre la alianza Ivonne Ortega Pacheco-Ulises Ruiz Ortiz será oportunidad o pretexto. Con un PAN sumido en contradicciones internas que tardará para arreglar cuando menos después de las elecciones legislativas del 2021, un PRD en proceso de extinción y un Movimiento Ciudadano sin liderazgo ni posicionamiento ideológico, el PRI tendría la oportunidad para la gran reforma interna.
El PRI nació del asesinato de un sonorense que había ganado la reelección presidencial, el general Álvaro Obregón, y de la astucia política de otro sonorense, Plutarco Elías Calles, y murió con el asesinato de un sonorense que se perfilaba a ganar las elecciones presidenciales, Luis Donaldo Colosio. Y el PRI neoliberal surgió de la estrategia de un Salinas de Gortari (Carlos) que reformó al país para su proyecto neoliberal y murió bajo la presidencia de una Salinas de Gortari (Claudia) que nadie entendió por qué había llegado –ni ella misma–.
La propuesta de López Obrador emergió del seno del PRI populista de la primera mitad de los ochenta, se pasó al PRD como un partido autodenominado de izquierda y controlado por los priístas cardenistas de la Corriente Democrática y se transformó en Morena como partido asistencialista aliado a priístas jurásicos. El principio del fin del PRI se dio cuando los cardenistas consolidaron las banderas populistas y se las llevaron al PRD. La debilidad de Morena radica en la carencia de lo que el PRI tuvo de 1929 a 1992: el proyecto histórico de la Revolución Mexicana. Morena podría terminar como el PRI: en la disputa por posiciones de poder, porque el proyecto asistencialista de López Obrador es personal y no de partido y depende de recursos presupuestales.
En algún momento del gobierno de Peña Nieto el PRI quiso restaurar con timidez en los documentos del PRI el concepto de Revolución Mexicana que el presidente Carlos Salinas de Gortari había tirado a la basura dos veces: con su candidatura y programa neoliberal de gobierno y con la muerte del Colosio neoliberal que había pactado con Manuel Camacho una propuesta de reforma democrática con ideología priísta tradicional.
SI el PRI convoca a un gran debate nacional para discutir su proyecto de gobierno, las posibilidades de reagrupamiento podrían ser mayores a las esperadas. Pero si la facción Ortega-Ruiz busca reventar la elección con menos del 10% de los votos ante el 80% de Alito, el PRI entonces perderá el impulso de su primera elección de dirigentes en votación abierta a militantes y se meterá en el túnel oscuro del desprestigio auto infligido.
Los principales adversarios del PRI son las facciones de Salinas de Gortari, Peña Nieto y de figuras jurásicas incrustados en posiciones de poder. Y de priístas no-priístas como la senadora priísta Vanessa Rubio, quien se negó a afiliarse al PRI y sigue ostentando posiciones en la bancada tricolor, cuando llegó a esa posición por imposición de candidato no-priísta derrotado José Antonio Meade Kuribreña, ambos operadores de la policía económica neoliberal del gobierno de Peña Nieto.
La clave de corto plazo de la consolidación de Alito como nuevo dirigente del PRI estará en la redefinición del proyecto político, ideológico y de gobierno del PRI para terminar de romper con el neoliberalismo salinista; Colosio lo intentó, pero fue asesinado después de pactar con Camacho la reforma democrática. Las limitaciones del gobierno de López Obrador radican en la falta de una verdadera alternativa al neoliberalismo –sólo habla de posneoliberalismo en retórica— en los tres puntos estratégicos: modelo de desarrollo, política económica y Estado de bienestar. EL PRI populista pudo alcanzar de 1934 a 1982 el 6% promedio anual del PIB y el PRI neoliberal se estancó en 1983-2018 en un PIB promedio anual de 2.2%. La estrategia de López Obrador sólo tendría un promedio anual del PIB de 2.0%-2.5%.
De 1983 a 2000, el PRI fue neoliberal con saldos sociales y económicos desastrosos, en 2000-2012 fue colaboracionista con los gobiernos panistas y en 2012-2018 decidió profundizar el neoliberalismo salinista; por eso los marginados, los desplazados y los sacrificados –como mayoría de votantes– optaron por la propuesta de tinte priísta social de López Obrador.
La sobrevivencia del PRI después de la elección de sus dirigentes radica en definir un proyecto pos-salinista que el lopezobradorismo todavía no puede aterrizar. Y el punto central estará en la articulación de un nuevo modelo de desarrollo que, más allá del neoliberalismo, reorganice la producción, la correlación de fuerzas productivas y las políticas de distribución de la riqueza productiva.
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Política para dummies: La política es como bailar con el diablo: quedas oliendo a azufre.
@carlosramirezh