Fotografía: ANIMAL POLÍTICO
Independiente de las manos oscuras que mueven los hilos y de grupos políticos que quieren sacar ventajas de una crisis, la ola de migrantes centroamericanos que cruzaron México en estos días y quieren entrar por la buena o por la mala en los EE. UU. pueden ser consideradas como una muestra de la globalización negativa.
Con información analítica, pocos de los siete mil migrantes de la caravana centroamericana –podrían ser más y en un momento llegar a quince mil– pudieran probar conflictos de violencia del crimen organizado en sus comunidades; la abrumadora mayoría huye de las condiciones de pobreza. Un dato no uniforma pero sí debe llamar la atención: una mujer en la caravana dijo que tiene ocho hijos, no le alcanza el dinero y quiere dólares que valen mucho en Honduras para mantener a su familia.
Los migrantes de la caravana no reflexionan el principal problema de su destino: no que no los vayan a dejar entrar y tengan que chocar con el ejército estadounidense en la frontera que no se preocupa por derechos humanos, sino que las minorías raciales padecen del racismo histórico redivivo por el presidente Donald Trump y su mayoría silenciosa; marginación, robos, condiciones de vivienda peores, explotación y empleos indignos, aunque mal pagados se cotizan en dólares que valen más que sus monedas locales.
En este sentido, los migrantes centroamericanos son la prueba del fracaso de las globalizaciones, de los sistemas económicos locales y de la falta de modelos de desarrollo generadores de riqueza social. En términos generales, la población de los siete países centroamericanos suma 50 millones de personas, pero con sistemas productivos arcaicos, polarización social de la riqueza y creciente economía de drogas. Hasta ahora, ningún país se preocupó por la región; aquí se reitera una percepción del imperio: son “países no viables”, dijo Kissinger cuando era secretario de Estado de la Casa Blanca. Y se atendió a la zona cuando se vieron zona de cultivo de movimientos guerrilleros en Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Panamá y Honduras.
La globalización económica y comercial se saltó Centroamérica, a pesar de tener recursos naturales y ser una zona geoestratégica a partir de Panamá y su canal interoceánico. A treinta años de la globalización vía el Consenso de Washington, ahora Centroamérica es más pobre y sus pobres decidieron salir en caravana en busca de su Dorado: la economía de los EE.UU. El PIB regional centroamericano de 3.6% choca con la tasa promedio de crecimiento de la población de 3%, contra 1.7% en los EE. UU. y 1.9 en México. Sin desarrollo ni expectativas, nacen más niños que los que puede atender el modelo de desarrollo. En 1950 la población centroamericana era de 9 millones, hoy rebasa los 50 millones.
El problema no sólo es de Centroamérica. En los años del Tratado de Comercio Libre 1993-2018 más de once millones de mexicanos han ingresado en los EE. UU. en busca de bienestar que su país le ha negado, a pesar de que la globalización del comercio permitió multiplicar por diez el comercio exterior. En este contexto, la migración de pobres hacia los EE. UU. tiene su explicación en el modelo de crecimiento determinado por variables macroeconómicas y la presión demográfica que produce pobres y marginados del desarrollo.
Los EE.UU. son una ilusión migrante. Las leyes locales permiten empleo por trabajo productivo o asilo por persecución política en otros países. Todo migrante que quiera empleo debe de cumplir con requisitos legales: demanda explícita, sobre todo. Los millones de trabajadores ilegales no cumplieron las leyes y están en la lista de deportables. Cada año los EE. UU. autorizan visas de trabajo, pero se deben de cumplir requisitos específicos.
Hasta ahora no se tienen datos de cómo quieren ingresar en masa alrededor de diez mil centroamericanos. Por la visa de trabajo sería muy tardado. Y por la forma ilegal en que se metieron a México, todos tienen ya un pasivo en las reglas estadunidenses. Si quieren ingresar por la fuerza serán reprimidos en la frontera, y los que pasen serán perseguidos y encarcelados. Las leyes estadunidenses han multiplicado las razzias o redadas en busca de trabajadores ilegales y los mismos estadunidenses racistas se han dedicado a delatar a empresas o familias que emplean a hispanos ilegales. Hasta ahora la fracción demócrata ha sido incapaz no sólo de reducir los arrestos violentos, sino de reordenar la migración.
La migración masiva en América y Europa es una globalización negativaque refleja la incapacidad productiva de las economías para atender las demandas de empleo y bienestar de sus nacionales. Las economías han crecido en su capacidad y han aumentado utilidades, pero paradójicamente se han concentrado en mecanismos de acaparamiento de la riqueza en cuando menos el 10% de la población propietaria y rica. Un dato debe merecer análisis de fondo: el hombre más rico del mundo es Jeff Bezos con 150 mil millones de dólares y su empresa Amazon agrupa a 225 mil empleados, pero datos publicados en la prensa revelan que son sobreexplotados y tienen problemas hasta para ir al baño.
La globalización de los mercados amplió las exportaciones pero redujo el bienestar en sus comunidades. Las zonas olvidadas sobre todo de Africa y Centroamérica deben obligar a los organismos internacionales a atender las desigualdades sociales. La invasión de países ricos por masas de países pobres apenas ha comenzado y puede ir avisando de conflictos graves; en España, por ejemplo, hace poco migrantes saltaron las bardas y agredieron a policías con cal viva y puñales, dejando ver que no se trata de pobres sino de delincuentes o de pobreza criminal.
Lo que se debe debatir es el desarrollo, no reglas para repudiar migraciones de la pobreza.
@carlosramirezh