I
Encuentro que Zaira logra la representación del símbolo de desplazamiento, que trabaja el arte zapoteca -arte cinético- (las piezas que parten del centro y se dirigen hacia donde las quiera ubicar el ánimo de quien las mira, como ocurre cuando se observa en Mitla la imagen de la greca escalonada -que gira de manera infinita sobre su núcleo.
Busco, encuentro, interrogo.
Me detengo.
Cuando miro la pieza encuentro que guardo el mismo sentimiento de lo multívoco que me dejan los trabajos de los maestros poetas, la pieza que miro posee la voluntad de saber más que yo sobre mi persona.
II
Busco y encuentro y relaciono, giro vuelvo al sitio de mi origen.
Nací en al octavo mes del año, al inicio,
Con lluvias flojas, atrasadas, mi madre cosía su enagua,
Para la fiesta de Asunción de María -a mediados.
Mi padre, capitán de navío en la Armada de México,
Había zarpado rumbo al Mississippi.
III
Mañana de sábado, frente la pieza de Zaira Luis, “No todo el que vaga está perdido”. Suena Charles Mingus, (Goodbye).
Miro, busco, me interrogo, escucho.
El grabado deja ver la estructura de pensamiento (mirar abre una herida, dice Didi-Huberman). Encuentro el aforismo: “No todo el que vaga está perdido”.
IV
¿Los grabados expresan pensamientos? El grabado de Zaira llega a la sentencia breve, una suerte de destino final del poema. La poesía ocupa el lenguaje de los símbolos -círculos, ondulaciones, cimas, cirros, corrientes marinas que habitan el agitado mar azur (la línea ondula, troca, construye la doble metáfora: representación de la representación).
V
Suena la música. Mingus fue el jazzista norteamericano que murió en Cuernavaca, México, buscó sanar su mal incurable con agua de Tlacote. ¿Qué se necesita para elegir el sitio de la muerte? Miedo, esperanza. ¿Qué nos indica que un determinado sitio de nuestro final? La imagen que nos devuelve a nuestra infancia.
Mi madre me parió el 2 de agosto,
guardó cama tres días, al cuarto día de mi alumbramiento
se levantó a terminar de coser su huipil, la enagua verde,
pudo pegar su olán blanco.
IV
Respiro, me interrogo, respondo. Grabado y poesía son embalaje del pensamiento. ¿De qué se trata la popularización del grabado en este presente? El grabado de Zaira propone un ensayo, esa forma narrativa que pedía Adorno -no la digresión ociosa, la inconclusa- sino el ejercicio de las palabras (pensamiento) que levanten preguntas para remover las capas de olvido.
V
Los miedos encuentran sosiego en el lenguaje.
Los festejos a la muerte -principio y fin- hicieron mi memoria
-somos ciclos de ciclos.
En agosto, a mediados, los campesinos siembran cempaxúchitl -flor de muerto.
El valle se ilumina de un sol que se agita entre los campos.
En agosto, a mediados, el barrio toma las calles,
tienen permiso del cura para bailar, emborracharse
VI
La imagen salió de las manos, los ojos, los labios, las mejillas de Zaira (“pinto para mí”, dijo); de sus largos cabellos, su frente alta, busca el regreso a su pueblo, el sitio de su infancia. Ejutla de Crespo, su patria (¿alguien más hace su patria el sitio de viento y carencias?). Su trabajo pertenece a la tradición de los artistas/artesanos, a la manera de la dedicatoria de Eliot, en su poema The Waste Land, a Pound: “el mejor artesano”-el que realiza su quehacer de tiempo completo. La pintora se gana la vida con trabajos de talabartería, desde niña supo de la carne descompuesta, de la corrosión que genera el oxígeno sobre las células muertas (la putrefacción como metáfora del tiempo, principio y fin). Desde ese espacio de olores llega al tórculo, al manejo de las herramientas: gubia, buril, bruñidor, rascador; punta seca (al repetir el nombre de las herramientas puedo escuchar los pasos del poema).
VII
El aforismo llega de la piel de chivo a los pensamientos de Zaira, que graba (la imagen que logra hace el camino de vuelta, del reino de los muertos a los ojos de los vivos que miran). ¿Qué graba? Los pensamientos que surgen mientras su respiración se presiona frente a la piel inerte de las bestias (el cerebro que piensa forma el cúmulo de células tensionadas),
VIII
Pound dijo al final de Cantos, en el poema CXX: Dejad hablar al viento/ése es el Paraíso. Frente a mis manos el círculo en azul cielo que contiene la imagen, crece el aforismo. “No todo el que vaga está perdido”. La sentencia breve tiene la fuerza que presiona la atmósfera, que avanza de adentro hacia afuera hasta instalarse en el asombro. Lo supieron los griegos, por eso hicieron de las esculturas sus dioses: la expresión del arte consigue que el tiempo se detenga. En la pieza de Zaira están los espacios contenedores: cirros, cimas, líneas que ondulan, que se lanzan tras las corrientes de mares y cielos, isotermas, y vuelven, emergen y se hunden y salen a flote, son inmortales porque los ampara el viento -el Paraíso. El Paraíso está formado con aforismos.
IX
Y este es el punto, Zaira engloba -círculos dentro del círculo- la imagen del tiempo que vuelve. El mar que yo conozco, el de mi infancia, el Mar de Tehuantepec. Y en la pieza vista en esta Oaxaca nuestra puedo ver gente y lugares, rostros y sitios que nacen del Mar Muerto. Navegan hacia el norte, hacia el mar de Huatulco, pasan por Puerto Ángel, avanzan hasta llegar al punto donde las aguas se precipitan contra la falla San Andrés, frente a Puerto escondido. Y de ahí emergen, regresan al gran vientre dador de la vida de las especies que pueblan el Océano Pacífico, el Mar Muerto.
X
El aforismo se precipita, cae imparable sobre el profundo mar del silencio. Si vuelvo a mirar el grabado, las dos barcas al centro -núcleo del círculo, centro cambiante- puedo observar que llevan la navegación al pairo en ruta de colisión, sin gobierno. La música de Mingus aparta mi mirada del grabado; vuelvo a las letras, cuando miro de nueva cuenta la pieza ya las barcas navegan una atrás de otra, apacibles. Con la derrota puesta hacia el extremo izquierdo del círculo. ¿Cómo hizo la pintora para lograr el efecto de la ilusión óptica? Las barcas son pequeñas, llevan un color rojo oscuro. Busco los nombres de ese rojo: burdeos, borgoña, granate, carmesí, bermellón, escarlata, rubí, tinto, corinto (en los nombres de los colores inician el poema).
En la infancia salía las calles para recibir regalos que arrojaban los capitanes
Montados sobre coloridas carretas. En la regada de frutas recogí manzanas,
Peras, naranjas que rebotaban contra los muros de adobe,
-entre un fuerte olor a mierda de los toros.
X
Las rojas barcas, el proceloso mar, sobre círculos que contienen la existencia.