ROCÍO FLORES / Fotografía: FERNANDO MOGUEL
OAXACA, Oax. (sucedióenoaxaca.com/vía OAXACA MEDIA).- Tehuantepec fue un centro cultural referente para artistas, fotógrafos a nivel mundial durante el siglo XIX y el siglo XX, hoy esa comunidad zapoteca situada a los márgenes del río Tehuantepec (guigu roo guisii en zapoteco) aloja a uno de los más destacados creadores del teatro en el país, el dramaturgo Marco Pétriz.
Desde ahí, el artista reinterpreta la cultura y la identidad de ese pueblo en piezas escénicas que desarrolla desde hace treinta años con el Grupo Teatral Tehuantepec, para unos 65 mil habitantes.
“Teatro potente, vivo, lleno de energía”, así describen el trabajo de quien recientemente recibió la medalla Xavier Villaurrutia, por sus aportaciones al arte escénico en el país.
El actor y director es originario de esa población llena de contrastes, una ciudad viva donde la mayor parte del tiempo ocurre la fiesta, aunque con pocos espacios para las manifestaciones artísticas: En toda su historia solo ha tenido una sala de cine al aire libre y actualmente una Casa de Cultura.
Marco Pétriz se formó como actor y posteriormente se especializó como director de escena. Su trayectoria es reconocida por su crítica y exhibición de la identidad istmeña a nivel nacional e internacional. Destaca por su disciplina y rigor en sus procesos creativos.
Recibió la distinción Xavier Villaurrutia durante la edición 38 de la Muestra Nacional de Teatro, en León, Guanajuato, a finales de noviembre, junto con Tito Vasconcelos, reconocido por 50 años de trayectoria en el teatro de cabaret.
El galardonado accedió a una entrevista para hablar de la particularidad de su arte, del por qué eligió volver a su pueblo para hacer y vivir el teatro desde ahí, a pesar de las dificultades.
-¿Por qué decidiste hacer teatro en Tehuantepec y no en la capital del estado o del país?
–El teatro se puede hacer donde quiera, siempre y cuando te lo propongas. Con todas las dificultades que puede haber, el teatro puede suceder en cualquier parte del mundo; yo elegí hacerlo en Tehuantepec por razones personales y por una experiencia que me marcó.
Primero participé en varias compañías en la ciudad de Oaxaca hasta llegar al grupo teatral Zipi Zape, en ese entonces dirigía Roberto Villaseñor. Ahí tuve una formación más completa en relación al teatro y particularmente con el comunitario. Esa etapa de alguna manera marcó una parte de mi vida y mi manera de hacer teatro. Íbamos a dar funciones a las comunidades, viajamos muchas veces a la sierra mixe, el teatro que se hacía era profesional y una manera de acercarse a la comunidad, nos presentamos con personas que jamás habían visto teatro, eso me conmovió mucho.
-¿Qué fue lo que más te conmovió?
–Ver a la gente muy emocionada, invitándome a comer de sus alimentos por gratitud, por la satisfacción de ver teatro, era maravilloso, una especie de tequio, esa emoción me conmovió, y fue cuando dije, este es el tipo de teatro que quiero hacer, con el que la gente se identifique, que incluso esté relacionado con su cultura.
Marco Pétriz volvió a Tehuantepec en 1987 con la idea de experimentar en la Dirección. Fue maestro en la Casa de Cultura y ahí nació la inquietud de hacer un grupo independiente.
-Hacer teatro en México es complejo ¿cómo sobrevivías haciendo teatro en Tehuantepec que es una comunidad poco habituada a este arte?
–Fue tremendamente difícil, al inicio éramos inexpertos, yo jamás había dirigido, además en Tehuantepec nunca hubo un edificio para el teatro, nadie se dedicaba a eso. La gente veía más televisión, había otro tipo de diversiones. No fue sencillo formar actores y espectadores. Era nuevo para ambos, el público no se acercaba, no iban ni gratis.
-¿Quién confió en ti, en tu trabajo?
–Mi madre fue fundamental y mi compañera de guerra, de vida y de profesión. Mi mujer, Gabriela Martínez, quien siempre creyó en este sueño, se volvió desde la actriz estelar y un pilar muy importante en el grupo. Otra de las personas que creyó en el proyecto fue el escenógrafo y vestuarista Sergio Ruiz.
Las dificultades nos templan, a pesar de que fueron años difíciles, también fueron tiempos maravillosos porque la adversidad nos permitían saber si seguíamos o no, eran pruebas de fuego.
Como aquí todos nos conocemos, menos creían en nosotros, decían: “yo no creo que este muchacho sea artista, si yo lo vi con su abuela, vendía en el cine”. Tuvimos que armar muchas estrategias para lograr que la gente se acercara construir esta propuesta de teatro comunitario, fue dífícil pero logramos que la gente se fuera acercando.
Fue hasta 1991 cuando nos presentamos con una obra de Oscar Liera adaptada al contexto de Tehuantepec, entonces empezamos a proyectarnos, primero en la Fiesta Estatal de Teatro Comunitario y después en la nacional.
A partir de eso, el grupo pudo experimentar la autocrítica, al confrontar su trabajo con otros actores. En 1992, presentaron Ayer pasé por Tehuantepec, en la la Muestra Nacional de Teatro en Monterrey. En 1993 dieron un salto con La Llorona al ser seleccionados dentro de lo mejor de teatro en México; en ese año viajaron por primera vez al extranjero.
“Cada vez que teníamos un logro nos sentíamos más comprometidos”, apunta el actor durante la entrevista.
-¿Qué significa la medalla Xavier Villaurrutia en tu trayectoria?
–Es un halago, pero el compromiso y la convicción por hacer teatro está más allá de eso. ¡Claro, los reconocimientos que vengan, bienvenidos! pero la necesidad humana y espiritual de nuestra parte para hacerlo va más allá.
-¿Cuánto tiempo lleva preparar una obra?
–Nosotros podemos durar seis, ocho meses y hasta un año, realizamos un trabajo de investigación tanto documental como física, el trabajo del actor requiere explorar en el personaje. Se necesita sangre y creer en la propuesta para que la gente aguante.
-¿Los actores pueden recibir un pago ahora?
–Procuramos que siempre sea así, pero la mayoría de quienes estamos en el grupo tenemos otro trabajo, en México no te sostienes exclusivamente con el teatro, aunque tengamos beca; ahora tenemos una del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, conforme fuimos proyectándonos tuvimos la posibilidad de acceder a ellas. Al principio hacíamos coperacha entre todos para la producción, y ahora cada vez que hay un montaje se procura dar un pago a todos, a veces puede ser una cantidad digna o puede ser menos, es un convenio no escrito, porque nos interesa y amamos el teatro.
A diferencia de hace treinta años, la gente ya se acerca, el contexto ha cambiado, hay espectadores, ahora pagan por ir al teatro, hay otros grupos teatrales y tenemos un público maravilloso.
Pétriz se ha consolidado como un director comprometido de las artes escénicas. Su trabajo ha recorrido distintos estados del país, España y Argentina. El grupo que dirige hace teatro en espacios alternativos, interviene casas, patios, incluso baños. Su propuesta no convencional se hizo merecedora del premio Enrique Ruelas en 1994.
–Como no había teatros en Tehuantepec intervenimos casas, esto se volvió parte de una propuesta estética. Recorrimos varios lugares hasta que en el 2007 tuvimos nuestra sede, La casa de ensayo.
Actualmente esa vieja casona, ubicada en el barrio Jalisco, recibe a decenas de jóvenes que eligen el camino del teatro.
El Grupo Teatral Tehuantepec cumple 30 años este 19 de diciembre; hasta la fecha, los fundadores Sergio Ruiz, Gabriela Martínez y el mismo Marco Petriz continúan al frente, impulsando a generaciones de actores con una férrea disciplina y pasión.
Sobre el dramaturgo oaxaqueño, el director de teatro y ópera Mario Espinoza opina que “es uno de los creadores más originales de México cuyo grupo ha logrado crear un sello único; a su talento escénico agrega carácter y consistencia, un conjunto de atributos que hacen de su teatro una presencia significativa en el movimiento escénico nacional”.