Con un Barack Obama sin legado histórico salvo una breve cita de una línea en el Record Guinness, con una economía sin salir del hoyo de la crisis del 2008 y con una sociedad decepcionada por sus votos de 2008 y 2012, los EE.UU. comienzan esta semana su proceso de relevo presidencial en medio de la incertidumbre marcada por Donald Trump.
Más que un monstruo salido del pantano de un imperio en decadencia, Trump aparece como la cristalización de la falta de certezas. Tarde pero casi seguro, los EE.UU. se enfilan hacia una transición-ruptura como la que terminó con el imperio soviético de 1917-1989, sólo que con Trump casi como el político-espejo de Vladimir Putin.
Los tres caminos de su pasado han llevado a los estadunidenses a un nudo gordiano: la segunda guerra civil ahora contra las minorías raciales hispanas, la pérdida de la autoridad moral en el escenario internacional por sus excesos imperiales desde la guerra de Corea y el fracaso interno en la conducción de la economía internacional.
La agenda electoral está marcada no por algún legado de Obama o por tendencias de reactivación del papel dominante de los EE.UU, sino por el discurso racista de Trump que encabeza todas las encuestas. Más que intentar quemar a Trump en leña verde, lo importante del escenario estadunidense radica en la búsqueda de una explicación racional del comportamiento sicológico de la mayoría silenciosa conservadora a la que apeló en su momento Richard Nixon.
El espacio de dominación política creciente de Trump es hijo del fracaso de la gestión de Barack Obama más allá –o más acá– del deterioro económico: Obama encabezó la posibilidad de enterrar el pasado racista del norteamericano medio al gobernar ocho años desde el color de su piel.
El verdadero fracaso de Obama se localiza en no haber entendido el sentido del voto del 2008: un voto que debía de cerrar el expediente de los derechos civiles de las minorías raciales. Sin embargo, Obama se dedicó a administrar su incompetencia en la incomprensión de la problemática del gigante estadunidense que pudo ocultar sus verdaderos problemas por la dinámica de la guerra fría ideológica ante Moscú. De 1989 al 2016, los EE.UU. perdieron la oportunidad de la transición social y política.
Este fracaso de Obama explica el surgimiento de Trump y su discurso racista. En los hechos, Obama no supo qué hacer con el mandato electoral basado en el color de su piel; y este deterioro racial se explica con la oleada de protestas de comunidades afroamericanas contra los abusos de poder de policías en toda la nación.
Si tenía la obligación histórica de transitar a los EE.UU. a una nueva era posterior a la guerra fría, Obama se dedicó a manejar el precario equilibrio social. El ambiente festivo de las minorías afroamericanas en noviembre de 2008 contrasta con el repudio al mantenimiento de la lógica racial imperial que permitió, en el escenario de Trump, que los EE.UU. conquistarán el oeste a sangre y fuego y despojaran a México de la mitad de su territorio.
En los hechos, Obama fue el primer presidente blanco de los negros: nada hizo por el bienestar de los pobres, a pesar de su discurso populista. Y sobre esa ruptura del precario equilibrio racial surge Trump como el ideal anglosajón para fijar el escenario de la lucha electoral de noviembre próximo.
Sólo para sus ojos:
- En política sólo los ciegos no pueden ver. Las nominaciones priístas en Oaxaca y Tamaulipas estaban cantadas pero todos esperaban una mayor expectativa política. Los dos destapes mostrarán en el corto plazo rupturas silenciosas en el PRI.
- En Oaxaca hubo una factura no pagada a los empresarios que se la jugaron con el proyecto del presidente Peña Nieto en la reforma educativa, la reforma energética y la reforma fiscal. El expresidente del Consejo Coordinador Empresarial, Gerardo Gutiérrez Candiani, se siente traicionado por no haber sido designado candidato priísta para Oaxaca. Pero como siempre, los empresarios seguirán pasivos.
- El otro dato revelador fue el hecho de que el presidente nacional del PRI, Manlio Fabio Beltrones, no pudo ganar ninguna nominación; esperaba que su operador Marco Antonio Bernal, salido de los sonorenses colosistas, hubiera podido llegar a Tamaulipas, pero Beltrones tuvo que nominar a otro sin mucha carrera política.
- En Quintana Roo podría haber, ahí sí, una ruptura en el PRI.
@carlosramirezh