Hay algo aquí que no empieza
a la hora de siempre.
Hay algo que no ocurre
como debería.
Aquí había alguien que estaba y estaba,
que de repente se fue
e insistentemente no está.
WISLAWA SYMBORSKA
JUCHITÁN DE ZARAGOZA, Oax. (sucedióenoaxaca.com).- La mayor tristeza que ha sentido la poeta Natalia Toledo, habitante de la Séptima Seccción de Juchitán, fue cuando días después del terremoto, una anciana vecina suya, no encontraba su casa, en el Callejón de los Pescadores. La mujer estaba extraviada pues las dos casas que había a la entrada del callejón, desaparecieron.
A cuatro meses de la tragedia que derribó según cifras oficiales más de 25 mil viviendas en Juchitán, la escritora zapoteca, cuya casa se convirtió al día siguiente en centro de acopio, control de mando de 45 cocinas comunitarias y centro cultural, recuerda uno de los episodios que más la han conmovido a lo largo de estos funestos días.

“Las dos casas de la entrada al callejón donde yo vivo se derrumbaron, entonces, la anciana que vive al fondo no ubicaba por dónde llegar a su casa. Y me dijo: no encuentro mi casa. Yo la tuve que acompañar. Esa ha sido una de las cosas que más me han entristecido”, expresa con su timbre característico, como si leyera un poema, sin perder el ánimo.
-Natalia, ¿Has llorado?
-No. No he tenido tiempo ni para llorar.
La casa de Natalia Toledo, que no es la casa de Olga, su madre, sino la que perteneció a su abuela materna, había sido restaurada antes del temblor. La intensidad de los sismos del 7 y el 23 de septiembre de 2017 dejaron sus marcas en los aplanados nuevos pero la estructura recién reforzada, resistió. Debido a las réplicas, le han sido colocados puntales, para mayor seguridad.

Y resistió para convertirse en la sede oficial del Colectivo Binni Biri (Gente Hormiga), término que alude en lengua zapoteca al trabajo y organización de las hormigas, y que ha sido el eje de toda la actividad solidaria para su pueblo en los meses subsecuentes al terremoto.
Junto con el artista plástico Demián Flores y el escritor y activista indígena Mardonio Carballo, Natalia Toledo operó un centro de acopio en su departamento de la Ciudad de México. Los víveres, trasladados por amigos y conocidos suyos, se empezaron a distribuir también al día siguiente.

“Pero tú sabes, la mayoría eran alimentos enlatados, con envases desechables, o sea que se iba a producir mucha más basura, por lo que empezamos a organizar las cocinas comunitarias en casas particulares donde se da tres comidas gratuitas al día a personas que no tuvieran ni para comer”, relata la poeta.
Las verduras, fruta, leche, aceite, arroz, frijol y demás insumos necesarios para las cocinas se han adquirido con un donativo del padre de Natalia, el afamado artista plástico Francisco Toledo, que para tal efecto realizó una serie de grabados.

Quienes lo necesitaban llegaban a comer en el patio de alguna de las casas convertidas en comedor, o bien con una cubetita de plástico para llevarse su porción a su casa. O a su tienda de campaña.
Las 45 cocinas cerraron oficialmente el 31 de diciembre, sin embargo, Natalia considera que se mantendrán las que sean necesarios.
-¿Cuántas despensas distribuyeron, cuántos trailers de víveres movilizaron?
-Eso no te lo podría decir. Solo sé que al día siguiente del sismo mucha gente se sumó con nosotros y nos ofrecían sus camionetas, venían a la casa a ayudarnos a armar las despensas, a repartirlas, que nos hemos agotado tremendamente, que recibimos mucha ayuda de mucha gente y que todo se ha entregado a quienes verdaderamente lo han necesitado.

Por otra parte, al quedarse sin clases, muchos niños no tenían qué hacer durante el día. Con el apoyo de artistas amigos suyos, todos los días que siguieron al temblor se empezaron a realizar talleres: de música, de pintura, de fotografía, de zapoteco… el propósito ha sido tenerles ocupados en actividades creativas.
El corredor de la casa de Natalia ha sido un hervidero de niños y niños de todas las edades que prácticamente viven ahí, y sólo salen para ir a comer a la cocina más cercana. Ejotes con tomate y huevo, arroz y pasta de frijol, fue el platillo que la reportera compartió con ellos durante la visita a Juchitán.

-¿Y tus lecturas, y tu trabajo como escritora?
-Sólo me desprendí unos días porque ya era un compromiso muy fuerte ir a leer fuera del país. Este año ya espero empezar a trabajar nuevamente porque yo también necesito trabajar. Jajaja.
Este enero de 2018, los Reyes Magos dejaron en la casa de Natalia los regalos para niños y niñas que asisten a los talleres: libros y material didáctico en lengua zapoteca realizados por Francisco Toledo.
El Colectivo Binni Biru continuará trabajando. Los padrinos Demián Flores y Mardonio Carballo serán algunos de los talleristas programados para este 2018, adelanta la poeta.
Y como dice el poeta Jorge Magariño: “¡Juchitán vive. Carajo!”