AMEYALLI LUNA*
La esclava de la seda es una antología de doce cuentos escritos por Gayne Rodríguez, quien nació en la Ciudad de México en 1957, estudió Educación Integral en la Universidad Autónoma de Tlaxcala y se dedicó a la docencia por más de treinta años. Actualmente, reside en la ciudad de Oaxaca.
Esta colección de cuentos hace uso de elementos fantásticos, históricos, sociales y de la vida cotidiana. La mayoría de los relatos cuenta con una protagonista femenina y en algunos de estos, se vive el papel de la mujer actual en México. Uno de aquellos es “Respira”, que entrelaza la vida de Ignacia, una mujer del siglo XIX enterrada viva en una cripta y convertida así en una momia, y a Lucía, quien vive una relación abusiva en la actualidad. Es golpeada y censurada si desafía a su marido. No tiene libertad. Este segundo personaje visibiliza el maltrato que existe en ciertos matrimonios y aquel sentimiento de que es mejor estar muerta a vivir aquel tormento.
Otro es “La esclava de la seda”, que trata acerca de Lie, la sirvienta de la hija del rey llamada Sinja. Ambas nacen el mismo día, crecen juntas, y una vive tras su sombra desde el nacimiento. En esta historia, Sinja es vendida a un marqués del Nuevo México. Se muestra la jerarquía. Una muchacha que toda su vida ha sido esclava y su ama terminan teniendo el mismo destino. De igual modo, se resalta la importancia de ser virgen en aquel contexto. Aquella pureza de nunca haber sido tocada ni corrompida.
Por otro lado, “Isabel” trata sobre una mujer que llega a trabajar a una casa acomodada a hacer el aseo. Vive en la Ciudad de México, es de bajos recursos, y cuenta cómo cumplió con el papel de atender a su papá y a sus hermanos cuando vivía con ellos. Durante la historia, Isabel se sube a un camión para ir al Zócalo a ver a su novio Rafael. En aquel trayecto, hace memoria de la violencia física y económica que vive por parte de su pareja, escucha que una marcha feminista está por iniciarse en el mismo destino al que se dirige y es víctima del constante acoso callejero así como el caos a la hora de subirse al transporte público; de aquella manera se retrata la ciudad. Es muy curioso cómo la autora representa la escena del acoso. Muestra el arrepentimiento de muchas mujeres de haberse puesto un vestido o falda cuando le chiflan o le dicen obscenidades.
Dejando a un lado el tema de género, se muestra otro aspecto social como las manifestaciones y el cómo están castigadas. En “Casi un beso del infierno”, se narra la relación romántica entre la protagonista, una muchacha de una familia burguesa, y Fernando, que viene de una familia revolucionaria, en los años 60. Sus padres tienen un control estricto sobre su hija. Son autoritarios y ven las protestas como algo caótico, sin un fin e incluso estúpido. Llaman vago a su novio porque asiste a manifestaciones, le prohíben a ella juntarse con ese tipo de gente, y la castigan quitándole el derecho de ir a la escuela. La autora representa estas huelgas estudiantiles en las que el gobierno llega a interferir y se tornan violentas.
Otro cuento de esta temática es “Al sur”, que trata sobre un hombre que vive en el extranjero y viaja en coche a México debido a los últimos días de vida que le queda a su madre. En el transcurso del trayecto, su vehículo se le descompone y tiene que caminar en la carretera en busca de alguien que le ayude. Un camino en el que te pueden asaltar o hasta incluso matar solo por dinero.
Por otra parte están los relatos sobre la vida cotidiana. “Quince, Quince” trata sobre Elisa, una niña a la que se le atora un dulce en la garganta. Su hermano Rodrigo, junto con su mamá, hacen todo lo posible para sacárselo, mientras se cuentan los minutos desde que sucede ese accidente y también desde que Rodrigo llega a la casa.
Asimismo, “El faro” trata sobre una mujer que recibe una llamada en la que le informan que su papá ya está casi en su lecho de muerte. Ante aquello, recuerda cuando su familia se perdió en el mar en un bote que él conducía. Nadie, excepto ellos sabían que estaban perdidos. Se vive la ansiedad de estar desorientados, de no saber qué vaya a pasar, mientras tienes frío y las olas se vuelven más violentas. Se percibe esta idea de no estar listo para dejar ir a un familiar. Los personajes logran ver la luz de un faro, representando así una esperanza y salvación, llevando ahora esa luz a la situación actual del papá.
Por último, “Abi…Gail” cuenta con una cierta esencia de fantasía. La historia está narrada por Gail, la amiga de Abi que solo ella puede ver. Abi siempre habla incluyendo a su amiga y recibe constantes regaños por expresarse de esa manera. Todo esto provoca una diferencia entre Abi y su papá. Para el padre, está muy consentida, malcriada, y piensa que su esposa la trata como un cristal. Durante el trayecto, deciden meter a Abi a un hospital pediatra, y a continuación se desarrollan ahí varios sucesos. En esta historia, la autora mezcla lo psicológico con lo fantasioso. Gail puede representar esta otra persona de Abi. Dos personas diferentes. Dos personalidades diferentes. Gail puede ser enviada a un hoyo negro por lapsos, pero siempre volverá. Es como un parásito.
Gayne Rodríguez sorprende con su creatividad e imaginación ante estos relatos. Haciendo una comparación con El bastardo de Azarel Dorotheo, los dos autores cuentan con relatos cuyos protagonistas son niños y adultos. Ambos hablan de la vida cotidiana y pueden mencionar a la familia, aunque Azarel hace con más intensidad lo último. Dejando a un lado esto, Gayne se destaca por mencionar temas sociales y a la vez históricos. Coloca diferentes géneros, categorías, y no se centra solo en uno. Dirige también una mirada social que se muestra particularmente en su cuarto cuento, nombre que lleva su novela.
De la autora de la reseña:
Ameyalli Luna estudió en el Cedart Miguel Cabrera. Durante su estancia, fue creadora de la revista Hamualli y partícipe en el coloquio “Arte en el Nuevo Milenio”. Actualmente estudia Comunicación Social en la UAM.