Fotografía: CARMEN LETICIA PACHECO
Somos una sociedad proclive al morbo.
Nos tragamos el asombro y seguimos consumiendo información, la novedad es lo nuestro; postrados frente al televisor, a la compu o al teléfono inteligente, pedimos el platillo siguiente. Lo que sea, pero si es escándalo es mejor.
El buey conoce su pesebre, la oveja a su pastor, pero esté pinche pueblo no sabe quién es su dios, escribió el profeta Isaías en su muro de Lamentaciones.
Pasó Atenco, luego Oaxaca, después Tlatlaya, Ayotzinapa, otra vez Oaxaca, y así damos vuelta a la ruleta de emociones para reír, llorar, dolernos y seguir hasta que el siniestro nos alcance.
Es triste decirlo, pero qué infelices somos.
En estos días algunas familias mixtecas enterraron a sus muertos; esos muertos que todos matamos un poco. Lo digo sin falso sentimiento de culpa.
Los muertos de Nochixtlán son los muertos de la pobreza, del abandono, de la discriminación, y por qué no decirlo, del morbo.
Complejos rituales los nuestros. Sacrificios para los que quizá no hay explicación. Solo queda encontrarles sentido: hacerlos sagrados…
Aquí mi propuesta musical para este Sermón del Face…