Fotografía: ADRIANA GÓMEZ
OAXACA, Oax. (sucedióenoaxaca.com).- Las palabras del joven habitante de una de las colonias aledañas a la gigantesca montaña de basura penetraron los oídos del padre José Rentería: “No se qué hacer, me siento mal, lo único que ven mis ojos es el tiradero de basura”.
En ese momento, recuerda el sacerdote, el viento traía hasta ellos el penetrante olor de los desechos. “Ese era el horizonte. Esa frase tan cruda resume la realidad de niños y jóvenes que viven allá”.
Y esa realidad – agrega- fue la que “nos movió para fundar la Escuela de Iniciación Musical Santa Cecilia, para tomar todos los valores ancestrales oaxaqueños y comunitarios que muchos moradores de esas colonias traen de sus comunidades indígenas”.
Han pasado 7 años desde entonces. Lo que inició como una escuela con 20 chicos, hoy cuenta con más de cien alumnos; la pequeña banda de música creció y actualmente da para una banda de alientos y para una sinfónica de 51 integrantes.
El maestro Camerino López Manzano, músico proveniente de la Sierra Norte de Oaxaca, tiene claras las cifras de los alumnos desde que se sumó a la iniciativa del padre Rentería, en los inicios del proyecto.
Hace dos años, la fortuna trajo a la Vicente Guerrero a Isabelle de Boves, una piloto de Air France que durante sus vacaciones vino a visitar a su tía Nicole, una misionera que daba servicio en la zona.
Fue entonces cuando conoció de la Escuela de Iniciación Musical Santa Cecilia y se relacionó con niños y niñas que, dice, tenían unas estrellas brillantes en los ojos cuando le decían que querían tocar pero les hacían falta instrumentos.
A la brevedad les llamó a sus amigos franceses para pedirles que donaran los instrumentos musicales que seguro tenían empolvándose en sus casas, para dotar a la escuela de lo necesario para conformar una sinfónica. Y a la aerolínea francesa le solicitó el traslado gratuito de todos los instrumentos reunidos.
Con el trabajo voluntario de músicos como el violinista oaxaqueño Miguel Villegas, del chelista español Iñaki Etxeparre, la chelista Catalina Martínez y la violista Margarita Barrientos, entre muchos otros, mexicanos y extranjeros que han dado clases a niñas y niños de la Vicente Guerrero, la sinfónica empezó a cobrar forma.
La historia de la Orquesta Sinfónica Infantil y Juvenil Santa Cecilia marcó una fecha especial el sábado 21 de abril de 2018 cuando, dos días después de su estreno en el Centro Nacional de las Artes en la Ciudad de México, junto con el Coro de Air France, se presentó en el teatro Macedonio Alcalá.
Ambos conciertos fueron imaginados hace un año por Isabelle de Boves, el padre Rentería, Camerino López Manzano, y por los padres y madres de familia que se han organizado desde el principio para administrar la escuela donde asisten sus hijos e hijas, quienes pagan una cuota de siete pesos por clase.
Con ambos conciertos podría reunirse una cantidad de dinero suficiente para ampliar la escuela y contar con un salón de ensayos.
Los coristas franceses donaron su voz y sufragaron su viaje; De Boves con el apoyo de Christine Brassart, algo así como su representante en México, gestionaron todo lo relativo a las presentaciones, y los maestros Camerino López y Vladimir Medina se pusieron a ensayar como locos con los alumnos.
Resultado: un concierto que, como dijo el padre Rentería, además de enaltecer la belleza y la pasión artísticas con la Pequeña Misa Solemne de Rossini, logró expresar “la nobleza del espíritu solidario, fraterno, que crea dignidad humana”.
La Sinfónica de la Vicente Guerrero, agregó el sacerdote, “es fruto del esfuerzo colectivo para superar la realidad violenta y excluyente que se vive a diario en las colonias aledañas al tiradero de basura; es un acontecimiento artístico, pero es además un acontecimiento solidario, humano, profundamente espiritual”.
Y recordó las palabras de un padre de familia tras el primer concierto en el que participó su hijo: “Ahora la gente de la ciudad , que nos ve como la gente de la basura, de la droga, saben que somos gente capaz de crear algo digno, bello”.