La pesadilla del presente no termina nunca.
RICARDO PIGLIA
Soy malo con las palabras, a veces, cuando las escribo, juego en mi contra. Por mi incompetencia voy por la vida cargado de preguntas, que hago a la gente que sabe relacionarse con las palabras. Este sábado los lectores tendremos en Mezcalería CUISH (Díaz Ordaz 712, Centro) la oportunidad de escuchar la lectura de Liana Pacheco y Antonio Pacheco, dos integrantes de la narrativa literaria en nuestra ciudad, ellos podrán aclarar todas las preguntas que cargamos.
– ¿De dónde parten tus relatos?
-De dónde parten… por lo general de eso que llaman golpes de inspiración, sucede a veces a partir de una canción, de algún relato de algún suceso de la cotidianidad, de las preguntas sin respuesta: ¿por qué habrá pasado eso? ¿qué habrá motivado aquello? Y también de la depresión, deprimido o rabioso escribo mejor.
– ¿Qué te motiva para sentarte a escribir?
– Han sido distintas motivaciones a través del tiempo, primero era ejercitarme en el oficio, probar, luego fue recibir la estrellita en la frente por parte de mis maestros hoy me motiva el saber que hay gente que está leyendo lo que publico y tengo el ánimo de contar más historias.
– ¿Qué es lo que enciende tu proceso creativo?
– El sentir que tengo una idea que no debo perder. Por lo general me vienen a la mente esbozos de una historia, diálogos o escenas, que separadas y sin conexión no sirven, pero de pronto todo eso arma una sola historia o surge alguna otra completa, de principio a fin, con escenas y diálogos exactos, y entonces temo que de no escribirla se pierda y me apresuro a escribir.
– En el caso de los relatos, ¿se nace o se aprende a escribir?
– Creo que con eso que llaman “talento” para contar historias se nace, y yo nací con el don, soy un buen creador de historias, sé enredarlas, desenredarlas y si se me da la gana volverlas a enredar; conozco las mañanas para tejer una historia y llevarla a.
– Luego de tu experiencia con Centraleros, ¿recomendarías a tu ahijado ser escritor?
– Yo recomendaría a todos hacer los que aman hacer, pero en lo que sea que hagan tienen que acercarse a aquellos que tienen la experiencia para guiarnos, estar dispuestos a escuchar, a aprender, a poner en práctica lo que nos comparte el que sabe. No poner la mira en superar a nadie, ni siquiera a nosotros mismos, sólo en la posibilidad de no dejar de hacer aquello para lo que probablemente nacimos.
Lo dicho, hay gente afortunada con las palabras, Antonio es uno de ellos y lo sabe; con gusto comparto y entrego las palabras que me dio Antonio Pacheco, la tarde anterior a su lectura, elaboradas entre el trafago de las actividades cotidianas. Por favor, recuerden la invitación: Todas y todos a la lectura, los esperamos.