ZAGREO YACO*
Cuando comencé a laborar en la prensa escrita lo hice en una bodega clandestina. El periódico en cuestión había sido descubierto como la caja chica del emperador (gobernador) en turno. Gracias al cielo el periódico quebró y yo recalé en otro medio. Esta vez la apariencia era más profesional, pero en el fondo las prácticas eran las mismas: trabajar sin contrato, sin oportunidad de crecimiento y mal pagado. No quise intentar en un tercer periódico. Oaxaca es una ciudad pequeña donde los chismes vuelan, no era necesario someterme otra vez al criterio editorial de los dueños o a la moral de la mamá de los dueños.
Este brevísimo informe sobre mi paso en la prensa escrita únicamente sirve para dejar en claro que el estado de las redacciones es deprimente. Los periódicos dejaron de ser ya hace mucho la referencia de información. En Oaxaca sucedió antes que la revolución del internet porque en las redacciones se tiene prohibido pensar. No existe una cultura de tolerancia y respeto a la crítica porque se ha fomentado el servilismo y la protección de los compadres. No podemos decirnos las cosas de frente porque todos nos conocemos y no vaya a ser que se entere mi vecino.
Este carácter hipersensible también ha llegado a los escritores que hoy abundan tanto como los instagramers. Con la falta de la libertad de pensamiento e ideas promovida por los medios escritos la crítica llega a cuentagotas a los lectores o incluso a los mismos escritores. Aunque cueste trabajo aceptarlo o entenderlo, la relación entre la crítica y la creación es inherente, no existen una sin la otra y a la vez son el resultado de su particular convivencia.
Si no existe un ejercicio crítico constante los y las escritoras caen en la más rotunda de las comodidades, sin réplica y sin lectores, los autores y autoras oaxaqueñas se agrupan en pequeñas cofradías para auto celebrarse y construir un muro de vanidad y elogios. Si piensas distinto eres rechazado, exiliado o simplemente descalificado. Este rechazo a la crítica sumado a su práctica inexistencia y la precariedad de quienes se dedican al oficio de escribir nos perjudica a todos, principalmente a los lectores que pagan por un contenido carente de la calidad que exigen los doscientos pesos que normalmente cuesta un libro de autore oaxaqueñe, progre dixit.
Con esta perspectiva bajo el brazo podemos leer el boom oaxa desde los ojos de esa escuela llamada nueva crítica, que hoy realmente no tiene nada de nuevo y que en el contexto oaxa se precia necesaria por las evidentes contradicciones que representa a un artista homologarse con su obra, ser indisoluble de sus creaciones y pretender que su vida misma es arte. La nueva crítica hace una quirúrgica escisión entre obra y creador. No importan los chismes o la vida privada de nuestra poeta favorita, no importa qué come o cómo se viste, es igual a cero si es católica o budista, si es madre soltera, viuda o casada. Nos importa la obra, ese amasijo extraño que emerge de la creatividad humana.
Años antes de Facebook no entendía esa ocurrencia de separar al autor de su obra. Hoy que me he alejado del FB y que abundan escritores que pregonan antes su martirio particular que su obra, entiendo la necesidad de hacer a un lado los datos biográficos para no confundir un testimonio de una obra de ficción. Sin esta clara diferencia las heridas y desencuentros entre autores y críticos contiu por el simple hecho de que no se puede ejercer ninguna crítica a una tragedia personal o a un evento traumático de quien sea, todas esas cuestiones las atienden los psicólogos, no los críticos literarios.
*Integrante del Colectivo Cuenteros