Fotografía: CARMEN LETICIA PACHECO
NEJAPA DE MADERO, Oax. (sucedióenoaxaca.com).- El entusiasmo es uno de sus rasgos, pero esta vez, Nathanael Lorenzo Hernández no solo desborda entusiasmo sino también satisfacción al hacer un balance de su reciente concierto en la tierra que lo vio nacer, Nejapa de Madero, donde desafió el proverbio que reza: “Nadie es profeta en su tierra”.
“En toda mi carrera no había tenido un concierto de esa magnitud. Rompimos todos los récords: en asistencia, en venta de discos, en aplausos… ¡Y fue en mi tierra, en mi pueblo!”, expresa visiblemente emocionado.
“Llegó cuatro veces más gente de la que esperábamos; 2 mil personas o más. Vinieron de Yautepec, de Camarón, de Salinas, de San José de Gracia, de San Pedro Quiatoni… y lo más emocionante para mí fue que ahí, en primera fila, estaban los tíos, mis padres, los amigos, la gente con la que crecí, y especialmente estaba mi tía, la que me inició en la música”, comenta.
El pasado 4 de agosto, día de Santo Domingo de Guzmán, se presentó en la explanada de Nejapa de Madero la banda filarmónica del Instituto Intercultural Calmécac, la escuela de música con sede en San Juan del Río, Tlacolula, fundada por Nathanael Lorenzo Hernández hace cinco años.
Desde entonces, el flautista y pedagogo musical ha logrado posicionar en el gusto de toda clase de público a la banda compuesta por niñas, niños y jóvenes de doce comunidades, por la frescura con que suena, por los arreglos y por las fusiones de instrumentos que la hacen sonar de una manera muy singular.
-¿Cuál es el secreto del desarrollo y calidad interpretativa de esta banda de música en tan breve tiempo?
-Debe ser por varios aspectos: por el método con el que educamos a las niñas y niños; porque ejecutamos composiciones nuevas, muchas de ellas de mi autoría; por las fusiones de instrumentos y por las voces de nuestros cantantes. Lo que hicimos fue abrir la ventana para que le entrara aire fresco a la música tradicional, y este es el resultado.
El ex integrante de la Orquesta Sinfónica de Oaxaca, flautista formado con Horacio Franco, está ahora mismo educando a un pequeño solista quién, no duda en afirmar, será el próximo Horacio Franco oaxaqueño.
Y si bien después de dos años de brindar conciertos en escenarios de la capital del estado, de la Ciudad de México y en distintos puntos de la república mexicana ya tienen bien ganado el reconocimiento de quienes los escuchan, tanto en vivo como a través de sus discos y las redes sociales, sus integrantes, junto con su director, siguen asistiendo a las tradicionales “gozonas” en distintas comunidades de Oaxaca.
“En Nejapa, después del concierto nos fuimos tocando a la casa donde nos ofrecieron de cenar. Tocamos sones y jarabes para las mujeres que nos cocinaron. Participamos en la gozonas, es decir, vamos a tocar en las fiestas patronales donde tenemos compromiso sin que medie pago alguno, y de igual forma nos subimos a un escenario con reflectores en cualquier ciudad que nos inviten”.
-¿De replicarse el sistema de trabajo del Calmécac, se podría multiplicar el mismo resultado en otras comunidades?
-Si hubiera un sistema de trabajo profesional y responsable, podrían surgir grandes agrupaciones musicales en otras regiones. Podría haber un grupo de cantoras en la sierra mazateca; conjuntos típicos de chilena de la costa también podrían destacar. Creo que deben darse dos cosas: el trabajo profesional en la enseñanza musical y que el pueblo revalore a sus músicos, porque sucede que un pueblo llega a gastar 150 mil o 200 mil pesos en contratar un grupo comercial que toca dos horas y a las bandas tradicionales oaxaqueñas las subestiman; no se les da el status que deben tener.
-¿Considera que debe abrirse como usted dice “la ventana” para refrescar la música tradicional?
-Yo creo que aunque vivamos en una comunidad no podemos ya cerramos. La cultura va en estos tiempos desde la más puritana expresión tradicional de un pueblo, hasta la cultura urbana que se da en las calles. Nosotros hacemos fusiones y nos arriesgamos por ejemplo en mezclar nuestra música con cumbia. En el caso de “Vernácula” hicimos una fusión con La furia con lujuria. Y estamos por hacer versiones con ska y con rock, que ya nos lo han solicitado.
El concierto en Nejapa de Madero, asegura el director del Instituto Intercultural Calmécac, marcó un antes y un después en su carrera, una carrera que le ha dado, dice, más satisfacciones que ser primer atrilista en una exquisista sala de conciertos.
De alguna forma, en el intervalo que duró el concierto, se sintetizó la vida del maestro Nathanael luego de al menos 15 años de trayectoria, pues ahí se reencontró con su tía Elizabeth Lorenzo Díaz y la señora Martha Moreno, las mujeres que, siendo un niño, lo indujeron a la música desde la banda municipal, y también se encontró con un numeroso público que no solo coreaba sus composiciones, como “Vernácula” y “Amor de montañas”, sino que compraban discos, le pedían autógrafos y le expresaron su reconocimiento y admiración.
“Me sacudió muy adentro de mí haber congregado a tanta gente en mi tierra: gente de la tercera edad, gente joven, niñas y niños; fue algo hermoso. Siempre en los pueblos tenemos ese comportamiento un poco envidioso por quienes salen y alcanzan sus objetivos; yo vi que todos nos quitamos la camisa de la envidia y nos pusimos la camiseta de somos paisanos”.
Le dijeron “Bienvenido a tu tierra”, “cuándo empiezas a enseñar música por acá”, y un comerciante le hizo un comentario que le pareció el más hermoso: “Con este concierto queda en claro cómo tienen que regresar nuestros hijos a Nejapa, los ingenieros, los arquitectos, los contadores…”.
Y Nathanael concluye: “Siempre he pensado que la música tradicional puede dar para mucho; para subirse a los escenarios más grandes del mundo o para tocar en la fiesta del pueblo. Creo que hay que seguir cuidando la “gozona” musical pero también hay que evitar que se discrimine a las bandas locales. Debemos darles status a nuestra música oaxaqueña”.