Para Chato Chef
La lluvia vino y se llevó el aroma a tierra mojada que antecede al aguacero, con el agua las cosas volvieron a cobrar movimiento. Antes de enviar el paquete, antes que se soltara el agua en el aire se sentía una tensión como de gelatina que tiembla en el plato mientras en la mesa todos la observan. Importaba sacar el paquete, que llegara a tiempo a su destino; que saliera, que llegara, que no ocurriera nada en el trayecto, luego vino la lluvia y las cosas recobraron su forma.
___ Ya está el paquete –dijo ella.
Antes que cayera la lluvia, el olor a tierra mojada desató los temores, el miedo al encierro. ¿De dónde sale el olor a tierra en la ciudad que tiene las calles repletas de pavimento? El golpe de las primeras gotas sobre la ventana removió el polvo y los recuerdos, claramente se escuchó que un auto derrapó en la esquina y ladraron los perros. En la habitación se sentía el calor más intenso antes del aguacero. ¿Por qué cuento todo esto? Ah, sí, por el paquete. Sí. Luego vino la lluvia y todo se puso en movimiento.
___ Ya está el paquete –dijo ella al teléfono.
Los truenos abren un compás de espera. Quien los escucha, el cerebro que percibe los ruidos en el cielo y no alcanza a distinguir nada por más que busca y se tensa y ordena a los órganos del cuerpo prevenirse en espera del impacto, atento siempre al mínimo detalle. Porque se sabe frágil, expuesto por más que se proteja. La realidad ocurre entre el cerebro y el espacio exterior.
Salió el paquete, la naturaleza animal en mi persona está atenta a los detalles de la atmósfera que me previene antes de cualquier movimiento. El paquete salió sobre un infinito de lecturas desconocidas. Cada envío implica una lectura nueva. Para eso me pagan, para que lea la atmósfera y alerte del peligro. La temperatura descendió, quizá fue por el efecto de las nubes cargadas de agua que se aproximaban a gran velocidad sobre el pedazo de cielo arriba de nuestras cabezas, los cuatro hombres guardaban la posición de salida, logré distinguir que algo se movía ligeramente de izquierda a derecha frente al portón de la casa pero guardé silencio.
___ Ya está el paquete –la voz de ella sonaba apagada, con una ligera preocupación.
Poco antes de todo esto, la salida del paquete, el grupo de hombres frente al portón, el auto detenido en la calle, cuando aún permanecía esperando el momento en la habitación, algo se movió en la oscuridad entre la cama y el librero. Y sí, en la casa vecina se escucharon ruidos, la perra levantó el ladrido o algo se movía en la azotea o bajo la tierra, se escuchaban pasos. En la noche la casa entera hace ruidos, no sé si sea porque en la noche las cosas se enfrían y recobran su forma, se rearman luego de dilatarse durante el día en las horas de sol.
No quise pensar otra cosa, afuera estaba la gente, sólo esperaba el momento para soltar el paquete. Antes del aeropuerto ardían las fogatas, yo determinaría el momento preciso en que todos se pondrían en movimiento. Eran las nubes, los truenos, las corrientes eléctricas que anticipaban la lluvia de agosto, era el aire que de pronto se tornó frío. El gobierno y sus opositores facilitan las cosas, hay que hacer una buena lectura. En el preciso momento en que encendí la lámpara pararon los ruidos, la perra siguió ladrando a la sombras o al viento o al maldito gato gris que se monta en lo alto de la tapia para provocarla. Asomé por la ventana, la perra no dejaba de ir y venir como un caballo frente al muro; un gato que monta, una perra que se siente caballo y galopa incansable sobre el césped, cerré los ojos.
Tomé un libro y continué la lectura que había suspendido en la tarde cuando me avisaron que aquella noche tendría que enviar el paquete, un relato de infieles, el crimen que trama una pareja para deshacerse del marido que se encontraba en la finca, que leía una novela en el salón mientras en la casa reina el silencio del fin de semana. La trama doble donde el marido lee una novela en la cual una mujer y su amante piensan eliminar al marido. Metido en la lectura no sentí que ya caía la lluvia, cuando me di cuenta del agua suspendí la lectura, sentí que ya había pasado el tiempo, que ya era de madrugada, en la madrugada había citado al taxi que llevaría el paquete al aeropuerto.
Hay vuelos que salen antes que aparezca el día. Pero no, era medianoche, la perra dejaba de ladrar en el patio.
___ Ya llegó el paquete –dijo ella y yo colgué, no quise saber más.