el poema es la estela de silencio
rueda que no se llama paz pero ilumina
(en-
ciende, mejor dicho)
ANA FRANCO ORTUÑO, Parque
Para JUAN CARLOS ZAVALA
Clarividente:
La mano conduce el cursor en la pantalla
aunque
a veces
se inviertan los papeles.
Perseguido por los demonios del comienzo
Puedo cantar la historia de Carver,
que fue padre a los diecisiete
Perseguido por los demonios que te llevan a preguntar
Por el lugar para el cual naciste.
En sus pocos años pensó que ese lugar estaba en la botella.
En la colonia Doctores el editor Carlos López me dijo, insiste.
Se requiere suerte.
Dejé de jugar a la suerte
Abandoné la batalla
Las guerras implican discursos,
Llevar el rostro cargado de excusas.
Abandoné la suerte
O la cambié por este caminar de madrugada.
Con la libreta en la mano
En busca del lugar.
Si atiendes a las cifras te alcanzará la luz del alba
Carver murió el 2 de agosto, fecha de mi nacimiento.
Escribo canciones tristes
Para combatir el frío de la madrugada
con pleonasmos.
No habrá cobija mejor
Que acercarse al pleonasmo,
Insistir de dentro hacia afuera
Con énfasis, repeticiones,
Gestos.
El hombre invisible no anda en busca de su novia invisible.
Busca las letras, al autor, que narre su vida invisible
Para que todos se enteren de su existencia.
Escribo sobre un espejo de cristal hasta donde trepan
Hormigas.
La poesía no pierde su aire de educación elemental
Entre tras los pasos del misterio original,
Con incógnitas, esquivas interpretaciones.
Este escribir de madrugada
me deja la costumbre de hablar
Con el gato.
¿Cómo se habla con un gato?
¿Qué palabras utilizar?
Siempre habrá necesidad de saber de ellas a partir
De extrañezas,
Misterios. Incógnitas.
Así la poesía
Con este su andar por el árbol
En busca de las ramas.
Por el borde
Tras la palabra que se olvida,
Que se carga en la punta de la lengua
Y olvida.
El perro sin dueño, en el patio, doméstico,
Que da vueltas y vueltas, se enreda,
Tras su cola.
La palabra que olvidas
Será tu olvido el sitio para el cual naciste.